Deportes05/06/2018

La dura enfermedad que afecta a Carlos Bilardo

El técnico campeón del Mundo de 1986 está afectado por un síndrome que trae complicaciones en el cerebro.

La noticia cayó como un balde de agua fría la semana pasada. El técnico ganador de la Selección argentina en el Mundial de México 86, Carlos Salvador Bilardo, estaba internado en terapia intensiva.

Quizá para un incanzable trabajador como Bilardo, uno de los grandes motivos fue la decisión de la radio La Red de sacar del aire su programa “La hora de Bilardo”, tras 22 años.

Después, a través del club Estudiantes de La Plata se conoció el primer parte médico: “Un cuadro confusional transitorio”. En él se indica que los estudios realizados “han demostrado una dilatación ventricular en su cerebro, sugestiva de síndrome Hakim-Adams”, y se explica que, en los próximos días, se evaluará la necesidad de realizar un tratamiento específico mediante la colocación de una válvula.

Pero, a qué se enfrenta. El síndrome Hakim-Adams, también conocido como hidrocefalia normotensiva, es una enfermedad neurodegenerativa con diversas características que, en el caso de los adultos, se presenta con mayor frecuencia en hombres a partir de los 60 años. El Dr. Juan Manuel Baldovino, neurocirujano del Grupo Medihome (M.N. 111331), explica que entre sus síntomas se encuentran:

Demencia: un trastorno en la memoria, una de las funciones intelectuales básicas del ser humano.

Enuresis: incontinencia urinaria.

Dificultades al caminar: suele presentarse una marcha imantada, es decir, como si la persona estuviera pegada al piso: arrastra los pasos y le cuesta girar.

Cabe destacar que este síndrome comienza de forma lenta y avanza progresivamente. Entre sus primeras manifestaciones se encuentra el trastorno en el andar. Además, el especialista explica que se presenta en quienes tienen enfermedades neurodegenerativas que dañan en forma global el cerebro, generándole una atrofia, como por ejemplo Parkinson, Alzheimer o demencias vasculares.

¿En qué consiste?

Tanto nuestro cerebro como la médula espinal están protegidos por el líquido cefalorraquídeo. Este se produce dentro de unas cavidades cerebrales y circula en ellas, impulsado gracias al latido cerebral.

Cuando existe una atrofia en el cerebro, ese bombeo de líquido se ve disminuido, debido a que cae la fuerza de contracción que comprime a los ventrículos. Por lo tanto, comienza a acumularse, produciendo una dilatación ventricular (donde se encuentra alojado), lo que puede detectarse fácilmente en una resonancia o tomografía.

Esta dilatación ventricular, producto de la acumulación de líquido cefalorraquídeo, genera un edema pegado a esos ventrículos, que afecta distintas áreas.

¿Qué áreas afecta?

Las zonas perjudicadas por la presencia del edema coinciden con los síntomas descriptos anteriormente. La base del lóbulo frontal es una de ellas: allí se inicia la función neurológica de orinar y es por esto que se pierde el control.

También impacta en las caras laterales del sistema ventricular, donde se encuentra la vía por la que pasan los movimientos de los miembros inferiores. De aquí que se produzca un trastorno en la marcha.

La demencia, por su parte, se debe a la atrofia. Pero, tal como explica el Dr. Baldovino, también se explica porque el líquido cefalorraquídeo, encargado de proteger al cerebro y la médula, tiene como función “alimentar” al cerebro: lleva nutrientes y elimina las toxinas que se producen dentro de él. El inconveniente es que, al estar acumulado por la atrofia que no le permite circular, se genera una situación tóxica.

¿Existe una solución?

El neurocirujano indica que este cuadro se resuelve colocando una válvula de derivación ventrículoperitoneal, que es lo que se indica en el parte médico. En otras palabras, en un procedimiento de una hora (o menos) de duración, se pone un catéter dentro del sistema ventricular.

Por un lado, se ubica una pequeña válvula por detrás de la oreja, que está conectada con otro catéter que, por debajo de la piel, llega al abdomen y termina dentro del peritoneo (o sea, en la cavidad abdominal).

Con este dispositivo se logra que el líquido acumulado salga del ventrículo (donde está alojado), pase por la válvula (que indica la cantidad de líquido que saldrá), y se dirija al abdomen. Una vez allí el peritoneo será el encargado de reabsorber el líquido. Así es como se disminuye la cantidad de líquido acumulada en el cerebro.

El Dr. Baldovino precisa que, gracias a esto, se ve una mejoría muy importante en algunos pacientes, que se observa primero en la incontinencia, luego en la marcha y, por último, en el cuadro cognitivo.

Sin embargo, advierte que es necesario que la persona realice una rehabilitación cuando esté estabilizado, ya sea en un centro ambulatorio o en su domicilio. Completado este paso, en muchos casos están en condiciones de retomar sus actividades cotidianas.