Cultura Por: Lorena Celedón19/04/2019

Caprichos de Salta: El Velorio

Salta está llena de caprichos, todos ellos recorren cada uno de los rincones de nuestra ciudad para algunos de manera inadvertida y para otros no. No te pierdas una nueva entrega de la ficción de Javier Camps en InformateSalta.

Me encontré con mi amigo Chacho Siufi en el velorio de un sujeto conocido. No suelo participar de esos rituales donde la gente finge que es un poco mejor de lo que muestra el resto del tiempo, pero ahí me hallé. Ir a una sala velatoria es como ir a un aeropuerto a ver despegar a un avión que ya se fue hace rato. Pero este era diferente. Nuestro amigo había muerto hace más de un año y no hubo tiempo de velarlo antes. Desconocemos la razón de la tardanza y el empecinamiento por no pasar por alto la recreación de la despedida formal. Los gusanos ya habían hecho su trabajo y el recuerdo de la última exhalación ya ni pena daba.

Nos encontramos frente al féretro, obviamente cerrado, como si estuviésemos en un mostrador. Nunca supimos quién era el que despachaba y quién era el que venía por la mercadería. Los dos llegamos con la mirada clavada en el sobretodo de madera y al pararnos frente a él, levantamos la mirada. Nos vimos, sonreímos y…

-No te voy a preguntar qué haces acá –dijo Chacho en voz baja-

-No vine a despedirme. Vine a ver como es un velorio tardío. Vengo a ver como es…

-Parece que si no ven al muerto, nunca termina de morir. No lo hacen por el flaco, lo hacen por ellos. La gente necesita llorar un rato y tomar café.

A lo curioso del caso se le sumaba que el flaco no tenía familia. Guachito era nomás. La gente iba cayendo como por casualidad. La mayoría solo lo conocía por mentas y la necesidad de estar cerca de alguien que fue más raro que un bicho mitológico era como un imán para todos.

-¿Y nosotros a qué vinimos?-pregunté-

-A charlar. Hace años que no charlamos. Es más… ¡Yo pensé que te habías muerto, pue! Jajajaja

-Algo así…

- Contame, Chacho ¿Cómo estás?

-Bien nomás… lidiando con los boludos…

-Esa es la madre de todas las batallas…

-Mirá… uno puede pasar por malos momentos y, esos momentos, pueden ser muchos. Es, entonces, cuando uno puede pasar por boludo o serlo repentinamente… Eso le puede pasar a cualquiera. Pero hay gente que es boluda siempre. Eso ya es una patología sería. Esa gente que se sube al caballo y busca la palanca de cambio.

-Los que buscan señal de wi fi en el medio del campo.

-¿Tomamos café?

-Paso. Hace rato que el hígado no me funciona. Tengo miedo de que me haga mal.

-Bueno. Entonces me voy. No sé muy bien a que vine pero creo que cumplí. ¿Te acerco a algún lado?

-No, Chacho, gracias. Yo me quedo un rato más y después me llevan. Un alegrón volver a verte. Cuídate.

-Meta. Igualmente. Que te vaya bien.

Pasaron unas horas. El lugar se vació. Abrí el cajón y me metí. No era muy cómodo, era de los baratos. Pero bueno, eso ya no importaba. Antes de cerrar le grité a los muchachos:

-¡Changos, listo, levanten todo y rajemos de acá!

Relato encontrado en una mesa de un boliche de La Caldera.