La Presidente cree haber recuperado la agenda pública al enfrentar a los holdouts
El repunte en las encuestas y la centralidad que el tema ganó abren la puerta a la tentación de prolongar el debate para intentar dejar el Gobierno por la puerta grande, dicen quienes la conocen.
Cristina Kirchner no solo conocía, sino que habilitó la gestión de la banca nucleada en Adeba para comprar la deuda a los fondos buitre y así evitar el riesgo del default –selectivo, como le dicen en Wall Street, o por cesación de cobro, como prefieren decir los economistas K–. Un peronista que la conoce bien, aunque no siempre está de acuerdo con ella, asegura que, salvo por el episodio que obligó a la internación de su hija, Cristina está exultante y manejando todos los hilos de los acontecimientos con una destreza que hasta puede sonar macabra.
​"Kicillof estaba en Nueva York en unas oficinas, con indicaciones emanadas por la Presidenta. También la gente de Adeba estaba en Nueva York, en otras oficinas. No habían hablado con Cristina, pero sí con otros funcionarios que habían sido habilitados por ella misma para facilitar la gestión privada. Pareció una pulseada, pero detrás sólo estaba la duda de la Presidenta, que esperaba decidir qué era lo más conveniente", dice este hombre que tenía mejor relación con Néstor, pero que sigue respaldando al Gobierno.
​Y agrega: "No puedo confirmarlo, pero tengo la impresión de que lo que la terminó de decidir fue el alto perfil que tomó un banquero en particular, Jorge Brito, en los medios de la oposición. Y creo que el mismísimo Brito así lo percibió cuando vio su caricatura en el diario La Nación, donde aparecía como Superman. Él sabe, como todos nosotros, que ningún Kirchner va a tolerar que nadie brille más".
​Lo que asegura este peronista es que la interna Kicillof/Fábrega está fomentada desde las altas cumbres del poder, para contentar al sector financiero local, por un lado, y a los pibes de la liberación, por el otro. "Peronismo a la vieja usanza. Y Cristina no tuvo que hacer ningún master para aprenderlo, sino simplemente ver lo que hacía Néstor, que tenía a Redrado en el Banco Central, para dejar conformes a los banqueros, y a Lavagna en el Ministerio de Economía, para tranquilizar a la producción. Como para Cristina la historia es más importante que el presente, lo tiene a Kicillof, con quien está segura de blindar su imagen hacia las futuras generaciones".
​Según esta línea de análisis, "Kicillof no sabía qué iba a decidir Cristina y, la verdad, la misma Cristina tampoco. Va viendo cómo se desarrollan los acontecimientos y termina decidiendo sobre la marcha, como también hacía él."​La fuente, además, brindó otras pistas para tener en cuenta:
​- "Después de la sorpresa de que no iba a poder pasarle el problema de los holdouts al próximo gobierno, Cristina se dio cuenta que tenía la sartén por el mango, porque los fondos quieren cobrar y Argentina puede pagar. Ahí empezó a involucrarse personalmente en la resolución del problema, algo que hasta ese momento no había hecho".
​- "La Presidenta va a terminar pagando, aunque aún no sabe cómo ni cuándo. Tiendo a creer que pagará exactamente cuando vea que la situación económica se agrave".
​- "La mejora en las encuestas es un beneficio colateral que aprovechará todo lo que pueda. Cree que la lucha contra los fondos buitre le puede permitir salir del Gobierno por la puerta grande".
​- "Cristina se da cuenta que la discusión política ahora está limitada a si entramos o no al default, si la cláusula RUFO se ejecutará en forma automática al pagarle a los holdouts o no, y se polemiza sobre las causas y consecuencias del fallo del juez Griesa. Todos los demás temas salieron del debate. Me parece obvio que intentará estirar el asunto todo lo posible, porque así, ella es la dueña de la agenda".
Suponiendo que este peronista esté en lo cierto, en el sentido de que Cristina esté actuando racionalmente, algo que otras fuentes ponen en duda, es más que evidente que los ciudadanos de a pie no tenemos ninguna posibilidad de evitar el aumento de la inflación, de la recesión, del desempleo, plagas que ya estaban diseminadas antes de que la Corte Suprema de los Estados Unidos devolviera el caso argentino a Griesa, ni siquiera si la Presidenta decide llevar la discusión al Congreso, como se comenta, ya que el oficialismo sigue teniendo mayoría electoral.
​El ex secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen, suele comentar que el mayor peligro de estos tiempos es que "Cristina caiga en un error de cálculo, que crea que tiene margen para declarar una guerra, porque encuentra a muchos que le dicen que tienen razón, y desaproveche todas las posibilidades de resolver el problema con costos todavía manejables. El que calcula mal, el que cree que tiene un poder del que carece, se lanza a guerras creyendo que va a ganar. Pero nosotros ya perdimos las Malvinas por pensar así".​El problema es que muchos militantes peronistas, y no solo de La Cámpora, están convencidos de que Argentina estuvo a punto de ganar esa guerra, según el relato de los soldados ingleses, que no ocultaron su admiración por la valentía de los argentinos. Es lo que muchos jóvenes quieren creer, tal vez porque no tienen a mano a dirigentes adultos con la suficiente formación y credibilidad para explicarles que nuestro país no estaba en condiciones de ganar en el campo militar, lo que había despreciado negociar bajo las reglas en las que se manejaba el mundo.
​ En la Argentina no se apela cada tanto a estrategias "creativas" y costosísimas solo por capricho de los gobernantes sino, más que nada, por esa marca que insiste en llevarnos a nuestro pasado, cierta nostalgia por lo que pudimos ser y perdimos, por esa excepcionalidad, "caso único en el mundo", de un país que había exportado en 1961 menos dólares que en 1928, como genialmente lo comentan Pablo Gerchunoff y Lucas Llach en "El ciclo de la ilusión y el desencanto".
​Tal vez estemos lejos de lo que el filósofo y periodista Miguel Wiñazki definió como los "delirios tribales", los "sones bélicos que se ejecutaron frenéticamente, masivamente, entre abril y junio de 1982". Por las dudas de que, otra vez, ingresemos alegremente por la puerta que nos lleva directo al precipicio, recordemos que las Malvinas las perdimos, quizás para siempre. Y que fue por culpa nuestra.
Fuente: Infobae.com