Solidaridad15/05/2021

Un trasplante cambió su vida, ahora necesita una vivienda digna donde vivir

Hace poco más de 3 años, Sandra Aramayo se sometió a un trasplante de córnea que le devolvió la vista en uno de sus ojos. Sufre de distrofia corneal, lo que la dejó ciega pero el alma caritativa del médico oftalmólogo Martín Arroyo le permitió cambiar su calidad de vida. Ahora, hace un pedido muy especial al Instituto Provincial de la Vivienda (IPV) para poder tener una casa digna.

En diálogo con InformateSalta la mujer volvió a agradecer la solidaridad del doctor quien con sus propios recursos compró una córnea en Filadelfia (Estados Unidos) y le realizó la cirugía de manera totalmente gratuita. En su ojo izquierdo aún no tiene visión y necesita otro trasplante, para el que no tiene los medios para hacerlo.

“De no ver nada durante casi 8 meses, hizo un cambio enorme en mi vida porque hasta que yo estaba ciega era totalmente dependiente porque yo no podía hacer absolutamente nada, no podía comer, no podía ir al baño, porque nunca es lo mismo cuando vos sos no vidente desde que naces a quedarte ciega cuando ya sos grande, era un mundo totalmente distinto al que yo estaba acostumbrada”, dijo.


“Poder hacer ver a una persona que estaba ciega no tiene precio”

En este sentido, detalló que ella heredó de sus padres adoptivos un departamento donde vivía pero el que tuvo que vender para solventar los gastos de logística y traslado de la córnea desde el país del Norte de América.

“Ahora estoy viviendo en el Loteo San Benjamín, en zona sur sobre ruta 21, al frente de Limache, que me prestaron en forma muy precaria, no tengo luz, no tengo agua potable, no tengo cloacas, incluso ya dos veces se me infeccionó el ojo debido a la poca higiene”, expresó.

Sandra contó a este medio que intentó inscribirse en el organismo provincial pero no cumple con los requisitos, principalmente el de no tener una pareja o vivir en concubinato. “Por ser trasplantada y al no tener viviendas, me gustaría que ellos me tomaran en cuenta, me puedan anotar y darme la posibilidad de tener una casa digna, no porque me lo merezca, sino porque lo necesito por mi situación. Yo vivo con una persona que me ayuda pero con quien no tengo una relación sentimental”, explicó.

Asimismo, se refirió al microemprendimiento que empezó al principio de la pandemia, que le permite al menos tener ingresos para subsistir. Con la ayuda de su compañero, vende unas lámparas muy especiales, fabricadas con cuencos y sal del Himalaya.

“En un principio empezamos a vender lámparas que eran con cuencos rústicos, pero como yo nunca me quedé quieta, empecé a pintarlos y no solamente ahora las pinto sino que les hago puntillismo. Es una técnica muy difícil porque tenes que poner punto por punto pero muy distanciado para que quede estéticamente bien”, manifestó.

Los cuencos son realizados en los Valles Calchaquíes, hechos con la mica extraía de los cerros, y la sal es importada desde Pakistán. “Son 100% originales, por eso es que tuvimos tanto éxito con el tema de las lamparitas. Tenemos ya una cartera de clientes que nos piden, llevamos a todos los barrios”.

La técnica para pintarlos la aprendió a través de un tutorial de Youtube y con mucha práctica. “Primero me costó y luego practiqué y me fue saliendo. Empecé con dos colores y ahora tengo más de 50 colores de acrílicos, sobre todo nos gustan los colores llamativos, que son energéticos. La vendemos al módico precio de $800”.

La mujer resaltó que a sus productos los hace con mucho amor y buena energía, la que espera se trasmita a todos los hogares donde llegan las lámparas. “Pido que donde vaya ilumine e irradie energía en el hogar, porque en tiempos convulsionados en los que estamos, en nuestros tiempos de pandemia, donde hay tanta ansiedad, tanta patología que tenemos, estas lamparitas producen el proceso de calma, de relajación”.

Quienes quieran conocer más sobre las lámparas, que ya se vendieron en varias provincias del país, pueden visitar la página de Facebook Kalma lámparas de sal del Himalaya.