Secuestro extorsivo: Con un relato inverosímil, Mario Campos dijo ser el líder y negó el hecho
Mario Campos, quien se presentó como mentor y jefe de la banda, descartó el secuestro con una versión que estuvo dirigida a desvincular a su hermano y a su tío, adjudicándole mayor culpa a Toledo, quien declararía la semana que viene.
En la quinta semana de audiencias del juicio oral y público que se sigue por el secuestro extorsivo del empresario Víctor Giménez, Mario Campos, el Tribunal Oral Federal 2 escuchó a Mario Campos, sindicado como el principal acusado.
El imputado junto a hermano Franco, su tío Héctor Rodríguez y Ezequiel Toledo, son juzgados por el delito de secuestro extorsivo, doblemente agravado por la edad de la víctima y por la participación de tres o más personas, en calidad de coautores.
Mario Campos y Toledo, además, deben responder por los delitos de resistencia y atentado a la autoridad, calificación que surge de la fuga y persecución que protagonizaron el 30 de noviembre del 2021, cuando se frustró el pago de cinco millones de pesos, en concepto de rescate.
Como se sabe, los cuatro acusados fueron detenidos entre el mismo día del secuestro y el siguiente, en el marco de una investigación conjunta entre el Área de Casos Complejos, a cargo del fiscal federal Ricardo Toranzos y el fiscal penal 2 de la Provincia, Ramiro Ramos Ossorio.
Desde el 5 de octubre pasado, en tanto, se lleva adelante el juicio, en el que ya declararon numerosos testigos, de los cuales se destaca el testimonio de la víctima, quien aportó un relato conmovedor del rapto, el cautiverio y otras escenas violentas sufridas a manos de los acusados.
Frente a este relato y el de otros testigos, entre ellos los policías que realizaron las tareas de campo e inteligencia del caso, este miércoles, Mario Campos pidió declarar. Sin inmutarse en nada, el joven se sentó ante los jueces y reconoció su rol de líder de la banda.
Afirmó que todo fue para robarle la camioneta a Giménez y que su botín era una promesa de pago de un millón y medio que le había hecho un supuesto comprador, coartada con la cual buscó reducir la pesada escala penal que está en juego.
Cabe recordar que la fiscalía estimó un pedido de penas que van de 12 a 17 años de prisión. Semejantes números para los acusados, quienes -con excepción de Rodríguez- no pasan los 30 años, es lo que más preocupa a las defensas, en especial porque a lo largo del debate, la carga probatoria de la fiscalía no dejó resquicio para filtrar alguna duda.
Giménez, su hijo, los policías que investigaron el caso, los vecinos y la prueba documental, entre ella los mensajes entre dos de los acusados y otros informes, como el que da cuenta del perfil psicológico de cada uno, fueron totalmente adversos para los imputados y no hicieron más que reafirmar que, desde un inicio, el plan delictivo era secuestrar al empresario para pedir el pago de un rescate millonario.
Mal menor
Ante la contundencia de la prueba producida en el debate, Campos no tuvo otra opción que ir por el mal menor a fin de reducir así el efecto de la acción penal, para lo cual asumió su responsabilidad incriminó a Toledo, para dedicar su mayor esfuerzo en ensayar un relato que favorezca a su hermano y a su tío.
Aunque se esforzó por hacer creíble su versión, sus gestos faciales demostraron todo lo contrario. A medida que comenzó a explicar lo sucedido el día en que capturaron al empresario, quedó en evidencia que su relató se acomodaba en función de la declaración de Giménez y los testigos que más lo complicaron.
Su narración dejó varios huecos, los que quedaron en mayor evidencia después del interrogatorio de la fiscalía. Fue en esas circunstancias, casualmente, en las que Campos se mostró más nervioso, al punto tal de descalificar a Giménez tratándolo de “mentiroso”, cuando incurrió en contradicciones.
Eso sí, en todo momento se encargó de dejar en claro que su hermano Franco y su tío Héctor Rodríguez no tuvieron nada que ver, algo poco creíble dado el rol que tuvieron ambos en el raid delictivo. La desesperación por salvarlos, lo llevó a rebajar la personalidad de ambos al nivel de súbditos, que cumplían sus órdenes sin chistar.
Como en esas películas de acción en la que se hace alusión a “un amigo”, cuando no se quiere decir nada, Campos sostuvo que la idea del robo del rodado de Giménez provino de un gitano que, después de mucho insistir por parte de la fiscalía, agregó que era de apellido Guerra, sin dar más datos que permitan suponer que esa persona existe realmente.
Si aclaró, en cambio, que este gitano era el fan número uno del equipo en el que juega, pues iba todos los fines de semana a verlo jugar y que, en una de esas tardes, post partido, se le acercó y así, de la nada, le dijo que compraba vehículos robados.
Esta charla, según explicó, germinó la idea de robarle la camioneta Mercedes Benz de Giménez, la que vio en la empresa cuando iba, gracias a una tal Vanesa, amiga de un familiar que le facilitó la venta de insumos de limpieza, que todos los días llevaba a las instalaciones de El Cóndor.
Sobre cómo se enteró de otros datos del empresario, como el hecho de que su mujer estaba enferma, dijo que fue gracias a los choferes, quienes hablaban de más en la garita de la empresa, donde él siempre estaba y nadie lo corría dado que su padre trabaja en dicha empresa.
Siempre en papel de jefe, explicó como ideó la captura de Giménez, en el mismo lugar descripto por la víctima, pero sin las escenas de violencia aludidas por el empresario, quien sostuvo que fue golpeado por uno de los captores.
Al incorporar a su relato a los otros acusados, Campos dijo que eligió a Toledo como su secuaz en vista de que sabía, por otros amigos en común, que andaba en asuntos ilegales, ofreciéndole 300 mil pesos si lo ayudaba a dar el golpe e incluso medio millón si todo salía bien.
Respecto a su hermano y su tío, quienes participaron en el traslado al lugar del rapto, la contratación de la habitación donde mantuvieron cautivo a Giménez en el barrio Los Paraísos y el cobro del rescate, dijo que ellos no sabían nada y que dado el grado de sumisión de Franco era total, lo ayudo sin preguntar nunca nada, mientras que, a su tío, lo presentó como una víctima.
Sobre el pedido de dinero a la familia, dijo que eso fue idea de Giménez, quien lo propuso a cambio de que no le vendieran la camioneta. En este tramo, dijo que el gitano le había dado los papeles falsos usados para intentar vender la camioneta en la concesionaria de Luis Plaza, quien declaró en el debate y dio detalles de esa maniobra.
Este argumento, que explica la incorporación al relato del gitano, fue motivo de varias preguntas por parte de la fiscalía, lo que llevó a Campos a caer en numerosas contradicciones y explicaciones insólitas, pues no tenía sentido que el gitano, comprador del rodado, le proporcione la documentación trucha.
En cuanto al pedido de rescate de 5 millones de pesos, otro gran inconveniente de explicar, Campos directamente lo evitó y adjudicó esa negociación a Toledo, quien quedó como “el pato de la boda”, aunque no se descarta que la semana que viene declare y aclare su rol en el hecho y la fama que le asignaron.
El resto del relato, fue un libreto bien acomodado que, ante cada tramo difícil de explicar, se compensó con la aparición de un tercero desconocido, con datos imposibles de comprobar, o descalificaciones a la víctima. Tampoco las defensas ofrecieron algún testigo para sustentar la versión.
En definitiva, la declaración de Campos, pese a su esfuerzo por mostrarse verídico, dejó una sensación de inverosímil de inicio a fin, sobre todo después del interrogatorio de la fiscalía y la querella, pues desde que comenzó el juicio, los cuatro acusados articularon miradas y gestos de negación o aprobación, cada vez que la víctima u otros testigos lo dejaron al descubierto, con lo cual está claro que están al tanto de la participación de cada uno en el secuestro.