¿Un relato armado? La declaración de Figueroa no coincidiría con la autopsia
Por horas se espera conocer los resultados del avance de la investigación en torno al femicidio de Mercedes Kvedaras, ocurrido el 4 de agosto en el barrio privado El Tipal. Si bien su esposo, José Eduardo Figueroa, confesó el crimen sospechan de muchas inconsistencias y las esperanzas están puestas en las cámaras de seguridad de la casa donde todo ocurrió.
De lo que trascendió respecto a la única declaración que brindó sobre el femicidio de su mujer, el abogado solo habría aportado un relato parcializado, sin rastros de arrepentimiento en ningún tramo, al menos evidentes, pues el único momento emotivo protagonizado fue dirigido a su propia familia, cuando sostuvo que “no los volvería a ver más”.
El viernes pasado, en las frases medidas que brindó ante la jueza Victoria Montoya, el femicida de El Tipal sí fue claro al dar a conocer una supuesta infidelidad de su víctima, lo que dijo sin rodeos ni llantos. “Discutimos, me dijo que estaba con otra persona, pero no me dijo quién era y me nublé”, afirmó.
Como era de esperarse, el acusado esperó recién a la segunda audiencia para hablar, y lo hizo ya acompañado de un abogado, nada más y nada menos que Juan Casabella.
Tal vez como un modo de justificación ante el dramático hecho, sus primeras palabras fueron para manchar el nombre de su víctima, al asegurar que estaba con otra persona, en un intento de que esa supuesta confesión que le hizo Mercedes haya fungido como un disparador para su posterior conducta homicida, algo que la defensa necesitaría dejar sentado para luego edificar sobre ello una alteración mental e incluso una paranoia, una de las puertas para sentar las bases de un brote psicótico.
Imprecisiones
En un análisis más profundo, no quiso hondar detalles de la intimidad familiar, y se dedicó a hablar de la discusión que tuvieron y llevó al fatídico desenlace. Se justificó al decir que “me nuble”, con lo cual volvió a cerrar el relato, tal vez porque ya no le era favorable.
Sostuvo que producto de la discusión llegaron hasta el baño, que forcejearon y que allí se le tiró encima, para luego darse cuenta que “no reaccionaba”.
Pero ¿Cómo fue que llegaron al baño? Acaso no es el lugar que muchas mujeres, en un contexto de violencia buscan como refugio. Si Mercedes corrió al baño es porque probablemente estaba atemorizada, incluso no se puede descartar que ya había sido objeto de alguna lesión física, la que la puso en fuga.
Ese contexto si encaja que Figueroa se le haya tirado encima, pues quiere decir que iba por detrás, como quien persigue a su presa. Además, no es nada menor que después de eso, Mercedes ya no se levantó más. A contrapartida de este relato sesgado, el letrado sí reiteró que fue entonces cuando se autolesionó.
Pese a ello, esas heridas, no le impidieron preparar el cuerpo de su mujer, como se dijo en una sábana, subirlo al baúl del auto de ella y se dirigió a otra propiedad perteneciente a un familiar, dentro del barrio privado, desde donde habría enviado un mensaje a un amigo que, paradójicamente, le salvó la vida, pues cuando llegó en su auxilio lo encontró aún con vida.
Con este breve relato, que no llega a ser una confesión, sino una simple descripción de la muerte de su esposa, Figueroa volvió a guardar silencio a la espera de que, ahora, su defensor avance con la estrategia elegida, la cual apuntaría a probar una demencia mental, o bien, un homicidio en estado de emoción violenta, para con ello evitar la pena máxima.