La noche de éxtasis de Javier Milei y las confesiones de Cristina Kirchner en un asado con Sergio Massa
Un asesor de Javier Milei se metió en Google el viernes a la noche y escribió: “Grande, Pa”. Buscó el rating de la serie que marcó un hito en la televisión de los años noventa y lo comparó con la cadena nacional del Presidente en la apertura de sesiones del Congreso. Los 50 puntos que acumuló Milei entre el cable y la TV abierta dejaron en estado de excitación a los libertarios, que se fueron a dormir muy tarde y -decían- con la certeza de que el anuncio, la puesta en escena y el rebote de la disertación descolocó a la clase política tradicional y la puso frente a un nuevo desafío. El primer mandatario lo planteó como la última oportunidad para una negociación. La pelota, ahora, quedó en manos de sus oponentes.
Milei pareció así recuperar la iniciativa después del fracaso de la Ley de Bases y cuando la oposición se preparaba para voltear en el Senado el Decreto de Necesidad y Urgencia que promueve la desregulación de la economía y la reforma de más de 300 leyes. El Gobierno retrocedió un paso y buscó avanzar dos para impedir, también, que el Parlamento se abroquele, como ya estaba pasando, y La Libertad Avanza quede presa de no poder sacar ninguna ley. Realpolitik.
Los golpes dejan lecciones. Es la primera vez desde la presidencia de Raúl Alfonsín, en 1983, que el Poder Ejecutivo manda un proyecto al asumir y no pasa el filtro de los legisladores y, a la vez, la única en la que un DNU puede ser rechazado. En la Casa Rosada apuestan a dar vuelta la página y a ganar tiempo mientras ejecutan a sangre fría un feroz ajuste del gasto que augura una recesión asfixiante. Pero una cosa son los anuncios y el rating y, otra, el complejo entramado político que el Gobierno descubrirá con miras al 25 de mayo, cuando Milei pretende firmar con los gobernadores y ex presidentes, en Córdoba, un pacto de diez puntos.
El jefe de Estado lanzó la convocatoria, pero apenas dejó el recinto retomó el estilo que lo caracteriza y avisó que no confía en los gobernadores. “Hago una apuesta a que me demuestren que estoy equivocado y que están dispuestos a ceder sus privilegios de casta”, aseveró.
El discurso, de todos modos, causó un buen impacto, incluso, entre los representantes de las provincias más rebeldes, que acaso esperaban una estocada detrás de la otra y ninguna demostración de buena voluntad, como se especuló en el chat que los nuclea, en el que el cordobés Martín Llaryora llegó a preguntar si era conveniente asistir al Congreso. Le contestaron que no podían dejar la butaca vacía. Uno de los primeros en hacerlo fue Ignacio Torres, de Chubut, que había liderado el alzamiento general por el no envío de fondos a su provincia. Muchos opinaron parecido. Los asistentes fueron doce. Justo, la mitad, como si hicieran falta más muestras de una sociedad partida en dos desde hace ya tantísimos años.
Mauricio Macri habló con varios de los caciques provinciales para asegurarse de que no faltaran (¿será cierto que era uno de los pocos que sabía el contenido central del discurso?) y fue el primer dirigente importante en publicar un tuit a favor de la convocatoria oficialista. Ahora, el fundador del PRO espera un gesto presidencial. Sugirió una foto de Milei con los tres mandatarios del PRO: Torres, Rogelio Frigerio y Jorge Macri.
¿Y los gobernadores peronistas? A la mayoría le quedó una duda que también envuelve a sus pares más cercanos al oficialismo: ¿Los convocó a discutir un acuerdo o, simplemente, a firmarlo? Más: ¿Es posible sancionar la Ley Ómnibus, como exigió Milei, para que el encuentro en Córdoba pueda concretarse?
Los mandatarios, algunos todavía en trance por la quita de desembolsos discrecionales a sus provincias por parte de Nación y por una recaudación que comienza a afectar seriamente sus cuentas, prefirieron expedirse de modo corto y conciso. Y otros solo hicieron silencio, como Axel Kicillof, al que se lo notó incómodo cuando las cámaras le hacían un primer plano. El bonaerense hablará mañana en la inauguración de las sesiones ordinarias de la Legislatura de La Plata. “Se tomó el fin de semana para pensar. Se va a expedir sobre la convocatoria nacional en su discurso”, dicen a su lado. Consultará su posición, como hace en cada tema trascendente, con Cristina Kirchner, que no se aparta ni un segundo de la coyuntura.
El domingo pasado, la ex presidenta se reencontró con Sergio Massa, su último candidato a presidente, derrotado por Milei en el balotaje. Fue en un asado en un quincho ubicado sobre la costanera de San Fernando y como parte de una apuesta que el ex ministro de Economía le tuvo que pagar a Eduardo de Pedro después de que Tigre perdió con San Lorenzo, una semana antes, por dos a cero.
La invitaron a Cristina y ella dijo que sí enseguida, una muestra más de hasta qué punto está activa e interesada en la rosca política. No es frecuente que salga de noche, menos al Conurbano, y el domingo lo hizo. Tampoco para de recibir gente en sus oficinas del Instituto Patria. Quienes la conocen mucho sostienen que está teniendo el mismo comportamiento que después de la derrota de Daniel Scioli con Mauricio Macri. Que nadie se haga los rulos, podría decir: su retiro puede esperar.
El intendente local, Juan Andreotti, que venía de una actividad de gestión y llegó último al asado, se sorprendió al entrar y ver a la jefa. También estaba la diputada massista Cecilia Moreau. Máximo Kirchner solo pasó a saludar. Frente a ellos, Cristina se mostró intrigada por el rumbo del Gobierno, pero sobre todo por el estilo Milei, que la desconcierta, al punto de haber consultado a gente que lo ha tratado mucho para saber si “es loco o se hace”.
De a ratos, Cristina valora su valentía, su coraje para decir y hacer lo que piensa, algo que -por ejemplo- jamás le reconocería a Mauricio Macri, por quien profesa un rechazo visceral, muy parecido al odio. Pero en general la asaltan las dudas y advierte de la velocidad de la descomposición social. Cree, en efecto, que no hay forma de que salga bien la apuesta del libertario, por más que pueda bajar la inflación. Le pregunta a los intendentes por la recaudación, que cae en la mayoría de los municipios, y plantea un futuro sombrío si los salarios siguen perdiendo la carrera contra los precios. “No se ve la salida”, dijo en el asado.
En la cita de San Fernando los comensales también se mostraron preocupados por la inseguridad en tierra bonaerense, que podría crecer -todavía más de lo que ya se ve a diario- si la recesión se agudiza. Cristina está inquieta por el futuro de Kicillof, con quien si bien ha tenido algunos cortocircuitos que no trascendieron no deja de conversar nunca.
Se pregunta qué pasaría si la Justicia no fallara en favor de la Provincia después de la quita que hizo la Nación del Fondo de Fortalecimiento Fiscal. Un fondo que Alberto Fernández le quitó a la Ciudad y le otorgó a Kicillof en 2020, en plena pandemia, con la excusa de un aumento para la Policía Bonaerense, que se había sublevado. Hoy representan unos 873 mil millones de pesos. Cristina propone que los gobernadores se unan.
¿Es factible la dolarización?, le preguntaron en la cena de San Fernando. Es un tema que atrapa a la ex presidenta. Ha consultado a economistas y a empresarios. Cristina se opone, pero a la vez avizora que podría ser el camino elegido por Milei más temprano que tarde, más si en marzo o abril el Banco Central se ve obligado a una nueva devaluación.
La cuestión sobrevoló el documento de 33 páginas que presentó el 14 de febrero. Un texto que pulió durante treinta días y que, antes de su difusión, pasó por el filtro de la inteligencia artificial. Así se lo contó, jocosa, a sus principales asesores: “El Chat GPT me lo resumió mejor que todos ustedes”. Por Santiago Fioriti /Clarín