"Se van a matar por la plata", había anticipado Lanata: 126 días de angustia y guerra familiar
Hay una película sobre Jorge Lanata que quedó a mitad de camino. La escritora y periodista Marisa Grinstein se reunía en secreto dos veces por semana para exprimir en conversaciones biográficas al hombre que a los 56 años descubrió que era hijo adoptado.
El proyecto de ficción de Disney+ sobre el periodista no contemplaba una curva inesperada en el guión. Entre tubos de oxígeno, suturas y terapias intensivas, el protagonista, frágil, como epicentro de un tironeo familiar.
Cuando el 14 de junio ingresó al Hospital Italiano por un estudio programado, Lanata no imaginaba 126 días de internación ininterrumpida. Tampoco que en esa prolongada estadía explotaran hechos periodísticos como la denuncia de Fabiola Yañez a Alberto Fernández por violencia de género, el "sillón-gate" de la Casa Rosada o el debut de un argentino en la Fórmula 1.
Pero el golpe de asombro para el hombre que firmó su primera nota a los 12 años y que a los 14 ya era escritor de informativos radiales no tiene que ver con la actualidad política, económica, deportiva.
Una batalla de su núcleo lo tiene como "comidilla" de horas de programación y paneleo. En el medio, los médicos maniobrando entre la vida y la muerte como relojeros artesanos en cuatro operaciones en apenas siete días.
De un lado del enfrentamiento, la actual esposa, Elba Marcovecchio (dos años de casados, cuatro de relación); del otro, las hijas del periodista, Bárbara (de la relación de Jorge con la productora Andrea Rodríguez), y Lola (del matrimonio con Sara Stewart Brown, "Kiwi").
El 10 de septiembre, cuando Lanata (64) fue trasladado a la clínica de neuro-rehabilitación Santa Catalina, la disputa tomó fuerza más allá de acusaciones mediáticas cruzadas y pasó a ser un expediente judicial en el que se investigan delitos como robo y malversación de bienes.
En 67 páginas, se leen cuestiones como que las hijas de Lanata aseguran que la conducta de Marcovecchio afectó la salud y el patrimonio de su padre. Detallan, por ejemplo, gastos en tarjeta por "dos millones de pesos en una joyería".
Antes habíamos visto videos sin audio que se volvieron virales. Elba abría cajones del escritorio de su marido. Fue una declaración de guerra pública.
Desde entonces, ocurrieron hechos insólitos como aquel en el que la jueza Lucila Córdoba concedió la solicitud de Elba y prohibió a los medios nombrar a Jorge Lanata. El bozal a la libertad de expresión fue dejado sin efecto días después.
El "primer anillo" le llaman a ese entorno que aún con sus divisiones hace malabares para acompañar desde hace 127 días. Facundo es otro personaje fundamental al que puede verse seguido por el hospital: "Más que su chofer, es su brazo derecho e izquierdo y las mismísimas piernas de Jorge", lo definen.
Otra incondicional de Lanata es Margarita Perata, histórica productora, una "amiga-hermana" que funciona como su "bastón" laboral. Completa el cuadro Martina, una asistente.
Lanata, años atrás, junto a Bárbara y Lola, sus dos hijas. Lanata, años atrás, junto a Bárbara y Lola, sus dos hijas.
En las últimas horas, "Kiwita", la artista plástica que estuvo en pareja durante dos décadas con el fundador de Página 12, apeló a un poder que el periodista le había entregado y revocó el que tenía Marcovecchio, lo que profundizó más el enfrentamiento.
La acción, explicó en redes sociales Sara, intenta revertir la decisión de cesantear a empleados que trabajaron con él durante más de 20 años.
"Decidí usarlo, ejerciendo la facultad de revocar un poder en particular, porque ese poder que revoqué se estaba usando para hacer cosas que Lanata jamás hubiera hecho, contra personas a las que nunca hubiera perjudicado", escribió Stewart.
"Tengo la certeza de que Lanata no estaría de acuerdo en que la gente que lo acompañó fiel y amorosamente por más de 20 años y que ya es parte de su familia, se quede sin cobrar un sueldo, incluso aunque una ley se lo permita. Lanata no piensa ni actuó jamás de esa forma", agregó.
No dio detalle de los empleados en cuestión, pero se trataría de su chofer, su asistente personal y la encargada de administración de sus cuentas.
Lejos de lo legal, Stewart Brown parece tener otro "poder", cierta "ventaja", el vínculo inquebrantable.
A sus 20 años, se acercó hasta los estudios donde Jorge conducía Día D y como admiradora le regaló una botella de su whisky favorito, con una carta.
Fue el comienzo de un lazo que se vio atravesado por más que el nexo de un hijo: la donación de un riñón por parte de ella.
En 2015, Jorge necesitaba un riñón para dejar de depender de la diálisis. Ella decidió donar el suyo, aunque no eran compatibles.
La alternativa fue lo que en Estados Unidos se llama sistema Swap, mediante el cual dos o más parejas de familiares intercambian donante y receptor. Fueron autorizados para esa "donación cruzada", el procedimiento se realizó en el Hospital Universitario Fundación Favaloro y eso selló un nivel de fortaleza en el vínculo que ni el divorcio quebró.
En las últimas horas, Marcovecchio respondió con una carta documento a la revocación del poder que le hizo Sara.
"Rechazo su carta documento por maliciosa e improcedente", comienza el texto. Y continúa: "Su comportamiento, lejos de la hidalguía que la guió en el año 2016, encierra una actitud de irrespeto de las decisiones libres que ejerció Jorge, por ejemplo casarse y otorgarme un poder para que dirija el barco en su ausencia".
"Lamento profundamente que se arrogue facultades que no le pertenecen, entre ellas cuestionar los actos conservatorios del patrimonio de mi marido que me fueran confiados por ser su esposa por el poder otorgado y por ser cotitular de la cuenta bancaria. Procuré ajustar costos para seguir pagando su opulenta cuota alimentaria en su integridad sin siquiera reducirse... En conclusión, rechazo su revocación de poder cuyo único fin es económico".
Después del escrito, en redes sociales, la abogada Marcovecchio lanzó otros dardos. "No he sido yo quien ha iniciado este doloroso enfrentamiento, cuyas razones solo reflejan lo que alguna vez me dijo Jorge: ‘Se van a matar por la plata’. Se quedó corto".
Una herencia y un caos
En más de 3.000 horas de internación desde junio, la "trituradora" de hechos que es Argentina no tuvo la mirada afilada del marplatense criado en Sarandí que el año pasado coqueteó con la muerte.
“Estuve en el viaje más extraño de mi vida, un lugar que no sé cuál es y en el que no quiero quedarme", le dijo entonces a Clarín tras el coma inducido.
Este último "aterrizaje" en el hospital lo tuvo flotando entre los momentos de lucidez y los propios de quien descansa en una terapia intensiva y puede atravesar lapsos de confusión temporal.
Antes del cuadro de isquemia intestinal por el que tuvo que ser intervenido, recibió la visita de su compañero de radio Mitre Gabriel Levinas y hubo una conversación de una hora y media. "Absolutamente lúcido, preciso, pertinente con las palabras, aunque de respuestas cortas", cuenta Levinas.
De fondo, se veía en el televisor una serie estadounidense. "Me divertí, me fui contento, hablamos hasta de Medio Oriente y él me dijo que consideraba que esa situación no se iba a terminar nunca. También hizo referencia a alguna cosita de Milei. Su cabeza funcionaba muy bien".
Algo llegó a saber Lanata de los roces y desacuerdos familiares, pero en sus momentos de lucidez no llegó a dimensionar el calibre de la situación. "Se entristecería mucho si supiera cada unas de las cosas que pasaron", aporta una fuente del entorno que pide anonimato.
El patrimonio de Lanata comprende, entre otros bienes, un piso en el Palacio Estrugamou, un hito arquitectónico de 1924 en el que vivió Carlos Gardel, y una gran colección de arte.
"No es Eduardo Costantini, pero tiene piezas muy valiosas, un muestrario nada despreciable", cuenta una fuente sobre las obras que duermen en el edificio de Juncal y Esmeralda, Retiro, y en otros puntos.
Amante más que nada de la geometría y de lo abstracto, su colección, sin embargo, reúne un poco de todo. "Fue refinando su gusto. Su inventario tiene apellidos como Magariños, Melé, Boto, Torres García, Kosice. Pero también algo de Berni, de Macció. Y el último tiempo empezó a fascinarse con los maestros de La Boca, Lacámera, Quinquela, mucho motivo marino".
Atrás quedaron las fotos felices de archivo en las que "Kiwi" -apodada por Jorge así, en relación a un tipo de ave no voladora, de plumas particulares- celebraba la nueva unión de Lanata. O la curva de la sonrisa hasta la sien que se le dibujaba a Elba rumbo al altar, mientras lucía su vestido de novia en un diseño de Gino Bogani.
A la compleja y delicada situación de salud se le suman, minuto a minuto, lanzas legales, réplicas, contraataques.
La última columna de Lanata en Clarín fue, curiosamente, el Día del Periodista (7 de junio). La picadora de carne noticiosa nacional siguió su curso sin uno de los más populares analistas. A ese "gran meme" que es nuestro país, le falta el ojo de Lanata. La noticia ahora es él, aunque no de la forma en que a él le gustaría. /Clarín