Quieren penar el piropo callejero con multas de 3 mil hasta 30 mil pesos

Hasta ahora sólo es contravención, en la Ciudad de Buenos Aires y otros distritos.

Legislativa 22/03/2018
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La Cámara de Diputados debatió un proyecto que penaliza el acoso callejero: llegó al recinto y volverá a la comisión de Legislación Penal para afinar el texto. Quieren que se fije con mayor precisión cuándo se trata de un caso de acoso.

En principio, establece multas de 3 mil a 30 mil pesospara aquel “que mediante gestos, expresiones, palabras, contacto físico indebido o arrinconamiento, con connotación sexual, perturbare, en lugares públicos o de acceso público la dignidad, libertad, integridad física, psicológica, sexual o el libre tránsito de una persona, con motivo del género, identidad u orientación sexual de la persona ofendida”. Una vez que logre dictamen de comisión, el proyecto volverá a tratarse en sesión y, de aprobarse, pasará al Senado.

El proyecto establece que para las sanciones resultaránagravantes que la víctima sea menor de 18 años o que el acosador sea funcionario público o miembro de una fuerza de seguridad. 

Además, de la multa económica, los condenados estarán obligados a realizar un taller sobre violencia de género. “El acoso callejero es la forma más extendida de la violencia de género. Que el Estado empiece a entenderlo de esa manera es un gran paso para su erradicación”, dijo la diputada Olga Rista (UCR), una de las autoras del proyecto. Este es resultado de la unificación con el que había presentado Victoria Donda (Libres del Sur).

Uno de los diputados que intervino en el debate fue Daniel Filmus (FPV), quien pidió la incorporación de una “campaña de concientización” para erradicar el acoso callejero.

La titular de Legislación Penal, Gabriela Burgos (UCR), decidió la vuelta del proyecto a comisión a pedido de varios legisladores, quienes habían reclamado esas precisiones. “Manifestaron reparos por tratarse de un tipo penal muy abierto y de difícil prueba”, dijo la diputada.

Aunque funcionarios, organismos, y campañas luchan para erradicar esta forma de violencia, todavía hay hombres que dicen “piropear” porque “les gusta halagar a las mujeres” y creen que a ellas “les agrada”. Esa mirada masculina en torno al tema fue indagada por la Universidad Abierta Interamericana (UAI) en una encuesta con 1.567 argentinos. Entre los resultados, llama la atención que aunque el 85% de las mujeres recibió alguna vez un silbido o bocinazo en la calle y el 72% escuchó comentarios acerca de su cuerpo, sólo el 7% de los hombres reconoce tener este tipo de actitudes.

Nadia Ferrari, miembro del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), opina que “es poco que nada más que un 7% de los encuestados haya asumido que le dice algo a las mujeres en la calle”. En 2015, el mismo estudio recogió que el 31% de los hombres declaró silbar o gritar a las mujeres que no conoce. La cifra cayó en 2016 a 3%.

Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), pone el foco en que -al momento de ser encuestados- los hombres ocultan este hábito. “No lo dicen porque saben que pueden ser censurados. Los que reconocen que dicen piropos creen que a las mujeres nos gusta porque tienen esos valores culturales que les son trasmitidos”, remarca.

Al consultarle a esos hombres cómo creen que las mujeres reciben sus gritos y silbidos, el 62% dijo que “les agrada”, mientras que el 15% reconoce que les molesta y el 4,3% que les da miedo. En 2016, el 77% de los hombres había considerado que “les agrada”, lo que representa una leve mejora a la hora de interpretar cómo se sienten ellas.

“Sin embargo, el porcentaje sigue siendo muy alto en contraposición a lo que declaran las propias mujeres: más del 98% experimenta sentimientos negativos”, remarcan desde la UAI. Cuando sufren este tipo de situaciones, las mujeres dicen sentir bronca, rabia o ira (35%), miedo e inseguridad (26%), asco (25%), o angustia (11%).

Los hombres perciben todo lo contrario. Ante la pregunta de “¿cómo reaccionan las mujeres ante esa actitud suya?”, el 45% respondió que “les gusta, las halaga”, el 29% que “lo ignoran”, el 10% que “ponen cara de disgusto”, el 4% “lo ignoran, pero les da miedo” y el 2% que los insultan.

“Esta práctica de los hombres siempre fue considerada un piropo, como parte de la galantería del hombre argentino. Recién desde el movimiento de mujeres se empezó a encuadrar el mal llamado ‘piropo’ dentro de una categoría como acoso callejero. Tal vez nosotras, como receptoras de ese acoso, lo vemos mucho más claro que ellos. Todavía ellos lo ven como una galantería”, señala Ferrari.

Por su parte, Bianco explica que “los hombres no cambiaron sus hábitos y menos sus creencias, que son culturalmente transmitidas: ‘que a las mujeres nos gustan los piropos aunque lo neguemos’. Esta cultura es la misma que dice ‘el no de las mujeres es un sí’. Esto nos dice que los valores culturales patriarcales o que valoran más a los varones que las mujeres no cambiaron aún”.

Y continúa: “Necesitamos que se trabaje más la deconstrucción de estos valores, ya que ahora las mujeres tienen miedo porque los piropos inocentes en muchos casos se vuelven agresivos, insistentes, e incluso provocan abusos en muchas chicas”.

Respecto a por qué motivo eligen tomar esa actitud, los encuestados dijeron hacerlo porque “me gusta halagar a las mujeres” (65%) y porque “me provoca su manera de vestir” (17%). Así, el 65% de las mujeres tiene en cuenta la ropa que se va a poner para evitar llamar la atención. O sea, dejan de ponerse lo que quieren o lo que les gusta.

Aunque se denuncia poco y nada, en la Ciudad de Buenos Aires el acoso callejero es considerado una contravención. En diciembre de 2016 aprobaron una ley que dictaminó una pena de dos a diez días de trabajo de utilidad pública y multas de 200 a 1.000 pesos a quien acose sexualmente a otro en lugares públicos o privados de acceso público, "siempre que el hecho no constituya delito", caso en el que será juzgado por un Tribunal de Justicia.

Varios casos recientes pusieron al tema en los medios. En mayo del 2017, por primera vez en el país, le ordenaron a un taxista aprender a respetar a las mujeres.

En febrero de este año, Débora Garay (26) padeció en el transcurso de unos pocos minutos dos situaciones de abuso: primero un motociclista la manoseó en la calle y luego, cuando se metió en el subte para encontrar refugio, se encontró con un hombre que se masturbó delante suyo.

El martes de la semana pasada, echaron por la ventana del colectivo a un acosador en Monte Grande. Tres días después, un hombre peleó "a los mazazos" con los obreros que acosaron a su hija de 15 años desde una obra en construcción. Y la lista continúa.

"La palabra clave es el respeto. Hay que seguir enseñando a no gritarle cosas a las chicas en la calle. Y no hay que interpretar esto como: ’Uh, ya no se puede decir ni un piropo, ni un chiste’. Realmente no es la forma. Las chicas se sienten incómodas, incluso desde edades como los 9 años. Este tipo de gritos, ya sea desde un ’chau linda’ hasta cosas mucho más fuertes, genera incomodidad a la mujer y no estaría cumpliendo el propósito de halagarla", concluye Ferrari.

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