Los superhéroes también mueren

El balón naranja rebota en el piso de madera y suena una melodía de tambor. Es música, es arte. El balón rebota una y mil veces a la par de los latidos del corazón. Es recíproco. Hay vida mutua.

Opinión 29/01/2020
kobe bryant

Él era un niño y pensaba que el balón, era lo único, lo máximo, un objeto con vida eterna. La compañía perfecta. Una esfera que impacta el tablero y recorre el aro con efecto para luego sentir excitación al ver flamear una red y volver a tenerla  en las manos.

Mientras pasaba la niñez, llegó la mejor enseñanza. El balón que tanto amaba empezó a despegar sus gajos, a sentir lastimaduras en su piel, perder tamaño. Hasta que un día dijo basta. Las cosas como las personas, tenían un final.

En su adolescencia, su espíritu competidor, su talento innato, su alma generosa se preguntaron el sentido de la vida. Las ambiciones, el orgullo, los sueños, el deseo, pactaron como obligación dejar un legado. Sin importar el costo, ni el camino a recorrer, ni la vida misma. Fue un viaje prodigioso, empujado con la necesidad imperiosa del mundo del basquetbol en suplir la ausencia del mejor deportista jamás visto, un tal Michael Jordan.  El circo necesitaba una referencia, un ídolo a quien adular, un animal diferente al resto.  

kobe



Durante el trayecto, la dificultad más grande que tuvo fue su propio ego. Semejante caudal de virtudes, formación europea mezclada con costumbres americanas cimentaron un atleta invadido de pasión, de constancia, de habilidades pero también de soberbia, individualismo, egoísmo, arrogancia. Saltó etapas evitando la academia universitaria porque había nacido para jugar al baloncesto. Las energías del universo pedían a gritos que sus pies pisaran la madera y las luces posaran sobre su ser.

Un hombre de dieciocho años empezó a competir con destellos de estrella. Complacido de su mujer, de origen mexicano y toda la convicción de enfrentar a su propia familia a pesar de la no aceptación. Ya se veía su pasta, su mirada feroz, sus gestos tan desafiantes como temibles. Destinado a marcar una época empezó a construir su físico, equilibrar su mente y cuando se podía, consultar, preguntar, imitar, investigar, estudiar. Nunca perdió la curiosidad amateur, ese instinto básico de querer aprender. Mucho de sus inicios tuvo errores, conflictos internos, peleas de liderazgo. Naturalmente sucederían, un ser anónimo, de repente expuesto en la pantalla mundial, millonario, ganador, brillante, estaba obligado a cometer desaciertos en la mejor y más grande competencia creada desde que el deporte se hizo profesión.

Por añadidura vinieron éxitos y más éxitos. Aún con descontroles, con excesos, los triunfos iban de la mano con su gen arrollador. Los Ángeles estaban hechos para él y él para los Ángeles. La franquicia más poderosa presumía de su figura estelar y él posaba el oro a sonrisa pura. Era la imagen del niño soñador, el espejo del sueño americano. Trofeos, dinero, títulos, halagos y elogios por doquier. ¿Quién no quiso ser Kobe alguna vez? Al menos un día, segundos. Al menos amantes del balón naranja.

ex NBA Kobe Bryant

Parecía un superhéroe. De esos que nunca se rinden. Desde que empieza la película, hasta que termina.
Superman, El Hombre Araña, Batman, siempre están ahí, resistiendo, avanzando, venciendo. “Pica el balón lentamente, porque faltan pocos segundos. Es la última bola del juego. Depende de él lo que sucederá. Uno contra uno es letal, por lo que empiezan a rodearlo, el rival pide ayuda a gritos porque se enfrenta a un toro salvaje despiadado y feroz. Kobe mastica chicle como si estaría sentado con su hija en el patio de su casa. Las luces del mundo sobre él y pestañea con semejante desparpajo, sabiendo lo que va a suceder. Solo sucede. Kobe liquida el pleito simulando realizar una penetración hasta la canasta y frena repentinamente, se eleva en principio hacia arriba, luego se inclina hacia atrás y lanza con un lanzamiento característico, estéticamente  perfecto, sosteniendo el balón con la mano izquierda y soltando solamente la muñeca derecha para despedir el veneno mortal de “La Mamba Negra”. El aro ni el tablero nunca se enteran lo sucedido porque solo toca red.”

Como las grandes personalidades, como todo genio, atleta de élite, de mente y cuerpo brillante,  sabía casi todo, de todo.  Idiomas, deportes, cine,  música, gastronomía, salud, economía. Gran padre, apasionado, perfeccionista, admirador del fútbol y de atletas supremos, contribuyente constante en comunidades benéficas y partícipe especial de la comunidad Duchenne. Sabía casi todo menos cuando seria el último latido, como sería el último pique del balón naranja, y el porqué del último sonido del tambor ¿Quién sabe? Antes de llorar, de empezar a extrañar, de enterarme que los superhéroes también mueren, atino a mirar al cielo y decir gracias, Señor Bryant.  QEPD  (1978-2020).

Por Nico Cortés para InformateSalta

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