Entre elogios y tristeza, los cuervos despiden a Ernesto “Conejo” Cortés

Ídolo de Central Norte, se destacó en los años 60. Brilló con la camiseta del cuervo, se convirtió en técnico. Terminó ayudando en las divisiones inferiores del club.

Deportes 27/04/2020
Conejo

Cancha de tierra, pegada al Cerro Bola, sábado a las 15 en punto, partido de fútbol de la liga de veteranos de la ciudad de Salta. El balón llega desde el cielo y el número cinco del equipo de camiseta naranja lo detiene con su suela, matándola bajo su pie derecho. Se siente el murmullo del elogio, mientras la tierra batida despide una cortina de humo. Ningún rival se atreve a acercarse.

Pareciera que el balón le pertenece. A sus años cincuenta, muestra un abdomen mayúsculo, las piernas en curvas y toda la mirada relajada de alguien que nació para el oficio de futbolista. Cejas tan gruesas  que parecen confundir con el flequillo. Cabello corto. Sin una mueca de sonrisa. Tiene el mejor pase corto que jamás haya percibido en persona.

Me llamaba la atención su simpleza para jugar. Cabeza levantada y pase exageradamente preciso. Con efectos externos e internos, con la fuerza y la justeza perfecta. Su simpleza fue predicada también en su vida. Lleno de modestia, austeridad, con la sencillez de los elegidos, su vida laboral estuvo vinculada a la Policía de Salta y su corazón al futbol.

Pasó su vejez entrenando arqueros en el club de la familia y de su corazón, el Club Atlético Central Norte. Integró el mejor equipo de todos los tiempos de la historia cuerva. Hermano mayor  de René, Armando, Eduardo, Elio. Ernesto “Conejo” Cortés, tuvo la desgracia de perder a su hija, a su yerno y quedar a cargo de sus nietos. Compañero fiel de sus padres Victorio y Estela. Junto a Gladys, mujer de toda su vida, puso pecho, espalda y alma a semejantes tristezas. Llevó con coraje la enfermedad de la diabetes y sentía notable mejoría cada vez que miraba en un campo un balón rodar.

Si sobrino, Nicolás Cortés le dedicó emotivas palabras. Un tipo de silencio, perfil bajo, introvertido, de amigos selectos, de cariños sinceros, muy querido en su paso de utilero en el club de basquetbol Luz y Fuerzas, luego asistente en Central Norte, en inferiores y primera división, fiel compañero de la banda de  la gomería de calle Brown y Entre Ríos. Dicho por muchos sabio del balón, de los mejores que pisaron el campo azabache, de la dinastía, quizás el mejor. Como hombre de bien, de poco ruido y muchas nueces, por su nobleza, por su llanto con desgarro crónico, agradecido, orgulloso de tus huellas consecuentes, te deseo un descanso pacífico y eterno.  QEPD. (1943-2020).

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