La Horqueta, el lugar que vio a Güemes entrar en la historia
Esta mañana se realizó la tradicional marcha al sitio donde falleció el máximo prócer del norte un 17 de junio de 1821. En el lugar se emplaza el monolito donde, cuenta la historia, se guarda el árbol bajo el cual murió el general.
Durante la fría mañana de este jueves, el gobernador Juan Manuel Urtubey encabezó la cabalgata en honor al general Martín Miguel de Güemes, de cara a un nuevo aniversario de su fallecimiento este 17 de junio, con destino a la histórica quebrada de la Horqueta, lugar donde expiró la vida del prócer.
Las autoridades partieron desde la plaza Belgrano, rumbo a la plaza Macacha Güemes, en el B° San Antonio, donde fue recordada Magdalena Güemes de Tejada, y desde allí continuó en dirección a finca La Cruz hasta llegar a La Horqueta, lugar del acto principal en honor al prócer.
Es justamente esa quebrada donde se emplaza un lugar especial para la historia argentina y salteña, a una distancia de 7 km de Finca de la Cruz, allí fue donde el general dio su último suspiro tras 10 días de agonía, donde su legado quedó asentado para la posteridad.
Allí arribó un 17 de junio el general, herido, agonizante, acompañado de sus gauchos. Momentos antes de fallecer, Güemes ordenó al Coronel Jorge Enrique Vidt que lo reemplace y prosiguiera la lucha contra los españoles hasta el triunfo definitivo; también se puso de inmediato sitio a Salta, para que días después el enemigo se retirara para no volver.
En ese lugar hoy se emplaza un monolito en el lugar exacto donde, debajo de un árbol, Güemes entró a la inmortalidad. Dicha escultura fue inaugurada el 17 de Junio de 1934, en oportunidad de cumplirse el 113 aniversario de la muerte de general, con la participación del entonces gobernador Avelino Aráoz.
Según el sitio Portal de Salta, la obra es producto del talento del escultor italiano Victorino Moltisanti, quien llegó a Salta en el año 1929 contratado para realizar los arabescos del frontis del Banco Hipotecario. A él se le encargó erigir la obra que dirigió personalmente. Esculpió con sus propias manos la llama votiva en que remata la pirámide.
La historia dice que, dentro del monolito, se cubre del paso del tiempo los restos del árbol donde, bajo su copa, se recostó al general malherido para despedirse de este mundo.
Foto Juan Oscar Wayar / Facebook Nuestra Salta de Ayer.