Abusaba de su sobrina cuando la llevaba a la escuela y además sometió a otros niños de la familia
En otro caso que pone en evidencia la necesidad de cuidar de los menores a cada instante, la justicia condenó a 10 años de prisión a un chofer que cometió ocho delitos sexuales en perjuicio de seis menores, de entre siete y doce años.
Con un patrón similar, en el que los delincuentes sexuales se presentan como personas de bien e infunden confianza, un chofer de unos 50 años de edad, fue condenado a 10 años de prisión por abusar, en distintos grados, de seis menores, cinco de las cuales son parientes.
Los hechos, según lo averiguado por InformateSalta, fueron denunciados por los padres de las víctimas, entre agosto y octubre del año 2018, tanto en la comisaría de barrio Santa Ana como la ubicada en San Carlos, lo que originó una investigación que estuvo a cargo de la fiscal penal Cecilia Flores Toranzos.
El viernes pasado, luego de casi cuatro años de las denuncias, la jueza María Victoria Montoya, de la Sala II del Tribunal de Juicio, cerró el caso con una condena que surgió de un acuerdo de juicio abreviado presentado por la fiscalía, el cual fue consentido por el acusado, la Asesoría de Menores y los padres de las víctimas.
El acusado, reconoció su responsabilidad en ocho delitos sexuales cometidos en perjuicio de 6 menores, tanto en grado de abuso sexual simple, abuso sexual gravemente ultrajante y otros dos casos agravado por la guarda.
Sus víctimas, cinco de ellas nenas, tenían entre 7 y 12 años. Con excepción de una, el resto se trata de primos entre sí, pues el abusador era tío abuelo. Vivía solo en una casa de Villa María Ester, mientras que las menores abusadas eran de la zona sur de la ciudad.
Persona de confianza
Según la primera denuncia, radicada el 8 de agosto de 2018 por el padre de una nena de 7 años, el acusado abusaba de la menor tocándole sus partes íntimas. Los abusos ocurrían en hora del mediodía, cuando el chofer llevaba a la menor hasta el colegio, tarea que le había sido encomendada debido a la confianza que infundió en sus padres.
También influyó el hecho de que había tenido problemas con el transporte escolar, por lo que el ofrecimiento del acusado para sumir tal responsabilidad, no despertó sospechas, sin imaginarse que todo no se trató de una casualidad ni tampoco que el chofer era un buen hombre.
En realidad, todo estaba planificado y lo que el acusado buscaba era quedarse a solas con la niña, de quien abusó primero tocándole sus partes íntimas por encima de la ropa, para luego hacerlo por debajo y luego avanzar en busca de someter a su víctima a otras prácticas sexuales.
En su relato, en Cámara Gesell, la menor fue aún más contundente, pues relató que los abusos siempre ocurrían cuando vestía el uniforme de la escuela, como si ello se tratara de una característica buscada por el acusado, quien mantuvo todo bajo control mediante amenazas a la niña.
Libre de esa presión, la víctima contó cómo el acusado –tío abuelo- le tocaba sus genitales y la cola, lo que también sucedía cuando el acusado visitaba la casa de la menor, en barrio Santa Ana, donde solía meterse en la pieza de la menor.
Lo que más asustó fue que, al relatar uno de los hechos, la niña mencionó a una prima, como otra de las víctimas de los abusos. Reveló que, en una ocasión cuando jugaban en su cuarto, entró el abusador y comenzó a manosearla, para luego pedirle que le tocara su pene, circunstancias en que su prima intervino frenándola.
El relato, como era de espera, fungió como disparador de otras denuncias, pues el acusado no sólo tenía acceso libre en la casa de la primera menor víctima, sino en la de las otras, incluso de una vecina, cuyos padres, al conocerse la detención del sujeto, hablaron con su hija y descubrieron que también había sido abusada.
Juegos perversos
En una segunda denuncia, radicada el 15 de agosto del mismo año, los padres de una pareja de hermanos, primos de la primera víctima, acusaron al mismo acusado de haber abusado de sus hijos, a quienes acosaba cada vez que visitaba la vivienda.
En todos los casos, el acusado se aparecía en la pieza donde los menores jugaban, para unirse a los juegos, o proponer otros; siendo el común denominador el abuso sexual hacia los niños, en este caso de 8 y 10 años.
Durante los juegos, el sujeto abusaba de los niños, tocándoles sus partes íntimas, o bien, obligándolo a realizar poses sexuales, incluso con el pequeño, a quien no sólo le tocaba la cola, sino también sus genitales. A su hermanita, en tanto, buscaba darle un beso en la boca.
En otra denuncia, del 17 de septiembre, la madre de otras dos primas de 10 y 12 años, reveló que, tras enterarse de la denuncia y detención del acusado, es que habló con las menores, quienes le confirmaron que también habían sido abusadas por el mismo individuo.
En estos casos, como el sufrido por una vecinita de 9 años, el condenado siempre insistía en darle besos a las menores, ante quienes se presentaba como un hombre con experiencia respecto a temas sexuales. Además de los toqueteos, solía besarle las orejas, el cuello e incluso, las mordía.
Este accionar, en algunos casos, sucedía desde 2017, sin que nadie sospechara nada de los abusos sexuales, lo que salió a luz cuando, una de las víctimas habló con su madre sobre el momento en que el acusado intentó que le tocará su miembro viril, situación que asustó a la niña, quien, de esta manera, le sacó la careta a este depravado, a quien sus padres le habían dado toda la confianza para entrar y salir de sus casas a placer.