Sociedad04/07/2022

Luciana Módica: “Hay obstáculos para que las mujeres accedan a espacios políticos”

Hay sesenta municipios en Salta, en los cuales hay 56 intendentes varones y 4 mujeres. Y en la Cámara de Senadores de la provincia hay una sola mujer de las 23 plazas. Luego dirá municipio por municipio los nombres de las intendentas. Luego dirá que con los dedos de la mano le alcanza para contar a los politógos salteños que trabajan en su provincia. Y hará silencio, para que podamos anotar y tomar nota.

“Uno puede discutir mucho, y me pueden venir a decir que me equivoco en lo que pienso, pero cuando vas a los datos se acaba esa discusión. Por eso es importante que la Ciencia Política sea ciencia y no solo política”. Luciana Módica da datos y se apasiona cuando habla. Al momento de esta entrevista está en Salta capital, en una oficina dentro del Observatorio de Violencia contra las Mujeres. Poco tiempo después, sin embargo, ya no trabajará ahí sino en la Dirección General de Promoción e Igualdad de Género, donde fue nombrada. Su militancia sin embargo no cambia de un trabajo a otro: a sus 28 años tiene un sueño muy claro: profesionalizar la política en su provincia y garantizar la inclusión de las mujeres en los espacios de poder.

Ahora además acaba de volver de un viaje en el que participó por una beca otorgada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos. Estuvo en el BID en Washington, en el Banco Mundial, en la OEA. Junto a 15 jóvenes de todo el mundo, se formó durante casi un mes en el sistema político norteamericano.

“Fue una experiencia inolvidable, no solo por aprender herramientas de otras instituciones sino también para cobrar dimensión del gran valor de nuestra democracia argentina y de la construcción que hicimos de un Estado argentino de derechos”, dice en diálogo con Infobae.

No es la primera beca que recibe. De adolescente, mientras cursaba el colegio secundario, Luciana participó de varios modelos de Naciones Unidas, y una vez recibida se postuló para una beca de la Fundación Botín, en España. Fue la primera politóloga salteña en la historia en ser seleccionada, y la primera estudiante de la Universidad de Rio Cuarto, donde estudió.

“Estoy orgullosa de haberme recibido en mi universidad, pero me hubiera gustado estudiar en Salta. Pero es imposible porque no existe la carrera. Somos pocos (y más pocas que pocos) los politólogos en la provincia porque no existe la carrera, ni en la Universidad Nacional ni en las privadas. Con lo cual hace que haya un vacío de gente formada en esto. Y quienes sí somos de esta carrera estudiamos en alguna otra provincia. Y hay que resaltarlo porque hay una necesidad de que seamos más”, dice.

— ¿De cuántos politólogos hablamos? ¿100 en toda la provincia?

— No, muchos menos. Voy rastreando a todos yo, y me sobran las dos manos para contar la gente que conozco que tiene el título y se dedica a esto. Hay mucha gente haciendo política, pero poca haciendo Ciencia Política.

¿Por qué hacés una diferencia entre hacer Ciencia Política y hacer política?

— Tiene que ver con la formación. Para mí, ante un problema, la solución es ir a estudiarlo, generar datos, generar información. Hacer un buen diagnóstico de la situación… De eso se trata entender la política como ciencia, y creo que hay una necesidad de que sea cada vez más tomada así. Ojalá haya cada vez más interesados e interesadas en tomar este camino porque Salta necesita una política mucho más profesionalizada.

¿Cuál es el lugar de la mujer en la política salteña?

-Creo que como en todo el país, hay obstáculos que enfrentan las mujeres para acceder a los espacios políticos. Y en Salta se agudiza. En el norte, en general, las sociedades son mucho más conservadoras, hay muchas más situaciones de micromachismos en lo cotidiano, y son desincentivos para hacer política. Los partidos políticos son espacios masculinizados y el poder lo es. Además, muchas veces las pocas mujeres que acceden a espacios de poder y liderazgo en Salta terminan teniendo la necesidad de masculinizarse y ejerciendo el poder como lo hacen los varones, sin contemplar la agenda de las mujeres.

¿Cómo se puede cambiar esto? ¿Se puede?

-Un camino es pensar las modificaciones institucionales para mejorar los espacios para las mujeres, pero por otro lado hay un montón de aspectos que no van por el lado institucional sino por los vínculos personales, por la construcción de confianza. Y eso afecta sobre todo a los espacios que no son electivos sino por designación. Secretarías, subsecretarías, etcétera. Ahí hay sesgos de afinidad, los varones los tienen y empiezan a producir círculos de confianza entre ellos y es muy difícil para las mujeres acceder a ese asado donde se toman decisiones, después de un partido de fútbol, por ejemplo. Pasan muchas cosas en esos espacios que no están dentro del recinto legislativo o en un ministerio o en el ambiente institucional de la política, digamos. Y son lugares fundamentales para entrar en una mesa de decisión, que es donde menos acceso tenemos nosotras.

¿En qué momento decidiste dedicar tu vida a esto, o tu carrera a esto, a aumentar la representación de mujeres en Salta?

— Cuando hacía la tesis sentía la necesidad de hablar de esto. Nuestro trabajo como académicos pero también como militante del feminismo muchas veces se trata de mostrar eso que está naturalizado. Muchas veces, se trata de mostrar la realidad con datos, porque el dato mata a la opinión. Podemos hablar sobre la participación de las mujeres en la política y muchos me podrán discutir, pero cuando vamos a la legislatura o al gabinete provincial y contemos cuántas hay, se acaba la discusión. Entonces los datos son fundamentales. Y mi decisión de trabajar estos temas, además de muchos otros, tienen que ver con una intención de profesionalizar la política en Salta para que tenga mayores capacidades estatales.

Hacer teoría que impacte en la práctica.

— Sí, la academia tiene que funcionar como una usina de pensamiento para generar soluciones. Un espacio académico que se dedica a producir conocimiento en sí mismo sin otra misión es inservible, tiene que ser un espacio para problematizar las cuestiones sociales. Elegí esta carrera porque tengo una vocación por esto y porque creo que es el camino.

¿Cómo era la Luciana de los 17 años, la que decidía empezar a estudiar esto?

-Creo que igual a la que soy ahora. Y con mucho empuje. En una provincia y en un espacio donde hay mucha quietud, donde las cosas están siempre muy tranquilas y todo se reproduce como está, creo que hay que empujar. Lo pensé siempre, lo pienso ahora. Creo que se trata de eso. Las cosas pueden estar mal, tal vez algunas no cambien, y uno puede quedarse en ese discurso, pero yo creo que no hay que conformarse. Y hay mucha gente que se contagia del empuje, y somos cada vez más las que pensamos que hay que empujar.

¿Creés que puede cambiar algo?

— Tiene que ver con tomar una decisión. Podés estar del lado de la gente que está frustrada y que reniega de lo que hace, o podés estar del lado de la gente que tiene ganas de hacer algo mejor y cambiar eso que está pasando. Yo no digo que sea un camino fácil, te aseguro que no lo es, pero hay algo de la satisfacción de sentir que trabajás para que las cosas sean mejores. Si trabajás por plata, es tu decisión. Si lo hacés por los aplausos de alguien, es tu decisión. Vos sabés por qué lo hacés. Para mi la satisfacción de lo que yo hago tiene que ver con que podamos estar hablando de esto y que seamos mensajeros de algo que vale la pena decir, porque si nos quedamos callados todo va a seguir igual.