“Perrita perdida, la tengo en casa”, el mensaje que Jimena Salas nunca pudo subir a las redes
Previo a su homicidio, Jimena Salas escribió un aviso en su celular para alertar por una perrita extraviada. El can, sin embargo, era un “abre puertas”, como se conoce en la jerga delictiva y, en este caso, no fue para robar, sino para su propia muerte.
El mensaje completo decía así: “perrita perdida en calle Las Virginias. Casi la atropellan, la tengo en casa. Por favor llamar o mandar mensaje”. El aviso estaba dirigido a la “Red de Vecinos de Vaqueros”, pero nunca fue publicado, tal vez porque en el momento en que se disponía a hacerlo fue atacada.
Una de las hijas mellizas de Jimena, de 3 años y vestida con una remera de Hello Kitty el día del hecho, solo reveló que “apareció el señor del perrito” y que fueron con su mamá a la casa de la vecina, para luego regresar a su vivienda con el mismo hombre.
Sentados en la mesa, la nena vio que el “señor del perrito” le arrojó una manzana a su madre, tras lo cual “agarró u cuchillo y le pegó a mi mamá”. Esta acción, sin describir que hacía Jimena, indica que el asesino intentaba evitar que su víctima terminara una tarea que le generaba peligro, probablemente publicar el mensaje que quedó a medias.
La menor, única testigo de ese momento, no describe más nada de dicha escena, tal vez porque no vio más, o bien, porque alguien más la saco del lugar y la llevo, junto a su hermana autista, al baño de la casa, donde quedó hasta que llego su padre, quien advirtió que su remera tenía una mancha de sangre en el hombro.
Con las pericias realizadas, se estableció que la sangre no era de su madre, sino de uno de los asesinos, lo que revela que el atacante se lastimó solo o, en su defecto, se trata de una herida causada por Jimena, quien resistió el ataque lo más que pudo, tal porque vio la cara de sus hijas y temió por ellas.
Esa mañana, esta joven madre, había iniciado sus clases de natación, volvió a casa, recibió unas fotos –vía WhatsApp- de su marido, quien le mostró una cartera que le había comprado y que le llegó por correo, lo que le alegró la mañana, sin que nada le hiciera presumir un mal presagio.
A media mañana, Jimena despidió a la niñera de sus hijas, quien declaró en la causa y confirmó que, antes de irse, su empleadora estaba contenta y ocupada con el menú del día: hígado con verduras, un plato que a su esposo le gustaba, aunque no descartaba invitar a otro primo, lo que finalmente dejó de lado. Caso contrario, lo sucedido en las horas posteriores habría tenido otro final.
Pasada las 12.30, Jimena ya tenía todo listo y esperaba por su marido y la cartera, cuando escuchó que golpeaban las manos en la puerta de casa. Al salir, vio al “señor del perrito”, quien le contó que el can que tenía en brazos estaba perdido y, por poco, lo atropella.
“Abre puertas”
Rápidamente se solidarizó y fue hasta lo de su vecina para ver si sabía algo del can extraviado, pero nada. Para la fiscalía, ese “señor” era Javier Saavedra, quien el 23 de enero ya había estado en la zona de “La Zanja”, también con el mismo perro y la misma treta, aunque no tuvo éxito, pues nadie le brindó mucha ayuda.
Al respecto, una vecina aportó una descripción que coincide con la fisonomía de Javier, incluso con la vestimenta. Dijo que, al hablar con el muchacho, éste dijo llamarse “Matías”, un nombre no tan ficticio, púes su ex novia, al hablar de los amigos del acusado, repitió ese mismo nombre.
En otro acto fallido, Javier le dio a la testigo un número de teléfono, el cual no era desconocido, pues un reporte de una prestadora de ese servicio, indicó que una línea muy similar, con una variación de orden de uno de los dígitos, está registrada a nombre del sospechoso.
La descripción física, de su vestimenta, el nombre falso, pero no desconocido, al igual que el número telefónica aportado, se completó con un llavero del club Gimnasia y Tiro que portaba, el cual fue mencionado por varias vecinas que lo vieron ese día, incluso surge de una foto que le tomaron con la perrita perdida.
El llavero, según las pesquisas, se trata de una remesa de 30 ejemplares que una emprendedora local fabricó para promover su negocio de impresión sobre acrílico, piezas que vendió por internet y que los entregaba en la peatonal Alberdi. Javier fue uno de esos compradores y, desde que lo tuvo, siempre lo utilizó, hasta el día en que mató a Jimena Salas.
Lo que se desconoce, hasta el momento, si el móvil fue efectivamente el robo, o acaso, hay algo que hasta ahora se desconoce, al igual que el segundo asesino, identificado solo como “Hombre 2”, el que podría ser cualquiera familiar, pero no su padre.
Para develar este misterio, la fiscalía ya citó para los correspondientes cotejos de ADN a otros siete primos de los tres hermanos acusados, sin que hasta el momento se haya podido dar con el mismo, por lo que los investigadores siguen con la búsqueda de esta pata que falta.