Sociedad15/05/2023

Sergio Raúl Gómez Roca, el salteño que dio su vida en la Guerra de Malvinas

El Capitán de Fragata (Post Mortem) Sergio Raúl Gómez Roca, era un hombre serio pero muy cálido; de poco hablar, pero cuyas palabras tenían tanto peso que calaban profundo en quienes lo conocían. Para sus subordinados fue un padre, como lo definió alguna vez el Contraalmirante (RE) Enrique Martínez y es recordado por dar su vida en la Guerra de Malvinas. 

Para sus hijos fue quien marcó la estela de la fe y de los valores; el padre que rezaba junto a ellos en las noches. Para los tripulantes del “Sobral” que regresaron de la guerra, quien los resguardó en las cubiertas bajas para que no estén expuestos a los ataques británicos que ya eran inminentes e inevitables y que le arrebataron la vida en defensa de la Patria junto a 7 de sus hombres.

Nació en Salta el 7 de junio de 1942 y la publicación “Rumbo al puerto”, editada por la Promoción 90 de la Escuela Naval Militar, lo definía así: “Sergio era una persona chiquita de tamaño y grande de voluntad, valor y amor por la entrega. Todo esto lo sabía, pero no sabía que la historia le tenía reservado un lugar de honor”.

Con casi 40 años fue a la guerra al mando del “Sobral”, con 49 tripulantes a bordo; su familia lo despidió desde la dársena. Imborrable resulta la imagen del Capitán Gómez Roca agitando su mano a modo de despedida.

El sábado 1° de mayo por la tarde, un avión Canberra de la Fuerza Aérea Argentina fue derribado a unas 100 millas náuticas (185 km) al norte del Estrecho de San Carlos. El aviso ARA “Alférez Sobral” operaba cerca; por ello se le dio la orden de buscar y rescatar a los dos tripulantes sobrevivientes.

En la madrugada del 3 de mayo la unidad de la Armada tuvo su bautismo de fuego en la Guerra de Malvinas. A las 0:30 horas el “Sobral” fue detectado por unidades navales enemigas que enviaron un helicóptero a verificar su posición. Cuando el primero sobrevoló la unidad, el Comandante ordenó cubrir puestos de combate.

Había escasa visibilidad y apareció la segunda aeronave; desde el aviso se abrió fuego con su cañón de 40 mm y ametralladoras de 20 mm; lo que alejó momentáneamente a los helicópteros, que en segundos regresaron para atacarlo con misiles aire-superficie.

Un misil destruyó la lancha del buque, repartiendo esquirlas e hiriendo a varios tripulantes. De inmediato el Capitán Gómez Roca pidió un informe de daños y de los heridos. Observó que el enemigo podría lanzar sus misiles fuera del alcance de las armas del aviso; entonces priorizó la seguridad del personal y ordenó desalojar las cubiertas superiores y la superestructura.

Solo él y los hombres indispensables permanecieron en el puente de comando y el cuarto de radio. El enemigo volvió a atacar. “Ahí se produjo la gran destrucción en el buque, porque uno de los misiles impactó de lleno en el puente de comando y lo destruyó totalmente. También alcanzó a la radio que se encontraba abajo”, recordó el Capitán de Navío (RE) Sergio Bazán, Segundo Comandante de la unidad. Eran la 1:20 de la madrugada y el comandante y 7 de los tripulantes perdieron la vida en aquel momento.

El entonces Teniente de Navío Bazán, herido en una pierna por una esquirla, pasó a tomar el comando del buque. El frío calaba hondo; en proa la energía estaba cortada y todo estaba mojado como consecuencia del agua arrojada para combatir los incendios.

La premisa era poner al buque en condiciones y empezar a navegar para tratar de llegar al continente; lo que se logró dos días después con el arribo a Puerto Deseado, tras resistir los embates de la guerra y la hostilidad del clima austral.

Valores heroicos fueron los del Comandante y la tripulación del aviso “Sobral”, de los que entregaron su vida y de quienes llevaron el buque a puerto seguro.

Gómez Roca no titubeó, se mantuvo firme en sus decisiones. “Para mí lo más relevante fueron los valores que él siempre tuvo, que dieron como consecuencia que él hubiese estado allí, en ese momento, con toda su determinación para llegar hasta las últimas consecuencias”, reflexionó años atrás su hijo Agustín.

“Papá siempre tuvo actitudes heroicas (…) que haya muerto en la guerra es una consecuencia de un montón de otras cosas. Papá hizo verdad en carne propia el ‘Sí Juro’ que se gritara en otros momentos en tiempos de paz”, concluyó.

En aquel combate ofrendaron su vida heroicamente por la Patria, además del Comandante, el Guardiamarina Claudio Olivieri; el Cabo Principal Mario Alancay; los Cabos Segundos Daniel Tonina, Sergio Medina y Ernesto del Monte; el Marinero Héctor Dufrenchou; y el Conscripto Roberto D’Errico.