Salteños por el mundo: De lavaplatos a dueño de un emprendimiento gastronómico criollo en EEUU
Seguro en tu entorno más cercano tenés un amigo o un familiar que decidió irse de nuestro país y buscar nuevos horizontes motivados por la economía que vivimos. Emigrar se volvió la salida para muchos, incluso familias enteras, pero esta historia no ocurre hace pocos años como es la de Matías, un salteño que pisando el año 2000 decidió marcharse con la mayoría de edad cumplida y hoy asegura que no se arrepiente.
Allá, por el año 1997, Matías terminó el colegio secundario dispuesto a emprender su camino laboral. Salta “la linda” atravesaba tiempos extraños, donde los empleos tal vez no escaseaban, pero la paga era mala y, en ocasiones, casi inexistente.
Durante los siguientes tres años se desempeñó en diversos rubros, y en cada una de las ocasiones sus empleadores recurrieron a diversos mecanismos que perjudicaban su deseo de llevar adelante una vida digna: a veces, retrasaban el pago de los sueldos, otras, le daban mercadería o ropa a cambio de su labor, y cierta vez, una importante empresa telefónica les devolvió un portazo en la cara a sus empleados cuando quisieron reclamar su paga.
Si bien no tenía claro qué rumbo tomar. Apenas tenía 21 años y nada que perder, valiéndose de un conocido en Estados Unidos decidió marcharse. Por aquel entonces el país contaba con un convenio de visas de turismo que facilitaba su posibilidad de asomarse y ver qué atmósfera se respiraba al norte del mundo. No lo pensó mucho más, armó una valija, metió 200 dólares en su billetera y embarcó en un vuelo rumbo hacia Washington DC, vía Miami, con fecha de regreso, pero sin planes de volver.
“No fue hasta el mismo día en el que empecé mi viaje, que me invadió la tristeza de dejar mi tierra, mis familiares y amigos, y muchas cosas que uno llega a añorar con mucha fuerza estando lejos. Para mí este desprendimiento siempre genera un vacío en el entorno familiar que es imposible de llenar”, dice Matías.
Matías no tardó en hallar trabajo como lavaplatos en un hotel cerca de la Casa Blanca. Trabajaba desde las 8 hasta las 22 horas sin descanso, ni siquiera para almorzar. Aquello duró dos meses, tiempos en los que llegaba a su vivienda y se sentaba a estudiar inglés.
En los últimos años, Matías había comenzado a ganar experiencia y reputación. Tras pasar por restaurantes de buen nivel ubicados en el área metropolitana de DC, decidió abrir su propia empresa de catering, con un sello de presentación claro: salteño y argentino. Llamó a su emprendimiento -CRIOSHO- y, con aquel nombre, se aseguró la buena pronunciación por parte de los estadounidenses: “¡Deberían escucharlos diciendo `criollo´ casi como si fueran argentinos!”, sonríe.
Continuó “Con -CRIOSHO- ofrecemos comidas regionales argentinas usando leña y carbón, aplicando algunas técnicas de alta cocina. Hoy en día estamos haciendo todo tipo de eventos para más de 200 personas. Contamos con un equipo de trabajo de 25 empleados”, describe Matías a Con Criterio.
VOLVER A LA ARGENTINA Y UN CONCEJO AL CHICO DE 21 AÑOS
Matías jamás olvidará aquel día, veintitrés años atrás, cuando respiró hondo y caminó hacia migraciones sintiendo que su suerte ya estaba echada.
“Al estar diez años sin regresar, cuando por fin obtuve mi residencia, mi primer vuelo fue gratamente impactante, ver flamear a la bandera de mi país por todos lados fue emocionante. Volver a mis calles y veredas, aromas y sonidos, fue gratificante”, dice conmovido. “Mis regresos siempre estuvieron llenos de sentimientos encontrados. Y, con los años, tras cada viaje, las emociones se han ido apaciguando”.
Recapacita y analiza “Si hoy tuviera que regresar al pasado y hablar con el changuito de 21 años que está pensando en emigrar, ante su duda le diría que sí, que lo haga, que viaje, que viva otras culturas, aunque sea por un par de días, que esa experiencia le va a enseñar a amar mucho más a su tierra y valorar lo que tenemos por más poco que sea: al final es lo vivido lo que más llena y no el dinero”, concluye.