Israel: Historias de sobrevivientes de un ataque sin precedentes
Daniela Gimena Russo tiene 36 años es DJ y tatuadora. Hace 5 años que salió de Argentina. Desde ese momento se la pasó viajando entre América Latina y Europa. El 1° de octubre había llegado a Tel Aviv con amigos. Antes había pasado por París y Hungría. En Budapest se reunió con el grupo con el que vivirían la fiesta del terror en Israel.
“Nos enteramos que tocaba un amigo mexicano y decidimos casi esa misma noche del viernes ir a verlo –recuerda Daniela, tratando de rebobinar esas horas previas al desastre-. Alquilamos dos autos y arrancamos para la zona tipo a las 23 horas, después de comer. Una amiga se quedó en el departamento porque estaba cansada. No sabíamos que quedaba tan cerca de la Franja de Gaza. Llegamos pasadas la medianoche y todavía no había mucha gente. Era un lugar amplio al aire libre, cercado y en el fondo una plantación de olivos”.
El amigo de Russo al que fueron a ver recién tocaba en el mediodía del sábado. “Por eso mucha gente llevó carpas y reposeras porque la fiesta pintaba para ser muy larga”, explica Daniela.
Escapar de la masacre
Entonces, llega el momento en que empieza el horror. Aquí la película de Daniela podría tener un montaje paralelo entre las dos situaciones.
Por un lado, la DJ argentina con sus amigos pasando una noche que parecía eterna con la leve brisa del desierto que le pegaba en la cara, mientras se movían al ritmo de la música.
“Empezamos a irnos en auto y cuando me comunico con mis otros amigos que estaban en otro coche nos gritan: ‘bajen del auto y corran’. Y así lo hice con mis dos amigos y el chico israelí que se nos sumó en el escape”, recuerda Russo .
La chica corrió por el campo y mientras empieza a escuchar los primeros disparos. Eran los terroristas de Hamas que ya habían irrumpido en la fiesta electrónica a sangre y fuego. Al otro día, el Gobierno israelí recuperó unos 260 cuerpos de las víctimas de esa noche que estaban desparramadas por el desierto cercano a la Franja de Gaza.
Daniela y sus amigos llegaron hasta un búnker en el que había más personas que habían escapado de los ataques de Hamas. “De fondo se escuchaban disparos desde la zona en la que había sido la fiesta”.
El lugar no le daba seguridad a la joven argentina. Era apenas un galpón de hormigón repleto de personas con miedo. Daniela no puede explicarlo, ni ponerlo en palabras por ahora. Pero ese miedo se palpaba en el aire, mientras empezaba a amanecer en Israel.
Algo de su instinto de supervivencia le marcó que debía salir de ese espacio cerrado. Que allí serían blanco fácil. “Con otras personas empezamos a correr por el campo. Se escuchaban disparos desde todos lados. A veces delante mío y otras detrás. En un momento perdí a un amigo que se quedó refugiado en una zona de bosques. Por suerte, después nos reencontramos en Tel Aviv -relata casi sin pausa Daniela-. Cuando ya llevaba unos minutos corriendo se produce una explosión y un fogonazo. Después nos enteramos que habían atacado con granadas el galpón donde había estado refugiada al principio cuando salí de la fiesta”.
Kibutz destruido tras el ataque de Hamas
Cuando Avidor Schwartzman se despertó el sábado por la mañana por los estruendosos ruidos, su primer instinto fue buscar a su hija de un año y el segundo pensar que los disturbios no durarían mucho.
El kibbutz de Kfar Aza, donde viven él y su familia, está cerca de Gaza. Estaban acostumbrados a que los militantes dispararan cohetes que, o bien caían cerca de su comunidad agrícola colectiva de mil miembros, o bien eran derribados por el sistema de defensa antimisiles israelí Cúpula de Hierro.
Cuando una hora más tarde recibieron un mensaje de texto en todo el kibutz que les decía que era peligroso estar fuera, se trasladaron a una habitación segura, pensando que tal vez uno o dos militantes habían entrado en el recinto, donde las casas están situadas entre palmeras.
Durante las 18 horas siguientes, sintió “un terror total y paralizante”. “No paraban de disparar contra nuestra casa”.
“Oía a la gente hablar en árabe. Y todo el tiempo, disparando, oíamos disparos como fuego automático”
Para su gran alivio, su hija de un año no emitió ningún sonido mientras él y su esposa se quedaban helados. Al anochecer habían perdido el contacto telefónico con los padres de su mujer, que viven cerca. Sólo cuando el ejército acudió a rescatarlos se dieron cuenta de la realidad.
“Parecía algo entre una zona de guerra y el infierno. Cuerpos por todas partes y agujeros de bala por todas partes. Y los padres de mi mujer no están en ninguna parte”, dijo desde Herzliya, al norte de Tel Aviv, donde se alojan con unos parientes.
Schwartzman dijo que no quería hablar en términos de represalias o venganza, sino que quería que las autoridades pusieran fin a la tragedia. “Por favor, paren esto, paren el derramamiento de sangre”, dijo.
Fuente: Infobae