Se conmemoran 58 años de la Noche de los Bastones Largos ¿qué pasó?
La noche de los bastones largos es el nombre que se le dio a una de las represiones más violentas de la historia Argentina. En el año 1966, durante la presidencia de facto del general Onganía, una resolución determinaba el fin de la autonomía de las Universidades Nacionales, que pasarían a estar bajo la jurisdicción del ministerio de educación.
Esto no fue bien recibido por los profesores universitarios y decanos en general, a quienes se les había dado 48 horas para aceptar la situación. Ante ésto, el Dr Rolando García, decano de la facultad de Ciencias convocó a una reunión del consejo directivo de aquella casa de estudios, para emitir un comunicado y ponerse de acuerdo en el repudio a esta situación. Reunión que se realizó a las 22 horas del 29 de julio de 1966, un día después de que Juan Carlos Onganía derroque el gobierno democrático de Arturo Umberto Illia.
De acuerdo a Ámbito allí comenzaría la pesadilla del decano, los profesores convocados y los representantes estudiantiles. Luego de una unanimidad en el reclamo de repudiar la medida del gobierno, corrió el rumor de que la policía federal se encontraba de camino a la Facultad de Ciencias. Este rumor no tardó en volverse realidad.
De esta forma comenzó uno de los actos más violentos y sangrientos de las fuerzas de seguridad nacionales. Al llegar, exigió la evacuación total del edificio, anunciando que entraría por la fuerza luego de 20 minutos. Adentro de la facultad, con las puertas cerradas a modo de resistencia había alrededor de 300 personas, entre los que se destacaban profesores, autoridades y estudiantes y docentes auxiliares.
Cuando entró la policía luego de forzar las puertas, lo primero que se escuchó fueron bombas, que eran nada menos que gases lacrimógenos. Luego, fueron todos obligados a pasar a una de las aulas más grandes del establecimiento y permanecer contra la pared con los brazos en alto cual pelotón de fusilamiento.
El procedimiento para el acatamiento de esta órdenes fueron golpes con palos y amenazas. Nadie ofreció resistencia, pero aún así fueron brutalmente golpeados. Para ser evacuados del edificio, cada uno de los allí presentes eran empujados por una fila doble de soldados, donde recibían palazos y culetazos de arma de fuego hasta llegar a la salida.
Además de los palazos y culetazos, los soldados pegaban patadas y hacían daño a la parte del cuerpo que tuvieran al alcance. Las distancias entre soldados estaban cuidadosamente preparadas para que ninguno quedara sin ser golpeado, y ningún soldado se perdiera la posibilidad de golpear a alguien.
Algunas personas fueron seriamente lastimadas. Por si fuera poco, fueron llevados a la comisaría donde fueron retenidos sin razón, y al cabo de un tiempo liberados sin explicaciones. Se destruyeron investigaciones, laboratorios y equipo invaluable para la historia del país.
En los meses siguientes cientos de docentes fueron obligados a renunciar y se exiliaron del país.