La Historia de los "Hombres de Negro" de Central
(Un recuerdo con presente y futuro. Un micro relato con historia, con nostalgia, de un club que hizo del sufrimiento y el dolor, un combustible. Con personajes por doquier, con vidas que se fueron y con sueños por volver.)
Es inevitable ir al pasado cuando la historia tuvo numerosas riquezas. Es una obligación saber de nuestras raíces, porque fue allí donde se forjaron los cimientos del presente, donde sembraron toda la cosecha posterior.
Algunos jóvenes y otros tantos insensatos habrán de molestarse cuando se nombran o recuerdan personajes de antaño. Pero me pregunto: ¿Qué sería hoy Central Norte si no hubiesen existido los Pedro Pastore, los Roberto Romero, los Natalio Berardo? ¿Se recuerdan a los empleados ferroviarios que con su sudor en el overol, dieron color e identidad al club más popular del norte argentino?
Cuantos dirigentes habrán pasado que con mucho anonimato y sin interés alguno dejaron parte de su vida en aquel predio de calle Alsina. Luego trasladado a la Avenida Entre Ríos. Colaboradores como Cesareo Carrizo, Carmelino Russo, Emilio Cantarero, Oscar Gomez, Dr. Jose “Toto” Castillo, Dr. Ferraris, Mario Mendoza, “Kelo” Burgos, “Coya” Montalbetti, Marcelo Arancibia, Fuado Abdenur, Dr Espilocin, Ramon Gallo, “Semilla” Cisneros, “Moncho” Valdez,“Palito” Farfan, Anuar Chamale. En estos buenos tiempos con Gabriel Savino desde los proyectos juveniles. En el fútbol profesional, De Francesco, Etchezar, Balut, Giaccio, Aramayo, Cointe, Soler, Armanino.
Se me vienen a la mente, personajes de asistencia perfecta durante décadas, como La Negra Carnaval, Felipe Carreras, “Ñancul”, “Negro” Bayón, “Nene” de la gomería de la Brown , “La Dominga” del kiosko de calle peatonal, “El Gringo” del buffet, que de visitante se hacía llamar “gorro, bandera, vincha”, “Negrito” Chocobar de la vieja farmacia de Caseros e Islas Malvinas, “Loco” Videla, inventor de apodos y numerosas canciones desde la platea.
Grandes formadores, maestros, docentes, como Bruno Iezzi, Bruno Celeste, “Tito” Cancino, Russo, Cabezas, Solá, Ramonera Apaza, Chanchin Barrios, Eusebio Alvarez, Rolo Castillo. De los próximos, “Lula” Zurita, Fede Acuña, hermanos Zamarian. Utileros como Manolo, “Perkin”, “Latigo” Rodríguez. Masajistas como Villanustre, “Viejo” Mendez. Médicos de profesión y vocación, tan inolvidables como los doctores Nallar, Videla, Piloni. Relatores como “El emperador”, Julio César José y “Pepe” Artaza. Familias vinculadas al club como la de Juan José Sabio Moreno, antiguo directivo, dueño de la pescadería “Islas Malvinas”, Los Sastre, padre y hermanos. Propietarios del restaurante más clásico de la ciudad como “La Monumental”, de fervor incondicional y apoyo permanente.
Mención particular. Aunque hayan roto mi corazón adolescente y cortado mis piernas de promesa. “Sin odios ni rencores, más bien amores por iguales colores”, mi reconocimiento para los sectores centrales, de la tribuna popular. Los Vasquez, “Rafa”, “Gordo Guille” y familia , los Constanzo y familia, mis gratitudes.
Que decir de jugadores. Crecí escuchando que en la década del sesenta no había rivales que se asemejen. Una máquina que arrasaba con quien se interponga. Lo mejor de la historia negra. En mi infancia, tuve el privilegio de ver destellos de Abalos y Degüello Gomez, Conejo Cortes, en el campo auxiliar. Relatos que parecían de ficción sobre Dávila, “Petiso”Morales, Encina, Sueldo, René Cortes, Sandez, Cancino. Contar a los más jóvenes que serían jugadores de Selección a día de hoy, que le ganaron a Boca Juniors y equipos brasileños, y que un buen día se dedicaron a sentarse en la vereda a degustar damajuanas con sabor a uva, de tanta desfachatez, de abundante talento y de sobrada bohemia.
Ni hablar de los 70’, años gloriosos. Benito Rodriguez, Armando Cortes, Eduardo Cortes, “Maravilla”Rodriguez, Pedro Confesor, “Fantasma” Savino, “Balita” Aguirre, Cardozo, Waldino Palacio, “Los Mellizos” Castillo, Rolando Castillo, Mario Palavecino, “Gordo” Buldurini, “Chupete” Pacheco, Ruben Costello, Sassone, Varela, “Boquita” Martinez, Luñiz, Galvan, Luque, Aragonés, Armani. En los 80’. Maladot, Aguero, “Pollo” Tejeda, Ramon Barrios, Alegre, Hairala, Roldan. Reitero las disculpas por los olvidados, por quien pasó por el club, ya sea en las formativas, jugadores profesionales, ayudantes, directivos, sea quien haya sido, éste donde esté, mi gratitud por siempre.
Vuelvo a la camada de los 70’, porque fueron parte de mi formación. Como una familia. Los sábados junto con “Lobo”, mi padre, tíos y compañeros, madrugaba para presenciar partido de veteranos, evento, asados que había, sea invitación o agasajo. En la provincia o en el interior. ¿Podrán creer que había caravanas?¿En los estadios, simpatizantes? Ya habían pasado sus años de apogeo pero aún las pupilas se maravillaban cuando tiraban esas paredes a un solo toque en cancha de tierra.
Con las vendas y el aceite verde en manos por si había equipo que se animase. ¡Lo bien que jugaban al fútbol esos veteranos! Pase al pie con tal precisión que nadie bajaba la mirada para mirar el balón. Y lo más sorprendente es que poco y nada se corría. Todo de memoria. ¡Y unas agallas! Que personalidades.”
-¿¡Que arreglar con los directivos, cuestiones de dinero?! Primero juguemos a la pelota. Es lo que sabemos hacer. Lo que nos gusta. Después vemos si hay plata.-
Exclamaba Raul Savino, con tono porteño y cigarro en boca. Otra época. Otro deporte. Diría que un arte.
Es que Central es especial. Tiene esa mezcla de barro y cemento, de sabores a mandarinas y cafés, que son inolvidables. Uno ingresa y es en el instante que una energía indescriptible te atrapa. Es un viaje de ida. Aunque los ángeles y arcángeles nos alarmen que será una vuelo de pasiones, de sufrimiento, de angustias y dolor. Aún así, el hincha azabache firma su pacto eterno, sin cláusulas, sin exigencias ni pretensiones.
Se me mezclan los tiempos verbales y también olvido darle al escrito una continuación literaria. Es que me emociona hablar de Central. Se mezcla la nostalgia y la realidad del tiempo presente. Pierdo la objetividad, olvido con disculpas, muchos nombres. Me invade la emoción. ¿Puede que una institución, en este caso un club, transforme vidas y las modifique? ¿Es tan posible, que mi vida se acomode y tenga como prioridad un suceso deportivo por encima de cualquier compromiso u obligación personal? No debe ser el único futbolero que vive de acuerdo a un balón. Al club. Que necesite su perfume para respirar, su destello para resistir.
Se aproxima el domingo y paso de la niñez a la adultez en un brinco. Tengo carencias y dificultades como todo “cuervo”. Ando con pocos “mangos” en los pantalones, hago “changas” para subsistir, escribo para no morir, pero me invaden los sueños. Tengo ilusiones. Me alimento de la imaginación. Visualizo un viaje lleno de emociones.
Fuera de las cábalas y alejado de las supersticiones, tengo deseo. Lo proyecto. No me vengan a decir que no lo diga, que con cautela, porque salvo a Dios, no tengo dudas ni miedos, mucho menos respecto a esto del balón pié. Lo anhelo como ustedes. Una pelota Pintier besa la red del arco rival con gol de un superhéroe a modo “Batman” llamado Lesman, con espíritus griegos de Alejandro “Magno” y me abrazo con gente que desconozco. Veo volar cuervos con gorras en honor a un “Tano”. Me beso y lloro con espíritus que no están en la misma dimensión, pero nos une el mismo dolor. El mismo color. Por ende el mismo amor. Veo una multitud. Una avalancha con hombres, mujeres, niños, vestidos de negro.
Todos de negro. De rodillas, rodean a una Virgen Del Valle, que desde lo más alto, queda perpleja, con ojos llorosos, de tanta devoción. Es una procesión de fieles de arena y cal. Se llama Club Atlético Central Norte. De Salta. Argentina. Y mundial.