La Argentina tiene ministra, pero no un proyecto productivo
La designación de Débora Giorgi como ministra de la Producción causó gran sorpresa. Por su historia, tiene poco en común con el kirchnerismo, aunque fue funcionaria bonaerense durante la gobernación de Felipe Solá. La sorpresa radica en que se trata de una persona idónea, con buena relación con todos los sectores productivos y, hasta ahora nadie la imagina subordinada a las órdenes que emite Néstor Kirchner y que suele ejecutar a través del secretario de Comercio Guillermo Moreno.
La primera tarea de Giorgi como ministra de la Producción se espera que será la de tender un canal de diálogo con el campo, aunque el sábado anticipó que no habrá cambios en las retenciones al agro.
En las gestiones kirchneristas, quienes abordaron esa tarea fracasaron sistemáticamente. El secretario de Agricultura, Carlos Cheppi, se ve eclipsado y el hiperkirchnerista y combativo jefe de la ONCCA, Ricardo Echegaray, se dedica justamente a boicotear cualquier entendimiento.
Por ahora no hay ninguna señal de cambio. Por el contrario, la ratificación de las retenciones en el nivel actual refleja que, para el gobierno kirchnerista, la caja sigue siendo la prioridad. Y la única fuente segura para abastecer las arcas fiscales son las ya menguadas retenciones.
El Triángulo de las Bermudas
"El problema es que ellos creen que esto se puede sostener en el tiempo. Por lo menos, en el tiempo que les interesa, que son los próximos meses", dijo a El Tribuno uno de los principales economistas rurales.
Hay señales de alarma, que Débora Giorgi conoce: en la actual campaña, la facturación de fertilizantes cayó un 33 por ciento, unos 700 millones de dólares. Los agroquímicos también están en baja: el glifosato cayó el 25 por ciento, unos trescientos millones de dólares menos, y otros productos, más específicos, vieron mermada su demanda en un 50 o 60 por ciento con respecto a campañas anteriores. Las ventas de tractores y maquinarias se derrumbaron abruptamente en octubre pasado, cuando se cumplieron los compromisos adquiridos hace un año, y sobrevuela a esa industria el fantasma de la recesión, las suspensiones y el desempleo. Se estima, para el año que viene, una caída de la producción de cereal del orden de los diez millones de toneladas, con lo cual habrá quinientos mil viajes menos de camiones. Con estas cifras negativas el panorama para el año que viene es bastante desolador para el sector.
El colapso
"Hay varios factores: el colapso global es uno, pero aquí adentro tenemos nuestro triángulo de las Bermudas: la Aduana, con María Silvina Tirabassi, la Secretaría de Comercio Interior, con Guillermo Moreno, y la ONCCA, con Ricardo Echegaray; allí naufragan las exportaciones de todo tipo, atrapadas en una red burocrática descomunal e inexplicable para un país que necesita afianzarse en el mercado mundial con toda su producción y no lo hace", sentenció el economista agrario en diálogo con este diario.
Un aparato frágil
El verdadero desafío del aparato productivo argentino, mucho más allá de la circunstancial presencia de Giorgi, es el de lograr garantías a largo plazo. Hoy, la crisis mundial se suma a una historia de imprevisibilidades que hace vivir al país de crisis en crisis. Desde el punto de vista productivo Brasil, y también Chile y Uruguay, han mostrado la capacidad para crear políticas de Estado, que trasciendan a los Gobiernos, mientras que la Argentina paga el precio de las permanentes refundaciones que terminan en naufragios.
"Hay muchos hombres de la Industria, no todos, que prefieren llevarse bien con el Gobierno en los pasillos", opinó el diputado Felipe Solá, quien fuera secretario de Agricultura durante el Gobierno de Carlos Menem y que se distanció del kirchnerismo durante el conflicto por el campo por las retenciones, al ser consultado por El Tribuno.
"La industria concentrada tiene el hábito de hablar con sordina", dijo el diputado.
Desventaja con Brasil
La dependencia del Estado atraviesa la historia de la industria argentina en estos momentos.
Hoy, el contraste con Brasil es clarísimo. Nuestros vecinos se convirtieron en treinta años en los principales exportadores de carne y la Argentina, que antes les vendía, ahora quedó tercera o cuarta, después del pequeño Uruguay. Mientras que nuestro país aplica retenciones descomunales para financiar un complejo sistema de subsidios a la industria y al consumo, el presidente Lula Da Silva destinó setenta mil millones de dólares a estimular la actividad rural. Es una paradoja: la industria del mundo desarrollado subsidia sus cultivos; nuestro país los grava al extremo para subsidiar a una industria que presenta dificultades objetivas para competir. "Brasil tiene una mística; la de producir más. Y en ella comulgan las dirigencias políticas, empresariales", dijo el ahora ex kirchnerista Felipe Solá.
En el país hay una ausencia empresaria
En Brasil hay "un capitalismo nacional adaptado a la globalización" y en Argentina "un capitalismo de amigos".
El conflicto que mantuvo el Gobierno con los productores rurales en marzo pasado por las retenciones móviles mostró actitudes antagónicas entre los empresarios del campo frente a la industria, el comercio y la construcción. No obstante, la crisis actual muestra que todo el sistema productivo argentino es vulnerable y desnuda la ausencia de objetivos de Estado en materia de desarrollo.
Según el analista internacional y catedrático Carlos Pérez Llana, la comparación entre los regímenes del presidente del brasileño Lula Da Silva y la de su par argentina Cristina Fernández de Kirchner muestra "un capitalismo nacional adaptado a la globalización" contra �un capitalismo de amigos".
"Brasil cuenta, en términos históricos, con un proyecto nacional, dotado de fuerte identidad y basado en tres ideas centrales: desarrollismo económico, integración de clases sociales y geografía y protagonismo internacional. Sobre este trípode se apoya una agenda que muta, pero que contiene ejes perdurables en el tiempo".
La situación en Brasil
Pérez Llana apunta directamente al sector empresario: "En Brasil existe una cultura estratégica, expandida en el seno de la clase dirigente, y una burguesía económica con vocación global y gran peso nacional", sostiene en un ensayo publicado en América Latina denominado "¿Integración o fragmentación?", compilado por el ex presidente chileno Ricardo Lagos. Al referirse a nuestro país, este intelectual cordobés señaló que "sin burguesía esclarecida- un déficit histórico en la Argentina moderna- y sin empresas nacionales de fuste, la nostalgia y los excedentes fiscales operan en favor de un retorno al estatismo y a la creación de un capitalismo de amigos que crece a la sombra del poder".
Por: Francisco Sotelo
Fuente: Diario El Tribuno