Gente durmiendo en la calle, una realidad que aumenta en Salta
Arrastrados por la crisis, cada vez son más las personas que deben pernoctar bajo el frío de la noche. Ante la ausencia del Estado, buscan sobrevivir con la ayuda de la gente. Las edades van de los 22 a los 80 años.
Sociedad02/05/2019Hace frío. La oscuridad de la noche se torna cada vez más gélida. La ciudad de Salta se queda vacía, salvo para aquellos que esperan que los comercios cierren. Una vez que las persianas fueron bajadas, ellos buscan un techo donde dormir para, al día siguiente, volver a pelear contra la realidad.
Es que cada vez hay más personas que en situación de calle, que buscan refugio en los techos de los comercios céntricos donde extender una colcha, una frazada y buscan conciliar el sueño. Con algo de suerte y con la ayuda de la gente, el descanso les será un poco más placentero si es que tuvieron algo para comer.
Telefé Salta reflejó esta realidad, dialogando con un grupo de artesanos que duermen en un local de zapatos en la peatonal Caseros. Víctor tiene 43 años, es artesano de día en la plaza 9 de Julio y junto con otros compañeros “buscan alternativas” para dormir. En el caso del local de zapatos, el dueño no les hace problemas, pero en otros sí y los termina echando la policía.
“Buscamos ayuda pero no nos la dan, fuimos a Acción Social, pero para nosotros no hay ayuda”, lamentó Víctor. Junto a él está Gustavo, quien a los 13 años se fue de su casa por problemas familiares. Hoy con 22 años, ya está “acostumbrado a pelearla” todos los días.
Otro caso de personas viviendo en la calle lo reflejó Multivisión (Canal 9), donde tres hombres mayores viven debajo de un puente en la ruta provincial 28 desde hace 17 años aproximadamente. Eduardo Espinoza es uno de estos damnificados, quien vino a buscar trabajo a la capital desde La Poma, pero lo perdió y luego no pudo conseguir otro oficio.
“Tengo 62 años, a esta edad ¿voy a salir a robar?”, se mostró dolido. Su compañero, Pedro, tiene 55 años y es indocumentado, por lo cual, no puede tramitar ningún tipo de ayuda. En cuanto al tercer hombre que convive con ellos, tiene 82 años.
Pedro mira los 20 centavos que tiene en su bolsillo, anhelando que fuera un poco más de dinero, con el cual pueda comprar un pasaje y volver a La Poma, con la esperanza de que su hijo lo reciba. Mientras, vive del cobre y de la ayuda que le da la gente.