Elecciones 2019: Pensar, Pensarnos

Discutir políticas no es discutir intérpretes sino métodos y acciones y, eso, se hace dentro del marco de la “verdadera política”, que no es otra que la política internacional; más, hoy, que la administración central de nuestro país carece de la voluntad y las herramientas para hacerlo, hay que asumir ese debate, ¿En qué situación está Salta?

Política 30/05/2019
elecciones  2019

La conducción política, para serla verdaderamente, necesita de un contenido que  pueda proyectar y un método para llevarlo a cabo. Quienes se disputan la gobernación, con mayores o menores posibilidades, son todos conocidos por nosotros. Sabemos de sus carreras políticas y de sus habilidades y torpezas; cada uno con sus claroscuros y su capacidad de crecimiento o decadencia en la consideración de la gente. La sociedad salteña se mantiene estable emocional y operativamente  desde siempre, casi una rareza para los tiempos que corren; solo han cambiado  algunos hábitos  por obra y gracia de modas que la impactan; muchas, debido al avance tecnológico en las comunicaciones.

Parece que, entre los competidores a gobernar la provincia, ninguno va a animarse a innovar conductas; pero deben prestar atención a algunos detalles (que no lo son): La gente ya no cocina en sus casas, come panchos y hamburguesas, no toma vino Parrales sino cerveza y usan ropa un tanto extraña para estas geografías y climas. Este no es un dato menor. Las calles muestran tibiamente (en banalidades) necesidades de ampliar sus posibilidades. Hay más chicos rapeando que cantando folklore. Las iglesias evangélicas y el orientalismo (a través de múltiples disciplinas)  le están disputando un espacio a la Iglesia católica en la cotidianidad del ciudadano promedio. En los barrios periféricos de la ciudad y en los pueblos se escucha música que recrea la idiosincrasia de otros lugares del continente (eso incluye creencias populares de tierras lejanas). Muchos nuevos pequeños intereses populares han prosperado en la tranquilidad de la vida salteña y no sé si esos cambios, que no son producto de la libre elección sino de la permeabilidad que sufre la gente a merced del mercado, son positivos.

Solo parecen ser un acto reflejo de movilidad, de una urgencia no atendida que tiende más a la deriva que a un destino elegido. Chatarra que parece barata pero que acarrea un altísimo costo. Quizá haya que pensar un direccionamiento de conductas, cuidadosamente elegidas y consensuadas, para no perder el rumbo. Elegir es un derecho pero para eso, hay que tener algún conocimiento y formación (no necesariamente académica), de no ser así, son los dirigentes los que deben mostrar el camino.  

Hacer política no es solo obra pública tangible, es generar conductas que hagan eficaces la generación de ideas y la convivencia. El eje de las campañas debería ser el sentido común y el volumen de confianza debe gestarse con una buena demostración de lectura coyuntural de la dinámica del tejido social. La interpretación de las realidades de las diferentes regiones de la provincia y su incorporación al funcionamiento real del estado salteño es una demanda vital. Evitar replicar la relación de Buenos Aires con el resto del país en nuestra provincia, que la Ciudad de Salta no sea Roma para el resto de los centros urbanos. La descentralización de la administración y el trabajo ayudaría a equiparar condiciones y posibilidades. 

Necesita pensarse, Salta, como un lugar en el mundo. Necesita un pacto social que solucione problemas básicos. La eficacia en la administración de la sociedad necesita del compromiso de todos y sin el trabajo de las conductas primordiales es imposible o, al menos, ardua. Esos son los primeros pasos para  generar interés por el conocimiento (sin interés, la educación no tiene sentido) y desarrollar políticas de producción. Salta no es un lugar, es la gente que vive en un lugar. Pensarse con autonomía es un buen ejercicio.

Es posible que el continente sudamericano sufra algunas modificaciones, por eso, es que desde ahora debemos pensar que somos y a dónde vamos  Qué tenemos para dar y, en base a eso, qué necesitamos pedir. Salta debe pensarse en el mundo, no debe diluirse. El centralismo, el maldito centralismo y la comodidad es el nexo por el cual Buenos Aires arrastra al interior hacia su propio fracaso. Este es un momento histórico. Para bien o para mal. Debemos funcionar como una sociedad madura y confiable, esa es la clave para sobrevivir a los embates de la historia. Sanos para ser productivos, nobles para ser confiables, a menos que nuestros deseos e intereses sean otros.

Javier Camps   

  * Por Javier Camps

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