Caprichos de Salta: El Puente
Salta está llena de caprichos, todos ellos recorren cada uno de los rincones de nuestra ciudad para algunos de manera inadvertida y para otros no. No te pierdas una nueva entrega de la ficción de Javier Camps en InformateSalta.
Cultura25/07/2019Los años electorales suelen dejar historias que se cuentan después de muchos años. Historias que, de conocerse a tiempo, hubieran evitado muchos errores, muchos gobernadores y muchos intendentes. Hay un acuerdo tácito, de todo el arco político, de aceptación y reconocimiento de falencias, ineptitud y vergüenzas para construir distracciones y silencios protectores a fin que todo parezca un poco más digno y las campañas fluyan como si todo fuese normal. Kilos de asado y litros de vino no alcanzan a calmar ningún apetito y la desesperación, por ello, lleva a los candidatos a lugares donde la realidad parece uno de esos sueños donde uno necesita correr y no puede mover las piernas.
Un hombre solo no puede pensar políticamente una región, sobre todo si ni siquiera sabe prepararse el desayuno ni puede cambiar un neumático sin ayuda. A menudo estos personajes recurren, en busca de seguridad e ideas, a individuos que están parados en otro lugar, lejos del poder y lejos del ring donde se pelea por él.
Cuentan que alguna vez, que puede ser esta u otra pedida entre la pila de años, un candidato fue en busca de algo más que un consejo para alcanzar su sueño de ser gobernador. A instancias de un amigo, fue a visitar a un matrimonio sin hijos que hacían las veces de Perón y Evita pero en la clandestinidad. Podría usar la figura de Adán y Eva, pero estamos hablando de política y no de las ventajas y desventajas de nudismo ni de la rentabilidad de la exportación de manzanas y los zapatos de cuero de víbora. Ernesto y Rosa fingían ser gente común pero lejos estaban de serlo. A su casa iba mucha gente en busca de un impulso salvador, una mirada o una palabra que les mejore y les devuelva la confianza. Cayó el candidato a matear una tarde y se dio este diálogo, casi infrecuente para un político promedio de rosca con IPhone nuevo:
-Amigos, si es que me permiten llamarlos amigos, necesito ayuda. No estoy pasando un gran momento aunque quizá parezca lo contrario. Estoy agobiado. –Apurando los tiempos soltó el político-
-Apagá el teléfono ¿sí? Es por un rato. –Dijo Rosa sin dar chances a la negativa-
-¿Esto es muy confidencial?
-No. Es para que no rompas las pelotas con twitter. –Contestó Ernesto-
-¿Sabes cebar mate?
-No. siempre alguien me lo prepara y me lo ceba – se excusó el aspirante al cargo máximo-
- O sea que cualquiera te puede envenenar y vos ni lo tenés en cuenta.
-Trabajo con gente de confianza.
-¿Por eso estás hablando con dos personas que jamás viste en una casa a la que nunca habías entrado?
-Bueno, esta es una situación especial. Necesito ayuda. Puedo tomar riesgos.
-Los tomas todo el tiempo. Podría ser peor. Veamos que podemos hacer por vos. –Concluyó Ernesto y fue directo al corazón-
-Vean. Mi vida se ha vuelto difícil. He hecho cuanto pude por llegar hasta este momento donde puedo cumplir el sueño de mi vida, pero llegué hasta acá y estoy algo cansado y hasta debilitado. Casi no le encuentro sentido a esto… pero necesito ganar estas elecciones.
-Decime ¿Qué vas a hacer cuando ganes? ¿Qué pensaste?
-Voy a gobernar Salta y lo voy a hacer bien.
-Ajam… No tenés la más puta idea. –Disparó Rosa-
-Dios me va ayudar.
-No creo. No es su territorio.
El candidato hizo un silencio profundo. No entendía la irreverencia de ese par de locos. Fue, entonces, cuando Ernesto contó:
-Hay que saber que se va a hacer con lo que se quiere. Conocí un sujeto que se recibió de ingeniero, decía que era experto en puentes. Recibió una herencia y compró tierras. El tipo hizo un puente de varios kilómetros en una llanura, al pedo. Dilapidó toda su fortuna. Terminó viviendo debajo de ese puente, en medio de la nada. Hay que saber qué hacer con lo que se quiere, siempre…
-Yo quiero hacer las cosas bien –Se defendió pobremente el candidato-
-No tenés ni idea de cómo hacerlo. Pensá antes de terminar durmiendo bajo tu propio puente. Un puente que no une nada, que no lleva a ninguna parte –Observó Rosa-
-Eso es filosofía, yo hago política.
-Política es filosofía, matemática, literatura, antropología y saber armar un mate y cebarlo.
Se acabó el agua del termo. Se acabó el mate, se acabó la conversación.