Opinión27/03/2017

El dilema: Progreso de todos o la comodidad de algunos

Si seguimos a este ritmo, Salta podría quedar fuera de todo avance y progreso. No pueden atarse decisiones de enorme impacto social y crecimiento, con el condicionamiento de grupos que “supuestamente” podrían verse afectados.

Si bien es cierto que todo gobierno debe tomar decisiones en base a lo mejor para el conjunto social, muchas veces esas decisiones chocan con intereses de sectores que dicen verse afectados. Claro, que esos grupos son contrarios a los cambios y prefieren el status quo.

Y es ahí cuando esas decisiones se hacen lentas, se vuelve atrás, se hacen modificaciones, o directamente pasan al olvido. Ahí es donde hace falta decisión y firmeza política.

Para ejemplificar, la Municipalidad de Salta viene enfrentando varios de estos casos por sus últimas medidas, tendientes a avanzar en algunas propuestas de la actual gestión.

Caso 1: Trabajadores de la Ex Palúdica

La creación del Museo del Folclore en el edificio conocido como ex Palúdica, es contundente. Durante años y años, nadie supo qué es lo que allí se hacía, sus trabajadores nunca se quejaron de la presencia de toneladas de un químico peligroso guardados en los depósitos, nunca cortaron una calle por el mal estado del edificio. Preferían seguir “en el anonimato”, cobrando buenos sueldos de Nación, sin que nadie sepa de ellos para que no se les exija ningún resultado.  

Cuando surge la idea de Gustavo Sáenz de hacer de ese lugar, de ubicación privilegiada y arquitectónicamente precioso algo mejor y de provecho de todos los salteños, ese grupo de alrededor 80 personas, se opone, toma el edificio, y exigen seguir ocupando toda la manzana para las muchas tareas que ahora dicen hacer.  

"No a la entrega de nuestro edificio", piden los trabajadores, en contra de la construcción del Museo Nacional del Folclore, cuya creación prevé un sector del terreno para que se sigan realizando esos trabajos sanitarios. Nadie atenta contra la fuente laboral de ellos, pero es necesario poner en valor y en condiciones esos edificios.

Caso 2: Cobradores de estacionamiento

Otro sector en contra del avance, por ejemplo, es el de los permisionarios, que dijeron temer la pérdida de sus puestos de trabajo ante la idea de la Municipalidad de avanzar en la instalación de parquímetros. “No nos queremos quedar sin trabajo”, afirmó Claudia, una permisionaria, quien dijo que solicitarán a los concejales que no se implementen los parquímetros en la ciudad.

Pocos trabajos deben ser tan absurdos como éste de los cobradores de estacionamiento medido. No cuidan, no ordenan, lo que recaudan es nada para el Municipio. No hacen nada más que correr detrás de cada persona que estaciona para cobrar la boletita. Si eso lo puede hacer una máquina, si es que la finalidad es recaudar, y esas personas se dedican a hacer algo que sirva para la ciudad, ¿no sería mejor? Son muy pocos los discapacitados que quedan, y aún ellos, poder cumplir otras tareas, y hasta en mejores condiciones sin necesidad de estar expuestos al clima, ni a los riesgos de la calle. Pero se oponen, se resisten al cambio.  

Caso 3: Carreros

Otros en la misma tesitura son los carreros, que insisten con seguir con los caballos en pleno siglo XXI, donde meter un carro tirado por un animal en las complícadísimas calles de la ciudad es ya todo un tema. Ni que hablar del maltrato de esos pobres animales, explotados hasta más no poder.

No se puede concebir una ciudad moderna con carros tracción a sangre circulando. Se les plantea reconvertirse y algunos se oponen. Tienen miedo al cambio.

Será cuestión de esperar, y ver la firmeza en las decisiones, el grado de comprensión de cada grupo y si pesa más el interés y bienestar del conjunto de la sociedad al de grupos carentes de argumentos.