Los efectos secundarios que tendrán las vacunas contra el coronavirus
Expertos creen que serán inevitables, pero llaman a no provocar alarma ante esas reacciones que pueda manifestar el organismo
La carrera por una vacuna que pueda prevenir la enfermedad COVID-19 provocada por el coronavirus Sars-CoV-2 está lanzada desde que se conociera el poder contagioso de la cepa. Por el momento, son pocas las que están a punto de superar las barreras de las pruebas de seguridad. Pero los médicos ya comienzan a alertar sobre algo que deberán tener en cuenta aquellos que se sometan a una de esas dosis si es que finalmente salen al mercado en forma masiva.
Esas vacunas -como muchas que en la actualidad circulan para prevenir males estacionales- podrían ocasionar algún efecto secundario teniendo en cuenta los organismos y las reacciones de cada individuo. En lenguaje médico se lo conoce como comportamiento “reactogénico”. Esto significa que puede provocar desde dolar al momento de la aplicación hasta algún tipo de malestar con el correr de las horas.
De acuerdo a una publicación hecha por el prestigioso sitio de divulgación científica StatNews, las que se están desarrollando para combatir el coronavirus podrían causar dolor de cabeza, dolor en los brazos, fatiga, escalofríos y fiebre. Sin embargo, según los médicos esto no debería preocupar. Sobre todo si estas manifestaciones son leves. Por el contrario, podría ser considerado un buen signo de que la inyección está funcionando y el sistema inmunológico ha comenzado a reaccionar, actuar y a manifestarse levemente.
Para la comunidad médica, es clave que la gente esté al tanto de que esto podría ocurrir y que no es un tema para alarmarse. “Creo que una de las cosas que tendremos que darnos cuenta es que todas estas vacunas serán reactogénicas... Todas van a estar asociadas con reacciones“, dijo Kathryn Edwards, directora científica del Programa de Investigación de Vacunas Vanderbilt en Nashville, Tennesse. Eso sí, estas reacciones deberán ser leves para asegurar que los efectos contraindicados no sean profundamente nocivos para el paciente sano. Por lo menos tres proyectos científicos avanzados debieron reducir la potencia de sus dosis para que esto no ocurriera: Moderna, Cansino y una empresa china.
El médico Brian Southwell piensa que es fundamental la manera en que se informará a la población sobre los posibles efectos secundarios que podría tener, para que el pánico no cause un efecto contrario por el miedo a inyectarse. “Creo que debiera señalarse eso. mira, esto va a ser un poco doloroso, pero hay un final y hay un bien mayor que ganar aquí, creo que probablemente valga la pena”. Southwell es director senior en el Centro de Ciencias de la Comunicación en RTI International, una organización científica ubicada en Research Triangle Park, Carolina del Norte.
“La aceptación podría ser mucho mayor si hacemos nuestro trabajo para generar confianza ahora y sentar las bases ahora. Pero no estamos necesariamente tan centrados en eso como podríamos estarlo”, agregó Southwell.
Hay cinco tipos de vacunas en desarrollo: las genéticas, las de vectores virales, las hechas sobre la base de proteínas, las de virus enteros y las reutilizables, es decir, aquellas que ya son aplicadas en otras enfermedades. Todas ellas, sin distinción, podrían ocasionar algún tipo de reacción. Nada de qué preocuparse. Es lo mismo que podría suceder con alguna estacional o de agenda. La más avanzada y la que más confianza genera en toda la comunidad científica -la que investiga la Universidad de Oxford junto al laboratorio AstraZeneca- reportó efectos secundarios en el 60 por ciento de los casos.
“Al igual que con muchas vacunas, hemos descubierto que si permitimos que las personas sepan qué esperar, entonces tendrán menos preocupaciones si ocurren efectos secundarios” posteriores, dijo Kathleen Neuzil, directora del Centro de Desarrollo de Vacunas de la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland.
La carrera por la vacuna
En los siete meses que ya lleva la pandemia del coronavirus en el mundo nos hemos acostumbrado al seguimiento cotidiano de los números: de contagios, de muertos, de recuperados, de camas de terapia intensiva y de respiradores disponibles.
Ahora, una nueva carrera se ha sumado a nuestras listas de seguimiento: la de los avances de la vacuna contra el coronavirus. Pese a que generalmente el desarrollo de una vacuna implica un proceso complejo que toma años, la crisis global abierta por el COVID-19 ha empujado a los gobiernos, las autoridades científicas y a las empresas privadas a dedicar recursos de forma nunca antes vista.
En enero se descifró el genoma del Sars-CoV-2. Las primeras pruebas en humanos comenzaron en marzo, pero el camino por recorrer sigue siendo incierto. Algunas pruebas fallarán y otras pueden finalizar sin un resultado claro. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), actualmente hay en desarrollo más de 175 vacunas en todo el mundo, de las cuales unas 35 ya están siendo probadas en humanos. Las fases de prueba son cuatro: preclínica, de pruebas seguras, extendidas y de eficacia.
Las que están en la última de esas fases son la de Oxford, la del Instituto Murdoch de Australia y dos chinas, la del Instituto de Wuhan -epicentro del coronavirus- y la de Sinovac Biotech.