Iglesia Filadelfia: Los detalles de una red dedicada a la explotación de personas
En diciembre, la Justicia Federal encabezó numerosos allanamientos en todo el país por la investigación de una estructura criminal detrás de los templos Filadelfia donde se presumía que habrían cometido delitos contra la integridad de las personas. InformateSalta pudo conocer detalles estremecedores de cómo operaban.
En este caso, no se trata de “un” líder sino “una”. Ella era Eva Pereyra, o también conocida como “Tía Eva”. Sobre su preeminencia sobre la congregación, una víctima indicó que “Eva era quién tenía más poder, ya que decía que el Espíritu Santo se representaba a través de ella y que era un profeta enviada de Dios a la tierra”.
Como botón de muestra del accionar delictivo que desplegó desde esa posición, basta con señalar que la líder religiosa había dispuesto que “el pago del diezmo era obligatorio para todos”, sin embargo, ese dinero no era utilizado para la obra de Dios, sino para el bienestar de Pereyra y sus secuaces más cercanos.
Al respecto, una víctima, que había sido captada y enviada a servir a la casa de una de las pastoras, como empleada doméstica, sostuvo que “muchas veces las líderes utilizaban la extensión de la tarjeta de crédito de alguien que se congregaba en las iglesias de las provincias y que dicho resumen era abonado por aquéllos”.
Para el juez no hay dudas del accionar de esta organización, pues “se consiguió verificar a través de distintos elementos probatorios, y con el grado de certeza que, quienes eran captados, se convertían en víctimas del delito de trata de personas con fines de explotación laboral, reducción a la servidumbre, a la vez que, muchas de ellas, también padecieron otros delitos, como abuso sexual; además conexo con ello, la organización ejecutaba maniobras ilícitas constitutivas de lavado de activos, conformando en su conjunto una asociación ilícita para cometer delitos”.
Un lugar estratégico
“Se determinaron la existencia de 18 objetivos, siendo el primero de ellos el registrado en Salta”, resaltó el juez, para quien Salta fue una plaza clave para la organización a la hora de expandirse, lo que sucedió recién a partir del 2000.
La principal función de la iglesia erigida en calle Zuviría 1.320 era la de proveer a la sede central la mayor cantidad de dinero posible, el que se obtenía de la venta de distintas variedades de pan artesanal, mientras que, en segundo lugar, y según sea la ocasión, se remitía adolescentes para ser sometidos sexualmente.
Al respecto, el juez indicó que: “La explotación laboral habría consistido en la producción y venta ambulante de alimentos panificados, siendo que las ganancias obtenidas, por esos actos, eran destinadas al beneficio económico y personal de los imputados”.
“Las victimas habrían sido utilizadas como vendedores ambulantes, puesto debían salir a ofrecer tales productos en la vía pública durante jornadas que duraban aproximadamente 12 horas de trabajo, para luego retornar al lugar de acogida, donde debían entregar el dinero obtenido de las ventas a terceras personas que Eva Pereyra designaba con fines recaudatorios”.
Si se negaban, o bien, los jóvenes intentaban rebelarse contra el régimen de comportamiento establecido por la organización, se aplicaba un sistema de castigos diseñados para asegurar el sometimiento que, como fin último, perseguía “el beneficio económico de los acusados y sin retribución pecuniaria para las víctimas”.
“El catálogo de castigos consistía en insultos frente a la comunidad, maltratos físicos, extrañamiento mediante aislación en campos desprovistos de alimentos y dinero; encontrándose por fuera del alcance de las autoridades y sin contacto con el resto de sus familiares y/o con la sociedad civil”.
Además de la reducción a la servidumbre y de la explotación laboral, también se perpetraban “abusos contra la integridad sexual” de las víctimas menores y adultos a partir de las denominadas “castraciones espirituales” que se realizaban con el falaz fin de aliviar la libido de los fieles (victimas) y para evitar que “pequen”, es decir, para evitar que se interesen y/o que interactúen con otras personas.