En la cama... ¡sólo duermo!
Antes era el cuadrilátero de tu placer, pero ahora lo pisás y quedás knock out. Cómo recuperar la pasión a pesar del cansancio, la rutina y ¡el colecho!
Por Carolina Esses
"Dale, mi amor, vamos a la cama", decías -o te decían-, y ya empezabas a saborear los instantes de placer que venían con la propuesta... OK: nuestra vida cambió, los chicos, el trabajo y los deseos de tirarte a descansar ocho horas pueden más que cualquier perspectiva sexual. Seguimos enamoradas, seguimos con ganas del otro, a ninguna se le cruzaría por la cabeza prescindir de la satisfacción que trae un rato de sexo; sin embargo, ¿cuánto hace que no...? ¿Entonces? ¿Seguimos adelante como si nada o nos damos a la tarea de reinventar ese espacio que solía llenarnos de placer? Nosotras elegimos -sin dudarlo, eh- la segunda opción, y como esto es definitivamente de a dos, invitalo a él para que se dé una vuelta por esta nota.
Paso uno
Arrancá de un tirón las sábanas viejas y preguntate qué fue lo que pasó últimamente en esa cama:
Se llenó de gente
Un bebé que llora, otro que se pasa a las dos de la mañana, un perro que duerme a los pies porque llueve, la nanny que se queda a cuidar a los chicos y termina mirando tele en tu cama, si hasta tu viejo es capaz de tirarse a mirar el partido con su yerno. Lo que antes era un espacio de intimidad exclusivo de la pareja hoy parece ser un territorio dispuesto a recibir hasta al chico del delivery. Las costumbres han cambiado y hoy la cama se volvió pública: espacios urbanos cada vez más reducidos donde vivir y tendencias de crianza que fomentan el colecho -¿y quién puede resistirse?- tienen algo que ver. Quizá "deserotizan" el espacio de la cama, pero son usos por los que también pasan el amor y lo íntimo. Igual, estas no son las únicas presencias. ¿Te viene a la mente un problema y en vez de dejarte tentar por el abrazo de tu pareja te ponés a girar en torno a ese tema? Son maneras de distanciarte, de alejarte de la intimidad.
Es un milagro que hayan podido entrar en la cama: la laptop, los celulares cargándose, el nebulizador sobre la mesa de luz, ¡la partida de Candy Crush!, la Hipoglós. ¿Tenía necesidad tu marido de ponerse a acomodar la documentación para la contadora ahora -a las once de la noche- sobre las sábanas blancas? Mirá a tu alrededor, ¿cómo es ese escenario en el que te acostás cada noche? ¿Es una cama que invita a charlar, a relajarse? La manera en que pensás ese espacio tan cargado de simbolismo -ahí es donde dormimos, descansamos, charlamos, ahí es donde antes se paría- bien puede ser una metáfora de la manera en que pensás el encuentro íntimo -con vos misma, obvio, y con el otro-.
Se llenó de exigencias
Estamos agotadas. Filtradas. La visión de un colchón basta para que se nos llenen los ojos de lágrimas. Nos sentimos demasiado exigidas. Y en algún punto pensamos que, quizás, es mucho para nosotras. Llegar a la cama, después de acomodar la casa -apenas un poco, porque hacerlo a conciencia equivaldría a pasarnos la noche en vela-, y encontrarlo a él, acostado, tranquilamente mirando tele..., no da. Y es injusto, es cierto. Él está igual de exigido que nosotras. Pero parece tener un switch que dice sex y que se activa en la cama. Lo que pasa es que su deseo es más lineal. Responde más fácilmente a estímulos puntuales -lo que vieron durante el día, lo que se imaginaron- y arrancar les cuesta menos. Nuestro deseo es circular y, aunque parezca un cliché, es más complejo. Por suerte, hay una ecuación capaz de cambiar cansancio por sexo/intimidad. Alentador, ¿no? Seguí leyendo...
Paso Dos
Desplegá las sábanas nuevas y lanzate a la tarea de construir ese espacio de intimidad compartida:
Preservá tu cama de los demás
La cama puede ser compartida con los chicos, un rato. Establezcan un horario -acá el plural es importante: todo es de a dos, son vos y tu pareja quienes tienen que generar momentos de intimidad, y esto es importante que los chicos lo entiendan-, y que a partir de ese momento la cama sea una pista de despegue para la mirada sexual. Por un rato, dejemos de vernos como los socios que llevan una casa adelante y volvamos a ser dos que disfrutan a morir de estar juntos. Pensemos que el sexo se trata de un encuentro en el que dejamos que el otro acceda a territorios a los que no acceden los demás, donde nos permitimos sensaciones que con nadie más aventuramos. Por eso es importante sacar a los demás del medio. Ya sean hijos, familiares que entran por la ventana de una discusión antes de acostarnos, perros o gatos. Una de las cosas gratificantes del sexo y de la intimidad es que nos reafirma en la atracción mutua que perdura.
Despejá el camino hacia la cama
La idea es sacar todo lo que obstaculiza la intimidad. Y un celular que vibra cada medio segundo puede cobrar el peso de un intruso. O la tele, que ya es un clásico. Salvo que mirar una peli juntos te lleve a sacarle de un tirón los calzoncillos, que puede ser, obvio. ¿Cómo hacer para que nuestro deseo se ponga en funcionamiento? Una posibilidad es que "la cama" arranque antes. Relájense en un sillón. Compartan un trago en la cocina. No lleven tantas cosas al cuarto. Saber que ese cuarto guarda secretos: algo de ropa interior, algún juguete adulto. La bandeja con comida sobra, una cajita con bombones por ahí no. Que la cama sea el lugar privilegiado donde estar juntos y no un definitivo y rotundo turn off.
Dejá tu cansancio afuera
Ocupémonos del cansancio, sí. Pero hagámoslo en el gimnasio, en terapia, cortemos con alguna otra actividad. No con el sexo. Pensemos el sexo como un antídoto contra el cansancio. Es como salir a correr: si no das más, cuesta arrancar, pero cuando volvés, qué bien te sentís, renovada, nueva. El tema es arrancar, ¿no? Por eso, acá insistimos en generar intimidad. Antes y después. Una buena manera es conectarte desde el juego. Estás cansada, OK, pero si te proponen un rato de juego, si te hacen reír, ¿dirías que no? Además, es un juego con doble recompensa: te encontrás con el otro, pero también -y sí, acá requete vale ser egoísta- con tu propio placer, con ese potencial de tu cuerpo que el cansancio anula. El sexo sigue el circuito biológico de la dopamina: se crea la necesidad de repetir la acción que llevó a determinada sensación final. Es comprobable: más lo hacemos, más ganas tenemos.
Nuestro espacio íntimo
Por Sofía Facal, Lic. en Psicología.
La cama simboliza ese espacio único, íntimo y singular de cada uno. Desde chicos aprendemos a construirlo y, a medida que vamos creciendo, incorporamos cosas a esa "cama": imágenes, vivencias, sonidos, juegos, miedos. La cama es nuestro "cuarto propio", como dice Virgina Woolf. También, nuestras impresiones más profundas, nuestra sexualidad, nuestro inconsciente. Luego, quizá la vida nos lleve a sumar a otra persona. Por eso, la cama "doble" son dos singles que se suman. Y podemos entender el proceso de maternar como el de alojar, expandirnos, creando un espacio nuevo que puede darle lugar a un bebé. Después, nuestro hijo se tendrá que ir a su propio lugar y nosotras tendremos el nuestro, que, claro, ya no será igual.
Expertas consultadas: Lic. Paula Mayorga , Coordinadora de Equipo de Psicoterapia y Asistencia en la Crisis y Lic. Silvina Valente, Sexóloga y vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana.
¿Qué te pareció esta nota? ¿Te sentiste identificada? ¡Contános cuál es tu secreto para romper con la rutina diaria y recobrar la pasión en tu pareja!
Fuente: Infobae.com