Qué les decía a sus alumnitas el profesor de folclore condenado por grooming
A la más pequeña, de 13 años, quería robarle “un besito”, pero también le ofreció una imagen de sus genitales. A la de 14 años, en tanto, le pidió una foto porque era muy “bonita” y quería que durmieran juntos.
Ramiro Aldo Martín Serapio, el instructor de danzas folclóricas condenado esta semana por la jueza Gabriela Romero Nayar, de la Sala V del Tribunal de Juicio, era adicto a guardar secretos, en especial con sus alumnitas más jovencitas.
La justicia, gracias a las denuncias de los padres de dos niñas, pudo sacarle la careta al profesor, quien en diciembre del año 2017 impartía clases de danzas nativas en “El Chaparral”, un salón ubicado en Finca Las Costas, en la localidad de San Lorenzo.
En una de esas denuncias, radicada el 1 de abril de 2018, los padres de una de las menores que Serapio intentó captar para sacar provecho sexual a través de medios tecnológicos, revelaron que al revisar el celular de la menor se horrorizaron al ver una serie de chats “subidos de tono”.
Al revisar quien era el interlocutor, se dieron con el profe de danzas, quien – en febrero de 2018 – inició la conversación a través de mensajes de WhatsApp. En la primera misiva le dijo que “se sentía raro” cuando hablaba con ella porque era “chiquita”.
No obstante, le pidió que le mande una foto, a lo que la menor se negó. Luego insistió y avanzó, pues le dijo que iba a ir a buscarla a su colegio, pues quería un beso de ella.
“Le dijo que era bella y que quería robarle un beso”, revela la denuncia.
“Preguntas y respuestas”
El acoso siguió invitándola a que jueguen a “preguntas y respuestas”. “Por ejemplo, cuándo dio su primer beso, si era virgen…”. En seguida, y para provocar una reacción en la menor, le preguntó si quería que le enviara una foto de sus genitales.
Ante ello, la jovencita se mostró abrumada con los mensajes de su profesor y le dijo que no quería nada. Ante ello, y por temor a ser descubierto, Serapio entonces insistió en borrar los mensajes, pues se podía dar todo a confusión.
Respecto a esta denuncia, la fiscalía llevó adelante varias medidas probatorias, entre ellas las pericias psicológicas, las cuales revelaron que el relato de la menor se muestra “coherente, lógico y espontáneo”, para concluir que su testimonio “corresponde probablemente a hechos efectivamente vivenciados”.
Por otra parte, se pudo comprobar que el docente estaba consciente de la edad de la alumna, cuya integridad sexual intentó avasallar, ya que por su labor de enseñanza tenía acceso a los datos personales registrados de cada jovencita.
Una semana después de esta denuncia, ambas radicadas en la comisaría de San Lorenzo, los padres de otra alumna, en este caso de 14 años, dieron un relato similar en el cual nuevamente el protagonista principal era el docente Serapio.
Un familiar de la adolescente fue la que advirtió los chats mantenidos con el docente, también a través de WhatsApp, cuyos contenidos estaban dirigidos a su captación con fines netamente sexuales, pues las conversaciones no tenían nada que ver con las clases de danzas.
En su primer mensaje, enviado el 6 de febrero de 2018 al filo de la medianoche, el profesor utiliza otra de las tácticas utilizadas para captar a menores, como la de enviar una foto o mensaje y simular que se trató de una confusión, para luego iniciar una charla.
Táctica
Aquí, el profesor mandó una foto seguido de un mensaje con cierto contenido afectivo, para luego aclarar que se confundió. Una vez que la menor le dijo que no había problemas, el docente le pidió que “elimina los mensajes xfaa xq sino puede haber malos entendidos…tampoco le digas a nadie xq me re confundí de mensaje”.
A los dos días, en tanto, ya en horas de la madrugada, avanzó con otro mensaje dirigido a la menor: “Cómo estás”. A sabiendas de que la adolescente solía quedarse hasta tarde con su teléfono, inició la conversación: “Me acordé de vos”.
Tras cerciorarse de que había borrado los mensajes que envió por confusión, le preguntó por una foto suya, pidiéndole que le enviara una, a lo que la menor lo interrogó: “Por qué”. Su respuesta fue, “porque estas bonita…cuando te vea hacemos de cuenta de que no pasó nada, que es un secreto de los dos”.
Ante el silencio de la joven, siguió con otro mensaje:
“Soltate, no tengas miedo de hablar conmigo, no le contaré a nadie…suponete que te pido que me mandes una foto, te la sacas y me la mandas, no seas mala”, sin que la adolescente responda sus mensajes.
En un tercer chat, anuncia que se va a dormir, vuelve a repetir qué fue lindo hablar con ella e insiste en que borre los mensajes, para finalmente expresar que le gustaría dormir junto a ella, circunstancias en que la menor, en una demostración de firmeza, responde que no vuelva a hablarla, pues “sus intenciones no son buenas”.
En este caso, los informes psicológicos vuelven a darle sustento al relato de la menor respecto a lo sucedido con el profesor, quien, en este caso, intentó introducir a la menor en un campo, aún desconocido para ella, para luego avanzar hacia contenidos sexuales.
Al analizar el perfil del acusado, el reporte psicológico reveló que el profesor “entabla vínculos asimétricos” con el sexo opuesto, siempre con la intención de mantener un rol activo mediante un “comportamiento de manipulación”, aunque de manera “solapada”.
“A nivel psicosexual, se advierten vivencias de daño ante las cuales implementa maniobras represivas en procura de defenderse, denota también tendencia al encubrimiento en este plano de su vida”, agrega el informe del perito.
En vista de estos elementos, y la confesión del acusado, es que se dictó una condena en su contra de un año y medio de prisión por el delito de grooming, en el marco de un juicio abreviado, herramienta procesal que le permitió a su defensa pactar la sentencia condenatoria.