Nacional15/10/2023

La historia de Magnolia, la joven de Neuquén que volvió de la muerte

Magnolia volvió de la muerte. El hecho ocurrió en Neuquén.

Su ex pareja, un cabo de la policía, no aceptó la ruptura y la sorprendió una madrugada con otro joven al cual ejecutó de seis tiros. A ella le pegó cuatro. Murió, pero un médico le abrió el pecho y le masajeó el corazón hasta que resucitó.

La madrugada del 27 de noviembre de 2016, los vecinos de la calle Potente manzana 36 del barrio San Lorenzo despertaron sobresaltados por una decena de detonaciones de arma de fuego seguidas de gritos, corridas y sirenas.

En la cama de una humilde vivienda yacía inerte Javier Soto (34), mientras Magnolia Salas (18) se ahogaba con su propia sangre. Sobre el cordón de la vereda estaba sentado Alejandro Lagos (33), cabo de la policía neuquina. A su lado, todavía caliente, se encontraba su arma reglamentaria, una pistola 9 milímetros marca Bersa Thunder.

Al momento de la detención, entregó todo y dijo: “Mi mujer me estaba cagando”. Sus compañeros lo esposaron y trasladaron a una dependencia donde quedó a disposición de la fiscalía. La investigación develó la oscura trama del obseso y paranoide cabo.

El devenir

En la adolescencia, Magnolia Salas fue madre. El papá biológico desapareció ante tamaña responsabilidad y, a la fecha, nunca aportó ni una sola cuota alimentaria.

Cuando todavía era menor, Lagos se aprovechó de la situación de vulnerabilidad en la que estaba la joven e iniciaron una relación.

“Se conocieron cuando ella tenía 16 años y él, 30. Él era celoso, controlador, le mandaba mensajes todo el tiempo, y cuando trató de dejarlo, no pudo porque él lloraba y amenazaba con matarse. Él se hacía cargo del hijo, pero con ello manipulaba la relación”, describe con precisión la sentencia.

Es necesario entender que hay construcciones que tienen cierta complejidad propias de situaciones sociales emergentes.

Esa relación con Lagos fue creciendo y el policía pasó a ser hasta una suerte de referente para la familia de Magnolia, que apreciaba que se hiciera cargo de ella y su hijo.

Lagos no era un tipo común y corriente. Era varón, padre de tres hijos de una anterior relación y policía. Es decir, estaba formado, conocía la ley y sus alcances, así como también el manejo de armas y el daño que provocan. Pero además, tenía rasgos paranoides como la hipervigilancia, una actitud negativista y desconfiada del entorno.

En uno de los informes psicológicos presentados en el juicio se afirmó: “Su percepción de los demás se basa más en impresiones imaginarias o distorsionadas que en la experiencia real, tendiendo a percibir al otro más como rival o competidor que como a un semejante del cual esperar relaciones cooperativas”.

A esto se suma que percibe la agresividad como una parte natural de las relaciones interpersonales. “Pudiendo ser notablemente agresivo en sus conductas cotidianas, ello como estrategia defensiva ante una vivencia del entorno hostil contra él”, reza el informe.

En los paranoides, las hostilidades son más que nada imaginarias, provocan inseguridades y pueden derivar en explosiones de agresividad.

Retrato de una obsesión

El cabo implementó distintas estrategias para controlar a Magnolia, necesitaba tener el control. Fue así que comenzó a aislarla de su familia y le molestaba que saliera de noche con amigos. A la única amiga que llegó a tener Magnolia la detestaba.

Uno de los artilugios de control que utilizó el policía fue escaparse de las guardias nocturnas para ir a visitar a Magnolia, a las 3 o 4 de la madrugada, con la excusa de que la extrañaba y, de paso, le regalaba un chocolate. De esa forma, se aseguraba de saber si había salido o recibido visitas.

Este rasgo de Lagos se exacerbó en el curso de la relación. En el expediente figura que Magnolia cortó el vínculo entre septiembre y octubre, pero Lagos insistía hasta el extremo. “Si me dejás, me mato”, le decía llorando.

Durante la etapa investigativa, se pudo abrir y analizar el celular de Lagos, que dejó a la vista su obsesión con la joven.

El perito Horacio Gutiérrez, del Departamento de Seguridad de la Policía neuquina, reveló en la segunda jornada del juicio que se realizó a fines de septiembre de 2017: “No tenía demasiados contactos agendados, solo dos. ‘Amorcito bella movistar’ y ‘Amorcito bella’ eran los únicos contactos, ambos de Magnolia”.

Ese detalle estremeció, también los mensajes que le siguieron a la ruptura de la relación, donde se observó cómo la hostigaba en forma constante.

Magnolia supo contar que “recibía más de 50 mensajes por día de Lagos”.

De hecho, cuando el 25 de noviembre de 2016 el policía se enteró de que Magnolia se estaba viendo con Javier Soto, se desesperó y en un mensaje le dijo: “Te felicito, Magno, pero vos no te merecés una basura como esa (por Soto)”.

En este punto, comenzó todo un trabajo de inteligencia sobre quién era Javier Soto. La informante de Lagos fue la niñera de Magnolia, que le confió el nombre y apellido del joven y hasta le envió una foto de Magnolia con Soto y el mensaje: “Por favor, no le muestres la foto donde están acostados porque soy la única que la tiene. Se van a dar cuenta”.

La niñera también le reveló que la mamá de Soto vivía en el barrio y cuando Lagos le pidió más fotos, le dijo: “Buscá en Facebook”.

La obsesión de Lagos alimentaba su agresividad.

En horas de la tarde del 26 de noviembre, el policía no podía con la intriga, por lo que pasó por la casa de Magnolia y ahí conoció a Javier Soto en persona. El agente externo y hostil dentro de su paranoia pasó a tener un rostro además de nombre y apellido.

Esa noche a las 22:22, Lagos, que no aceptó nunca el fin de la relación, le escribió en tono amenazante a Magnolia: "Espero que recapacites y pienses en el bien de tu hijo y el tuyo. Que Dios se apiade de vos”.

Después, a las 22:43, el policía envió otro mensaje: “Gordita, ¿querés salir un ratito conmigo al casino?".

La ausencia de respuestas de Magnolia solo aumentaba la irritabilidad del policía, que en las primeras horas del 27 de noviembre cambió la estrategia de abordaje e intentó mostrarse más amable para contactar a la joven.

“Tenía tantas ganas de que salgas conmigo, gordi, y despejarnos", le escribió a las 00:21. Media hora después, a las 00:51, insistió: "Disculpame, solo quería invitarte al casino".

A esa altura, Magnolia se limitó a contestarle: “¡Estás loco!”. Y a la 1:51, Lagos lanzó su amenaza final: “Fui lo más tranquilo posible”.
60 segundos

El departamento que alquilaba Magnolia era de casi 5 metros por 3,27. Tenía una muy pequeña cocina comedor, de 1,5 metros, y la habitación de 3 por 2.

Para acceder, había que abrir la reja de la calle y luego la puerta del departamento, que estaba a un metro de la puerta de la habitación.

A las 4:10 de la madrugada de ese 27 de noviembre, Lagos abrió la reja, pateó la puerta, irrumpió en la casa y empujó la puerta de la habitación. Javier Soto y Magnolia estaban juntos en la cama. Lagos les sacó el acolchado de un tirón, los vio desnudos y vociferó: “Así los quería agarrar”.

Soto intentó incorporarse, pero Lagos empuñó la Bersa y le ejecutó un tiro a muy corta distancia. El proyectil le ingresó a la altura del hombro izquierdo en ángulo descendente. En su recorrido “le dio al cayado de la aorta, por lo que se desangró en pocos segundos y murió”, explicó en el juicio el médico forense Diego Martón.

Una vez que Soto quedó desvanecido sobre el colchón, Lagos le efectuó cinco disparos más en la zona izquierda de la cabeza.

El perito del gabinete criminalístico del Poder Judicial Cristian Lepén, que tuvo que analizar la escena del crimen y reconstruir la trayectoria de los disparos, explicó en el juicio que la distancia de ejecución fue de unos 60 centímetros porque “el cadáver no presentó restos de pólvora”, que se suelen hallar en un crimen a quemarropa.

La misma distancia hubo al momento de dispararle a Magnolia, que recibió un primer tiro en el pecho y luego siguieron tres más cuando estaba tirada a los pies de la cama.

Lagos la insultó creyendo que la había matado, salió de la casa y se sentó en el cordón de la vereda.

Los especialistas estimaron que toda la escena, desde que ingresó, ejecutó los diez disparos y salió, debió haber durado un minuto como máximo.

La mayoría de los actos de violencia son perpetrados en cuestión de segundos, pero la percepción del tiempo para las víctimas crece en forma exponencial porque están en una situación extrema.

El corazón en las manos

Fueron unos pocos minutos los que pasaron entre que llegaron los policías que detuvieron a Lagos, sin que opusiera resistencia, y la ambulancia con los profesionales del hospital Horacio Heller que asistieron a Magnolia y la trasladaron de inmediato al Castro Rendón por la gravedad de las lesiones.

Durante el juicio, realizado en la vieja sala de Antártida Argentina, el relato del médico que intervino y luego el del forense que la examinó se sucedieron en medio de un silencio estremecedor.

Magnolia murió llegando al hospital regional, pero en la desesperación surgió la reacción fría y profesional de un médico que le hizo una toracotomía, es decir, le abrió el pecho y tomó con sus manos el corazón para reanimarlo. Ese masaje cardíaco la resucitó tras un minuto y medio sin vida.

La joven ingresó al quirófano en medio de un vértigo trepidante donde lograron controlar una lesión vital que tenía en el lóbulo inferior del pulmón izquierdo.

El 27 de noviembre de 2016, Magnolia Salas vio morir, murió y resucitó.

Juicio y castigo

Lagos se puso a disposición de la Justicia y aceptó que le hicieran todo tipo de pericias, incluso las psicológicas y psiquiátricas a las cuales suelen negarse los defensores porque las interpretan, prácticamente, como una autoincriminación.

Lo cierto es que en esas pericias Lagos intentó mostrarse peor de lo que estaba, tal vez porque la estrategia de la defensa era justificar la reacción del policía a partir de la emoción violenta, pero los especialistas descubrieron su simulación y de hecho la reflejaron en los informes.

“No hay indicios de malestar situacional, como tampoco indicadores que reflejen aspectos de dolor psicológico crónico y persistente. La situación que le toca vivir parece impactar, antes que en la afectividad, en el área ideacional. Esta menos involucrado en procesos de introspección de lo que sería esperable: no se detectan variables asociadas a culpa, remordimiento o siquiera de autoexamen crítico”, reza el informe psicológico.

A esa altura, Lagos se mostraba más preocupado por su futuro que por el daño causado.

Desde lo judicial, la causa llegó a juicio como homicidio agravado por el uso de arma de fuego y tentativa de homicidio calificado por violencia de género.

La calificación obvió, en el control de la acusación, incluir el agravante por el vínculo ya que existió una relación entre Magnolia y Lagos. Ese detalle jurídico fue clave después a la hora de establecer la pena.

Lo cierto es que el fiscal Agustín García fue muy dinámico a la hora de explicar el caso al jurado popular y los testigos aportados, entre ellos los forenses, fueron un punto de inflexión. Además, fue contundente al revelar con datos concretos que Lagos planificó el hecho, lo que echó por tierra la teoría de la emoción violenta.

Más allá de las evidencias, en ese momento histórico donde la violencia de género se instalaba y crecía de la mano de la marea verde y el Ni Una Menos, los jurados todavía no tenían mucha claridad sobre este aspecto. De hecho, al momento de las instrucciones que se le dictó al jurado para que deliberara, pidieron que les aclararan si un solo hecho bastaba para acreditar la violencia de género.

Finalmente, el jurado resolvió condenar a Lagos por ocho votos sobre doce.

Durante la cesura, en diciembre de 2017, la fiscalía y la querella, integrada por Celina Fernández y Jorgelina Montero, pidieron 30 años de prisión.

La defensora de Lagos solicitó que se contemplara como atenuante la carencia de antecedentes, que contribuía a la subsistencia de sus tres hijos y que se valorara su actitud procesal.

El juez Mauricio Zabala contempló la conducta de Lagos durante el proceso y su falta de antecedentes, pero también puso sobre la balanza los informes forenses, la planificación del hecho y la ejecución del mismo.

“No debe soslayarse la cantidad de disparos que efectuó a dos personas que se encontraban en estado de absoluta indefensión, como tampoco que los disparos fueron todos dirigidos a zonas vitales, a Soto en la zona de la cabeza y a Salas en el torso”, destacó Zabala, quien también valoró la vulnerabilidad de Magnolia.

Por todo eso, se le dictó la pena de 18 años de prisión.

Durante su estadía en la cárcel, Lagos no ha recibido ningún tipo de tratamiento, solo se dedicó a hacer conducta y estudiar.

El 31 de marzo de 2021, tal como lo establece la ley 24660 de progresividad de la pena, Lagos tuvo una reducción de la condena de 20 meses por “haber cursado y aprobado 24 materias entre 2019 y 2020 correspondientes a la carrera de corredor inmobiliario”.

Por ese motivo, el nuevo cómputo de pena determinó que la fecha para acceder a la mitad de condena es el 27 de marzo de 2024, para la libertad condicional el 26 de marzo de 2027 y para la libertad asistida el 27 de septiembre de 2032.

“Mi mundo giraba a su alrededor para brindarle mi atención, capaz me equivoqué. Yo sinceramente me enamoré perdidamente. Siempre la respeté”. Esa fue la siniestra frase que dijo Lagos durante el juicio. ¡Escalofriante! /Por Guillermo Elía - La Manaña de Neuquén