Los elegidos31/08/2025

Los Elegidos: “Garganta con avena “, por Nico Cortes.

“ Bendecidos por la varita mágica del Señor. Dotados de un talento único y universal. Así como dichosos, obligados a ofrecer sus recursos al resto de la humanidad. Estos personajes nacieron con lumbre propia, con un ángel celestial. Dedicados a ciudadanos ilustres, con fuego sagrado en su interior, que vinieron a hacer de nuestro mundo, un sitio mejor…”

Es un atrevimiento escribir de alguien que no se conoce. Aunque es un personaje público. A pesar que lo consideramos tan propio, como un emblema, solicito permiso y consideración, para su publicación. 

Es que me cuesta molestar. Es tan incómodo recurrir al artista, así de imprevisto, que prefiero la distancia. Nos cruzamos en varios tipos de cafés pero mi admiración y respeto me piden lejanía. 

Percibo generosidad. Disposición. Tiene una amabilidad natural. No solo que lo observo. También lo siento. Respira modestia, un perfil bajo admirable. Son pre conceptos. No dejan de ser prejuicios porque nunca lo conocí personalmente. No tuve el privilegio. Aunque también me agrada que no haya sucedido. Siento ese tipo de masoquismo social. Una dualidad contradictoria de acercarme y alejarme.

Ruben Ehizaguirre quizás sea de los  personajes más célebres y referente de la ciudad. Cantante. Cantor. Intérprete. Músico. Artista en fin. Futbolero. Maradoniano. Todo esto lo vi. Lo escuché. Lo sentí. Repito porque no tuve el gusto de la charla, del relato en primera y segunda persona. Pero me conecta. Me representa. Es grata su energía. Es uno más, sin serlo. Y si. Es que Dios lo ha elegido. Entre tantos atributos le puso un parlante, con los mejores cobres y cables en la zona del cuello. Le dio una miel natural que calienta las cuerdas vocales donde sea y cómo sea. Es un panal que segrega saliva y azúcar natural.  De allí salen versos y estrofas. Estribillos y canciones que tantos poetas, escritores, no pudieron decir ni gritar. 



¿Pero quién no quiso cantar alguna vez. Quién no se imagino arriba del establo, aunque sea sin caballos, para los pájaros, para el viento y recitar? Decir lo que se siente y también lo que no. Qué decir del después. Con un aplauso. Con un llanto. Con una emoción. ¿Pero quien no quiso alguna vez despertarse con su voz? ¡Sea Cafayate, Viña o Cosquín! Es que en su voz sale su raíz. Por lo consecuente, la nuestra. Y no se trata del volumen, de la entonación o los matices. Sino de algo más sólido y concreto. Esa cuestión nuestra. Bien salteña. Esa armonía entre calidez, verdad, sensibilidad. El hombre canta y me recuerda a mi ciudad. El negro es tamal, humita, barro, cerro. Potrero y viñedo. Austeridad y bondad. Folclore y bolero.

Me siento un impostor. Pues está vez escribo solamente desde la imaginación. Es una verdad que siento compatibilidad. Una conexión. Pero hay una distancia. Intuición. Presunción. Amigos en común, con seguridad. Gustos en común, desde ya. Quizás también escribo por muchos. Tal vez sean mis palabras las de miles de personas que observan y consideran el mismo juicio para con este ser viviente. Cómo los nuestros, hermano, hijo de Dios, creyente, fiel sirviente. 



Es nochero y por lo tanto, parte de mi crecimiento. Aunque disiento con lo antoniano, coincido con lo azulado en oro. Es un eslabón de los cantores del alba. El sucesor de Pantaleón y antecesor de quien sabe. Es la voz de Yuyo Montes. El grito de Guarany. El desahogo de Castilla y Leguizamon. Tantas cosas en un mismo ser. Es más salteño que el comino con pimentón y el dulce de cayote. 

Se sienta en la esquina de Balderrama. Abre las piernas para que el jugo no lo evidencie. La empanada cortada a cuchillo tiene el gusto de atravesar su garganta. Mientras come, canta. Picante en el medio. ¡Canta cantor, por favor, una zamba para no olvidar! Entre el gris y el azul, hay un negro, con sentir. Bendita tu madre, por parir.


Gracias cantor por tu forma de dar. Hay un bombo que no cesa, en su sonar. Hay oyentes, que aún laten, por tu cantar.