De Primera, (Empanadas): Por Nico Cortes
“Esos sitios de ensueños. Con pinceladas de místicos e inolvidables. Con energías celestiales que te abrazan y te traen de regreso a los momentos felices. Hay recintos tan especiales que hacen de un simple lugar, un hogar.”
Como un poncho con repulgues. Nos representa de tal manera que es el abrigo infaltable. Nuestra marca. Una insignia que comulga con nuestra ciudad y toda su mística.
La empanada está por todos lados. En cada rincón salteño se huele un recado y se esconden secretos de comino y pimentón. Bendito bocado y bendecido quien se ensucia con su materia grasa, sinónimo de placer y comunión. Que será de Salta sin la empanada y que de la empanada sin Salta. Cómo la zamba. Como la guitarra, la poesía, la pintura, el cine, El Señor y la Virgen, indispensables.
Parece un simple producto. Muchas veces es una entrada, otras veces parte de la mesa principal. Pero esta delicia tiene tantos secretos como fanáticos. Y la buena, la noble y la con dignidad, como la mujer, no es fácil de encontrarla. Carne cortada a cuchillo. Cebolla verde, papas en proporción. Sin morrones. Sin pasas. La de queso con tres tipos, cebolla dorada. Etc. Etc.
Tres salteños emprendieron en nuestra tierra. Leonardo y Hernan Saurit, junto a Facundo Argañaras. El anhelo es tan intenso y profundo que se ejecuta. Sucede. Esta destinado a ser. Decretado. Hecho está. “De primera”, se llama el lugar. Y no es cualquier lugar. En la jerga futbolera significa de máxima calidad, nivel primero. En la gastronomíca también. Materia prima de excelencia y cuidado en el detalle del detalle. La casa tiene una energía atrapante. Inserta en calle Balcarce 575. Es colonial y su diseño interior minimalista y regional. Predomina el blanco con protagonismo del hierro y la madera. El patio, en su final está adornado por un parral de película. El horno de barro a 450 grados con leña, es supremo. La salsa, simple, fresca, equilibrada. De remate, en tiempo suplementario aparece un flan aireado, tan domestico que nos recuerda al amor de la abuela.
De la raíz viene la cuestión del corazón. Pues todo proviene del viejo. Don Eduardo Omar Saurit, padre, maestro, cocinero, ingeniero, tenía la mejor receta culinaria de semejante producto según expertos y familiares. Pero un 15/10/2012, repentinamente, dejó la existencia física en este plano, sin un manuscrito. Había que reconstruir semejante obra. En su legado, honor y gratitud. Intentar renacer esa obra, era el siguiente propósito. Y en ese viaje están los hijos. En ese mar navega Leo, como capitán . Brinda culto al servicio y busca la perfección. Es un estudioso anfitrión que sabe de la temperatura, de cada pizca de condimento y sazón en cada sartén. Puede que sean horneadas o fritas. De carne, de pollo, de queso, de choclo, árabes. En todas, está la pasión. En todas, están esas ansias de los hombres que desafían los límites. Van por más. Toman riesgos. Asumen compromisos. Salen del living del confort. ¿Que otro acto de amor supera, al cocinar para los demás? Dar la vida quizás. ¿Que cosa más gratificante que un alimento para el prójimo? ¿Que regalo más preciado que unas empanadas ?
Es 15/10/2025 y la casa abre sus puertas. No es cualquier dia. ¿Destino casual o causalidad? Es la misma fecha en que Don Eduardo dejó el legado. Hay mezclas de sentimientos. Nostalgia. Recuerdos. Ansiedad. Tensión. Orgullo. Sueños. En todo ese esfuerzo, en la sombra y en el silencio, está también Estela Furió. Madre de Leo y Hernan, esposa de Eduardo y pieza estelar del emprendimiento. Se perciben presencias angelicales. Insisto en qué hay una energía especial.
Mientras tomo distancia de la mesa para concentrarme en el bocado, evitando un salpicado, con picante en mano. Disfruto. Me deleito, mientras muerdo entre masas artesanales. Me asombro de la dicha de este instante. Ante un contexto social económico inestable. Ante tanta incertidumbre, ansiedad, vorágine de una vida moderna con prisa y caótica. ¿Por qué no, un instante de felicidad estomacal?
Cómo la mayoría de los ciudadanos, me encuentro en crisis económica, laboral, pero la combato. Pues dicen los austeros sibaritas griegos, “que más vale llorar comiendo, que reír con hambre”. Bastan monedas para una mínima degustación. Os recomiendo en el calor, el patio. En el frío, la barra. Sentado, de parado, al paso. Con amigos. Con familia. En soledad. Con pausa, con música tenue. Bien caliente. Sin cubiertos. Mordiendo desde los primeros repulgues para que se oxigene. Tomando del último repulgue, como sostén. Todo el protocolo es un mandamiento. “Amarás al prójimo, como a la empanada misma.”