El pueblo argentino le brindó a Diego Armando Maradona un conmovedor homenaje a la altura de los recibidos por los más importantes próceres de la Patria durante un masivo velatorio que quedó inconcluso por los incidentes registrados en horas de la tarde dentro y fuera de la Casa Rosada, publicó Télam.
Como previa de ese acto de afirmación para la memoria colectiva, sus familiares más directos, amigos y allegados le dieron el último adiós a cajón abierto en una ceremonia fúnebre íntima.
El Estado nacional rindió todos los honores para el astro argentino campeón del mundo. El presidente Alberto Fernández fue el encargado de colocar sobre su féretro una camiseta de Argentinos Juniors, club de sus amores y primer escudo defendido por el astro en su trayectoria de leyenda.
La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner visitó el lugar por la tarde, dialogó con la familia y le ofrendó al Diez una camiseta de Gimnasia y Esgrima La Plata que depositó sobre el cajón.
El país entero estuvo envuelto en un clima de inmensa sensibilidad, emoción y fervor a lo largo de toda la jornada, caracterizada por la festividad de la mañana y la violencia desatada a la tarde cuando se acercaba el horario del final del velatorio y todavía miles de hinchas pugnaban por llegar al hall central de la Rosada.
Hasta pasado el mediodía, la muerte de Maradona, a sus jóvenes 60 años, fue factor de una movilizante unidad en torno a una figura de divina condición que trascendió edades, clases sociales, ideologías políticas y preferencias futboleras.
Desde la madrugada, convivieron con civilidad en la Plaza de Mayo y sus alrededores, fanáticos maradonianos identificados con insignias de diversos clubes, a la espera del ingreso a la sede de Gobierno.
En esas horas, dentro del recinto, Claudia Villafañe, exesposa de Diego, junto a sus hijas Dalma y Giannina encabezaban una primera despedida íntima, a la que llegaron familiares, amigos y personalidades del fútbol y de distintos sectores.
Por la explanada de Rivadavia y 25 de Mayo arribaron el presidente de la AFA Claudio Tapia, el titular de la Liga Profesional, Marcelo Tinelli; los jugadores de Boca Carlos Tevez y Ramón "Wanchope" Ábila, además de los exfutbolistas Martín Palermo y Rolando Schiavi, entre otros.
También sus compañeros del seleccionado argentino, Sergio Goycoechea, Oscar Ruggeri, Jorge Burruchaga, Oscar Garré, Nery Pumpido y Ricardo Giusti, además de su exmanager Guillermo Coppola.
Javier Mascherano, Gabriel Heinze, Maxi Rodríguez, Mariano Andújar y Daniel Osvaldo; el cantante Luciano Pereyra y el actor Nito Artaza junto a su pareja Cecilia Milone se sumaron a la nómina de presentes.
Sorprendió la presencia del histórico líder de la barra brava de Boca, Rafael Di Zeo, incluido en la lista de personas autorizadas. Situación contraria ocurrió con Rocío Oliva, última pareja del astro, que se presentó en la Casa Rosada y constató que no estaba entre los nombres permitidos.
Las puertas para el público se habilitaron pasadas las 6 y los fanáticos comenzaron a despedir a Diego tras permanecer, en promedio, entre cuatro y cinco horas desde su llegada al microcentro porteño.
Para tener el acceso al velatorio, los fanáticos debían sortear dos controles del operativo de seguridad montado sobre Avenida de Mayo desde las calles Bernardo de Irigoyen y Carlos Pellegrini.
En el primer retén, los efectivos policiales de la Ciudad revisaban las pertenencias de los asistentes y en el segundo los sometían a un cacheo para luego habilitarles el paso en pequeños grupos. De eso modo, los hinchas llegaban hasta la Casa Rosada de manera fluida y sin desbordes por el corredor formado con vallas.
En el recinto, una densa emoción, combinada con el eco de las expresiones por la acústica del lugar, conmovía a todos los presentes. Los fanáticos, con identificación del seleccionado argentino y de todos los clubes del país, pasaban por delante del cuerpo del Diez durante un puñado de segundos, antes que la seguridad los invitara a circular para darle paso a quienes venían detrás.
En ese instante tan efímero y a la vez eterno, cada fanático le destinaba a Diego una ofrenda, un aplauso, un gesto o un grito desgarrador de agradecimiento.
Camisetas de fútbol, banderas, flores, cartas manuscritas y otros objetos de valor sentimental para los hinchas fueron arrojados al pie del cajón. Puños apretados y saludos peronistas fueron los más elegidos para darle el último adiós a la leyenda del pueblo argentino.
Cuando el reloj marcaba las 14 la situación se enrareció. Ante el final programado a las 16.30, por deseo de la familia, la policía de la Ciudad bloqueó el paso por Avenida de Mayo y se registraron los primeros incidentes ya que todavía miles de personas estaban fuera del dispositivo de seguridad.
Más tarde, los disturbios se trasladaron a la zona del vallado, en el corredor hacia la Plaza de Mayo, con gases lacrimógenos y balas de goma y finalmente hasta la puerta de la Casa Rosada, donde ingresó un amplio grupo de personas sin respetar los protocolos.
Cuando la situación se desbordó dentro de la sede de Gobierno, la seguridad del lugar retiró el féretro del hall central y lo puso a resguardo junto a su familia en el Salón de los Pueblos Originarios, donde trascurrió la ceremonia familiar a la madrugada.
La autoridades gubernamentales, en acuerdo con los seres queridos de Diego, acordaron extender el funeral hasta las 19 pero la situación no se calmó. Un grupo de hinchas tomó un emblemático patio interno de la Casa Rosada y en el exterior el ambiente se hizo insostenible con gente trepada a las rejas.
Con el espíritu de priorizar el deseo de la familia, el velatorio quedó suspendido antes de tiempo y a las 17.47 el cortejo fúnebre partió hacia el cementerio Jardín de Bella Vista, en esa localidad bonaerense, desde la explanada de Rivadavia y 25 de Mayo, en medio de la locura de una multitud que buscó su adiós con una mirada.
Al margen de la violencia, la jornada tuvo otro hecho repudiable: la viralización de una foto de su cuerpo tomada por personal de una casa velatoria del barrio porteño de La Paternal, donde los restos hicieron escala anoche antes de llegar a la Rosada.
Como un resumen de su vida, la despedida del Diez fue caótica, polémica, incorrecta, visceral y fervorosa. Pero una firme convicción de corte maradoniano quedó con la conciencia colectiva más allá de lo sucedido: la pasión por Diego no se mancha.