Marita lloraba desconsolada el día que su mamá, al fin, había conseguido echar a su papá de la casa. Sorprendido, uno de sus hermanos quiso saber si estaba triste. Le llamó la atención el llanto de su hermanita cuando ese padre violento estaba yéndose, pero ella no pudo explicárselo en ese momento.
Consiguió hacerlo muchos años después y el medio fue una denuncia policial: Marita es María de los Ángeles Tobio. Con 35 años se presentó en la Comisaría de la Mujer de Mar del Plata y contó que su padre, y luego su tío y abuelo paternos, reiteradas veces, abusaron de ella en su infancia, entre los 3 y los 12 años.
Lo que la impulsó hacerlo fue el pavor que le provocó que su hija adolescente le mostrara la pantalla de su teléfono: su abusador, su padre, estaba al acecho. Hasta ese momento nadie conocía la acusación contra ese hombre y para la chica no era más que su abuelo, quien estaba invitándola a su casa. Se sintió "avasallada" por la insistencia, por eso consultó a su mamá.
"Jamás pensé que iba a poder contarlo, ponerlo en palabras", dice a Clarín María, hoy de 36 años: "Imaginar que pudiera pasarle algo así a mi hija me hizo romper el silencio, y lo conté. Después lloré todo un mes".
Fue el 29 de enero de 2021. Lo terrible que narró a las oficiales se redujo a una somera formalidad, a una denuncia redactada en unos pocos renglones que llegó a Tribunales a manos del fiscal Alejandro Pellegrinelli.
En pocas semanas, el fiscal resolvió: mandó el caso al archivo, para él no había más que hacer. El juez de Garantías Saúl Errandonea avaló. Ambos funcionarios judiciales entendieron que el delito, aun tratándose de abuso sexual agravado contra una niña, por haber ocurrido entre 1988 y 1997, había prescripto.
La víctima apeló, asistida por el abogado César Sivo, y la Cámara de Apelaciones de Mar del Plata dispuso abrir la causa, investigar y llegar a la verdad a través de un juicio a modo "de reparación moral y pública" para la víctima. Un juicio por la verdad en un caso de abuso sexual, inédito en la ciudad.
"En el momento entendí que rompía el silencio, cuando fui a la comisaría, porque sabía que ya no había vuelta atrás. Romper el silencio es acabar con una cadena de abusos, es para salvar a otras infancias de que no sean víctimas de lo mismo", explica.
Dice que se asesoró y fue primero a la Comisaría de la Mujer, donde pensó que "me iba a sentir contenida", pero que la oficial que la atendió, aunque muy atenta, recuerda, "no sabía cómo tomarme la denuncia, qué preguntarme, hasta llamó a alguien para preguntar qué hacer. Estaba nerviosa".
El relato de las escenas que revive de su infancia estremece. Sus primeros recuerdos se originan a los 3 años y son los abusos de su padre, Juan Carlos Tobio, que entonces era oficial de la Policía bonaerense. "No tengo recuerdos lindos de mi infancia, o tal vez algunos, jugando a la payana con mis hermanos, o en la escuela, donde estaba segura".
No lo estaba en su casa. Cuenta que su papá la abusaba y también su tío, Guillermo Tobio, y su abuelo, Fidel Tobio, cuando ella quedaba a su cuidado. Ambos fallecieron. María no habla de su papá, sino de Juan Carlos, un hombre sumamente violento que amenazaba con matar a su mamá y a sus hermanos si contaba lo que le hacían: "Muchas veces lo vi gatillarle a la cabeza a ella, o dejarle los ojos negros".
El fallo de la Cámara de Apelaciones de Mar del Plata se conoció en los últimos días. Los jueces Marcelo Riquert y Esteban Viñas ordenaron revocar íntegramente la resolución de Garantías, que beneficiaba al padre de la víctima, para que “haga efectivo el derecho a la tutela judicial efectiva de la denunciante, sin perjuicio de la imposibilidad de imponer sanciones penales, habilitando judicialmente la realización de un proceso por la verdad".
"Permitiendo -continúa- el eventual esclarecimiento de los hechos denunciados y, a la vez, una reparación tanto moral como pública de la víctima, menor al momento en que aquellos hechos se habrían perpetrado”.
Los jueces atendieron el argumento de Sivo, basado en un artículo de la ley 27.206 que se sancionó en 2015 y se conoce como "de respeto a los tiempos de las víctima", que establece plazos de prescripción, y uno de ellos, de 12 años, corre desde el momento en que la víctima formula la denuncia.
"La ley dice que la prescripción en el abuso sexual infantil empieza a contarse a partir de que la persona cumple 18 años, y entonces, ¿qué es lo que sigue pasando? Que hay algunos casos que los 12 años pasaron y no se hizo la denuncia. Cuando esa persona reacciona y la hace, entonces se toma lo que es más moderno en el mundo, lo que se llama el respeto de los tiempos de la víctima".
"Así, la prescripción comienza a contarse, primero, desde los 18, la mayoría de edad, y segundo desde el momento en que formula la denuncia", explicó Sivo a Clarín.
Para el abogado, el juez de Garantías había desestimado cualquier posibilidad de aplicación retroactiva de una ley con suma operatividad, omitiendo considerar precedentes judiciales.
Pero por el hecho de la prescripción decretada, Juan Carlos Tobio, aunque en el juicio llegara a ser encontrado culpable, no podrá ser condenado. Tampoco tiene que asistir a las audiencias, y está claro que no lo hará: desde el día en que María de los Ángeles lo denunció, se esfumó.
Hasta entonces, "siempre aparecía por mi casa y cuando le dije que lo iba a denunciar -cuenta, a raíz de los mensajes que enviaba a su hija- porque yo no me olvidaba lo que me había hecho ('no me olvido lo que me hicieron vos, el tío y el abuelo'), temblando porque tenía miedo que me matara, me dijo lo más tranquilo que no sabía de qué le estaba hablando, que no se acordaba de nada".
Doble vulnerabilidad
En el fallo, el juez de cámara Riquert, al fundar su decisión, sostuvo que "no es que la denunciante, como víctima, no sepa qué le pasó y necesite que se lo digan", por lo que la resolución apunta a "su derecho a que la verdad se conozca y declare sin perjuicio de que no pueda traducirse en la imposición de una pena".
Subrayó "la doble condición de vulnerabilidad" de la víctima, por su edad al momento de los abusos denunciados, y por su género. Luego hace una aclaración.
"Para dejarlo absolutamente claro, no se trata de que se esté abriendo paso a que cualquier víctima de cualquier delito se presente en cualquier momento y reclame por su derecho a la tutela judicial efectiva a través de un procedimiento de conocimiento de la verdad histórica. Estamos frente a una víctima singularmente vulnerable al momento de los hechos", precisó.
María celebra que se haya abierto la instancia de investigación, pero no se conforma con un juicio por la verdad. "Para mí es una falta de respeto para las víctimas que rompieron el silencio, encima después de un año y medio de violencia institucional: no tengo ni botón antipánico".
"Ir a juicio para remover esto una y otra vez para que los jueces digan sí, es culpable, y le den una palmadita al violador, es decirle: 'ya sé lo que le hiciste a la nena, pero estás libre'. Es un mensaje de total impunidad para todos los violadores", sostuvo.
"Mi mamá, sin darse cuenta, me salvó la vida cuando logra sacarlo de la casa. Pero esto, lo del pedófilo, viene de antes. Ella tenía 15 años cuando quedó embarazada de él, y él tenía 28. Era una nena que había quedado embarazada y la sociedad la crucificó, y aunque no eran nada los casaron".
María, desde el día en que rompió el silencio, ya no se calló. Salió a la calle a reclamar "Justicia por Marita", la nena que -recuerda- era un mar de lágrimas cuando su padre se fue de la casa, aunque entonces no pudo decir porqué: "Yo tenía 12 años y estaba feliz, si lo único que hacía era esconderme en un mueble viejo o encerrarme en el baño para pedir 'Diosito, llevame", esa nena "que nunca fue escuchada, y que ahora habló".
Fuente: Clarín