Dejan en evidencia las balanzas “truchas” de los fruteros del centro

Con una balanza manual, una gendarme que hizo de ama de casa dejó en evidencia a los vendedores de fruta al comprobar, en plena vía pública, que los 2 kilos de frutilla que le vendieron eran en realidad 1.100 gramos. Al alertar a la policía, los vendedores actuaron en patota para impedir el procedimiento.

Policiales 17/08/2016

Decidida a dejar al descubierto la estafa diaria que cometen los vendedores de frutas que pululan por el caso céntrico, una gendarme oriunda de Buenos Aires, Gisele C., quien cumple servicios en la Agrupación VII de esa fuerza nacional, se acercó hasta un carro de frutas a fin de comprar la oferta del día: dos kilos de frutillas a 40 pesos.

El episodio, registrado el 10 de agosto pasado en horas de la tarde, tuvo como escenario nada menor que la meca de los vendedores, la esquina de las calles Ituzaingó y Urquiza, donde estos carreros hacen de las suyas a plena luz del día y sin que las autoridades de control municipal ni de tránsito hagan nada para impedírselo.

Sin levantar sospechas, la mujer se acercó a uno de los vendedores y le pidió la oferta, tras lo cual el carrero hizo gala del engaño diario, pues llenó una bolsa con frutillas y la pesó en la balanza, cuya aguja indicó un pesos incluso mayor: 2.5 kilos. “Mire doña, le estoy dando de más”, se ufanó el vendedor.

Lo que jamás imaginó que la mujer que acaba de engañar, como cientos que caen en esta treta a diario, no era de esas que van apremiadas por el tiempo y no reparan en sopesar la mercadería y menos aún en reclamar por la estafa que cometen con sus balanzas “arregladas”.

Gisele no se marchó así nomás. La mujer sacó una balanza manual de su bolso y delante de otros transeúntes pesó la oferta. La sorpresa fue más que mayúscula, pues los supuestos 2.5 kilos apenas eran 1.100 gramos, marca que la gendarme exhibió a los testigos presenciales que seguían semejante atrevimiento ante la cara de los vendedores.

De inmediato, la mujer se acercó al vendedor y le reclamó la estafa. Como era de esperar, el carrero se desentendió de la frutilla. “Esa mercadería no es mía, yo no le vendí nada, váyase de aquí señora”, alegó el embaucador, a la vez que comenzó a hacerle señas a sus colegas, los que lentamente se acercaron.

Ante la actitud del vendedor, Gisele pidió la inmediata presencia de personal policial, pedido que corrió como reguero de pólvora por las calles aledañas al mercado San Miguel. En tanto, y a sabiendas de que no iba a tener tiempo de huir, el vendedor se apresuró a recalibrar la balanza, pero los nervios le ganaron y no pudo hacerlo.

En vista de ello, y según la denuncia de la mujer, el vendedor le quitó a Gisele la bolsa de frutillas y le devolvió los 40 pesos. Esto, sin embargo, no conformó a la denunciante, quien junto a otros transeúntes que también habían comprado la misma oferta, insistieron en pedir por la policía.

Cuando un par de efectivos llegaron al lugar y escucharon los reclamos de la gendarme encubierta de ama de casa, el vendedor rápidamente fue cercado por otros puesteros, quienes comenzaron a mostrarse alterados, a gritar e impedir el trabajo de los uniformados, accionar que finalmente les dio resultado, pues finalmente se marcharon sin responder por la estafa.

Armada simplemente con una balanza manual, esta mujer dejó en evidencia a los vendedores de frutas, los que además de adueñarse del centro, estafan a los salteños a diario, sin que las autoridades del municipio capitalino, "la frutilla del postre", no puedan si quiera emular el accionar de esta ama de casa.

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