Economía de resistencia: En Salta crecen los grupos de trueque para paliar la crisis

El pasado fin de semana y de manera simultánea tres ferias de trueque se montaron en diferentes zonas de la ciudad. A partir de las redes, se organizan encuentros en los que mujeres de todas las edades hacen intercambios donde el dinero no circula. Ropa, elementos de cocina, juguetes y mercadería son los objetos que más se ven.

Sociedad 27/11/2019 Noelia Pandolfi Noelia Pandolfi
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Florencia se viste de trueque: su armario tiene prendas que anteriormente fueron de alguna de las tantas mujeres que se fue encontrando en el camino del intercambio. Al hablar con ella, pareciera posible imaginar un mundo alternativo que se da maña y se abre paso ante los embates del sistema capitalista. 

Sucede que el pasado domingo, tres zonas de la ciudad activaron espacios de trueque a partir de un grupo de Facebook que cuenta con más de 1400 usuarias. En zona sur, a la vera de la ruta; en zona norte, en una cancha de Parque Belgrano, en zona centro/oeste, en Plaza Alvarado: mujeres de todas las edades coparon estos puntos con sus paños. 

Lo que pasó esta vez es algo novedoso, lo venimos impulsando desde los inicios del espacio hace 3 años. Siempre quisimos que sea algo que suceda en distintos puntos y que se genere de manera espontánea”, nos indica Florencia Soraire, una docente de la UNSa que fue precursora del grupo “Genero Trueque”.

Dentro de la dinámica, las integrantes del grupo se autoconvocan por redes, se proponen fechas, se busca el lugar donde congregarse y allí llevan sus cosas bajo una clara consigna: en estos espacios no circula dinero. 

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Básicamente, cada integrante sube fotos sobre los productos o servicios que ofrece o necesita y espera que aparezca algún interesado/a que responda.

Al consultarle a Florencia por los comienzos de esta iniciativa, nos cuenta: “Esto nació hace tres años, en los primeros tiempos del gobierno macrista. Nacimos a partir de la resistencia”. En aquel entonces, fueron entre 6 y 8 mujeres quienes se congregaron en La Minga y aprovecharon esa primera jornada de intercambio para brindar talleres.  


“Empezamos a ver que con nuestros trabajos no llegábamos a cumplir nuestras necesidades básicas y nos abrimos paso con el trueque” 


El grupo fue avanzando en el tiempo y haciéndose más grande en cada convocatoria. Así como nos dice Florencia, “este año fue durísimo y muchas nos quedamos sin trabajo, entonces había que gestionar desde otro lugar y ahí sirvió el intercambio. El trueque termina siendo una excusa para encontrarnos porque del encuentro sale algo más poderoso: se vuelve algo amoroso y armas una suerte de tribu”. 

Como una cosa lleva a otra, del contacto entre estas mujeres fueron surgiendo las problemáticas con las que lidiaban. En los encuentros comenzaron a visibilizarse casos de violencia, de abortos, de manipulación entre parejas. 

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“Nos juntamos con la excusa de cambiar. Ahí empezó algo increíble: Empezamos a hablar, o mejor dicho, empezamos a escucharnos”.


 Trocar bienes, trocar saberes 

La convocatoria es: traé eso que ya no usas y está en buenas condiciones”, nos dice Florencia, a lo que añade que la idea del intercambio es hacer circular las cosas. “Mientras que la economía monetizada tiende a la acumulación, este sistema propone desapegarse de aquello que no necesitamos”, profundiza la antropóloga y docente. 

Bajo esta dinámica, las personas que asisten a los trueques tienen que hacer un ejercicio de limpieza: “Cuando empezás a juntar caés en cuenta de que los chicos crecieron, de que las cosas de la casa cambiaron. Se empieza por preguntarse: esto que no usas, ¿para qué lo querés?”. 


“La propuesta es hacer un giro en la mirada: ya no pienso cuánto vale según el mercado, sino cuánto vale según el uso que le doy”


Y aquí comienza el cambio de chip y las preguntas: ¿quién pone el precio que pagamos? ¿cuál es el valor –no precio- de cada objeto? ¿el valor depende de la posesión o del uso? Florencia, propone sus reflexiones: “Corrernos de la lógica del dinero fue corrernos de la materialidad y del valor impuesto que tienen las cosas.  Ya no importa cuánto vale según el mercado, sino cuánto vale según el uso que le doy. Si no me sirve ¿para qué lo quiero?, que circule.”

Mientras que los expertos en marketing están al acecho de cualquier demanda y necesidad, el trueque ofrece algo que el mercado no y son los lazos humanos. 

Al correrse de la lógica de la materialidad, el espacio de Genero Trueque se abrió a intercambiar algo más que objetos y bienes: surgió el “yo sé hacer esto”, dándole valor a los conocimientos que se podían compartir y transmitir. A partir de esto surgió otra dinámica, la de intercambiar saberes. 

Resistencia ante la crisis 

Mercadería, ropa, artículos de limpieza, encabezan la lista de productos que más se truecan en los encuentros. Esto obedece a la lógica que Florencia expresaba al principio: “Somos conscientes de que cargamos con nuestras casas e hijos. Somos sostenedoras de vida y en esto las necesidades básicas son las que primero surgen para solucionar. Con los trueques podemos resolver lo cotidiano, la comida, la ropa de los chicos, equipar la casa.”

Reconociendo que comenzaron una movida que ahora es un fenómeno atravesado por muchas realidades, Florencia se despide remarcando que la red de trueque supo encontrarse como red afectiva, donde entre sus participantes circulan saberes, objetos y, por sobre todo, contención

Finalmente, nos permitimos una reflexión que pertenece al sociólogo Zygmunt Bauman y que analiza justamente las economías de mercado, formales y monetizadas, en comparación a estos fenómenos que desafían la rígida estructura capitalista: “Aquello que desde el punto de vista de la conquista de los mercados es una zona gris, para sus habitantes conquistados es una comunidad, un vecindario, un círculo de amigos: un mundo donde la solidaridad, la compresión, el intercambio, la ayuda mutua y la compasión (todas nociones ajenas al pensamiento económico y aborrecibles para la economía práctica), dejan en suspenso al propio interés individual. Es un mundo cuyos habitantes no son competidores, ni objetos de uso y consumo, sino compañeros. La necesidad de la solidaridad parece resistir y sobrevivir a los embates del mercado”. 

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