Policiales26/12/2017

Los casos policiales más resonantes del 2017: “Chirete” Herrera, el femicida de la cárcel

Recordando los casos policiales que más conmovieron a la sociedad salteña este año que termina, sin dudas el de Gabriel “Chirete” Herrera fue el primero y uno de los peores del 2017. Además, marcó un antes y un después en el régimen de visitas íntimas carcelarias.

Si se trata de hechos ocurridos en el penal de Villa Las Rosas, sin dudar, el asesinato de Andrea Neri a manos de Gabriel “Chirete” Herrera, el 5 de enero pasado, a días de comenzar el año, en la celda de Nº 372 del Pabellón “E” y durante el lapso de una visita conyugal, no tiene comparación con ningún otro hecho sangriento registrado dentro de una unidad carcelaria.

Haciendo un repaso de los casos policiales más fuertes de este 2017, con más de cuarenta heridas de puntazos en el cuerpo de la joven Andrea, 36 de ellas sólo en el cuello, revelan un grado de brutalidad criminal nunca antes vista, sin tener en cuenta que la víctima, no sólo era su pareja sino la madre de un pequeño hijo del asesino, quien estuvo presente al momento del asesinato de su madre.

Movido por una foto que otro interno le mostró, en la cual la víctima aparecía junto a otro sujeto, en la cuenta de Andrea en Facebook, Herrera, planeó y ejecutó el asesinato de su pareja, sin importarle nada ni nadie, mucho menos la situación de encierro en la que se hallaba.

Y es que para Herrera matar a una mujer dentro de la cárcel no era algo nuevo, pues el 26 de marzo del año 2006, este brutal asesino mató a su primera pareja, Verónica Castro, en la celda que ocupaba en la Unidad Carcelaria de Metán, a donde había llegado una semana antes imputado en una causa por estafa y robo calificado.

Tras hacerle saber a su mujer que se sentía enfermo, carnada que uso para que su mujer con dos hijos, de 4 y 9 años, fuera a verlo, Herrera separó a los menores, quienes quedaron con su suegra y se encerró en su celda con Castro.

Dentro del calabozo, “Chirete” golpeó a su ex pareja y luego terminó matándola con una remera, la cual utilizó para estrangularla. Tras concluir su obra asesina, salió de su celda y dio aviso a los guardias y a la abuela de sus hijos, sin mostrar ningún signo de dolor por el crimen cometido.

Por este asesinato, Herrera, de 39 años, fue llevado a juicio y condenado, aunque sobre los guardias no se siguió una persecución penal, lo que sí sucedió cuando “Chirete” asesinó a Neri, hecho ocurrido ya en el penal de Villa Las Rosas.

Por esta grave situación, el fiscal penal 1 de la Unidad de Graves Atentados contra las Personas, Pablo Rivero, requirió juicio para Juan Carlos Gutiérrez, José Luís Ávalos, Fernando Daniel Velásquez y Héctor Augusto Franco por el delito de incumplimiento de los deberes de funcionario público y para Nelson Alexander Cardozo por abandono de persona seguido de muerte.


 
Celos y sangre
 
“La mate, la mate, ya se acabó la carnereada”, gritó Herrera al salir del la celda 372, donde yacía ya el cuerpo inerte de Andrea Neri, a quien había matado a minutos de iniciada la visita conyugal, alrededor de las 14 del 5 de enero.

Herrera, contra quien el fiscal penal, Pablo Rivero, interpuso un requerimiento de juicio por el delito de “homicidio doblemente agravado por la relación de pareja y femicidio”, nunca mostró signos de quiebre y mucho menos de arrepentimiento.

“Herrera estaba determinado a acabar con la vida de su pareja y madre de su hijo”, afirmó el fiscal. Agregó que el día del crimen,  “Chirete recibió en su celda a Neri, donde primero “mantuvieron una conversación por cuestiones de celos”.

El fiscal indicó que el móvil del asesinato fue reconocido por el convicto al prestar declaración indagatoria. “Subimos arriba y hablamos cinco minutos del tema de la foto”, algo que molestaba a Herrera, pues hasta sus compañeros de celda sabían de la imagen en la red de Facebook, en la que su mujer apareció junto a otro sujeto.

Por ello, Herrera planeó terminar con “la carnereada”. Y para ello se armó con una gubia, una herramienta que obtuvo dentro del mismo penal. Los mismo internos reconocieron que un arma como esa puede ser adquirida fácilmente dentro de la cárcel.

“Un interno puede comprar una gubia de otro pabellón, como así también cualquier otra clase de herramientas y se las paga con azúcar o yerba”, revelaron los reclusos, entre otras irregularidades que ocurren dentro del penal. “Los teléfonos celulares se consiguen en la cárcel. Se consigue lo que uno quiera”, afirmaron los testigos.

Por ello, que Herrera tuviera uno no era la gran novedad. Lo que encendió la chispa asesina, en tanto, si vino por el uso irregular de teléfonos dentro del penal, pues bastó que otro recluso le mostrara a Herrera la foto de su mujer con otro para que se gestara el asesinato de Neri.
 
“Vos ves que vas a hacer”,  le dijeron. Y lo que Herrera hizo fue lo que ya sabía hacer, matar, incluso dentro del penal. “Chirete” trató de justificar su acción asesina al asegurar que Neri no sólo reconoció que estaba de novia con el muchacho de la foto, sino también que el hijo que tenía en brazos no era suyo.


 
Del baño a la celda
 
Herrera contó que primero llevó a Neri al baño, donde, al parecer, intentó ejecutar su acción homicida, pero como en el interior estaba otro preso, que sufría de estreñimiento, cambió los planes y regresó a su calabozo. Este recluso advirtió que “Chirete” estaba golpeando a su mujer, pero los guardias no hicieron nada.

Escudado en el hecho de que Neri reconoció la supuesta infidelidad y que se burlaba de él, Herrera reconoció que primero tomó del cuello a la joven y de inmediato comenzó a darle puntazos con la gubia en la zona del cuello. En total, fueron 36 heridas.

Luego, en su brutalidad asesina, aplicó otros puntazos hasta llegar a más de 40 las estocadas que mataron a Neri, una joven madre de 20 años, cuya vida se escurrió en el piso de la celda 372, en medio de un charco de sangre. Ejecutada su obra o venganza, Herrera, como el 26 de marzo de 2006 en Metán, volvió a salir de su calabozo con un anuncio macabro: “La mate, la mate”.

Con el bebé de Neri en brazos y las manos manchadas con sangre, Herrera dijo:  “entren a ver la he matado porque me carnereaba”. El fiscal señaló que Herrera “aprovechó la circunstancias de encontrarse en su celda a solas con su pareja y fuera del alcance de los guardiacarceles, es decir en una situación de extrema vulnerabilidad para atacarla primero mediante golpes de puño en su rostro y luego agredirla salvajemente dándole múltiples heridas con un arma blanca, siendo las de mayor gravedad las que le asestó en la zona del cuello”.
 
San La Muerte y otros santos
 
En la celda de Herrera, en la pared sur, los peritos forenses identificaron una foto de Andrea Neri, la que sobresalía entre otras fotografías, y en el piso del lecho había dos imágenes: una de “San La Muerte” y la otra del “Gauchito Gil”.

Su calabozo, el 372, no pasará desapercibido para los salteños, pues en el mismo se gestó y ejecutó uno de los crímenes más atroces ocurridos en la historia criminal de Salta, la cobarde y brutal muerte de Andrea Neri a manos de unos de los criminales más peligrosos que se albergan tras las rejas.