Juicio a Torino: Una de las víctimas plasmó en su diario íntimo los terribles abusos
Hoy se realizó la cuarta audiencia de juicio con Rosa Torino, acusado abuso sexual gravemente ultrajante agravado en perjuicio de dos víctimas y abuso sexual simple agravado, en perjuicio de una tercera. Entre los testimonios la madre de una de las víctimas dio desgarradores detalles de lo que vivieron.
La mujer contó que su hijo ingresó a la comunidad religiosa tras ser invitada a una misa de sanación en 2004. Afirmó que su hijo fue enviado a Puerto Santa Cruz, donde fue humillado y maltratado junto a otros jóvenes.
Indicó que su hijo no quiso defraudar a la familia y que por eso se mantuvo en silencio, hasta volver a Salta, cuando le contó al imputado sobre lo ocurrido en el sur con el sacerdote responsable.
Destacó que el acusado transmitía la imagen de ser un santo y que cuando su hijo habló con él, le dijo que perdonara al sacerdote del sur. Relató que tras hablar con el acusado, fue enviado a Finca de la Cruz, donde permaneció aislado y pasó hambre.
Aseguró que su hijo estaba deprimido y cerrado en sí mismo, y que buscó ayuda en varios responsables de la comunidad, pero todos coincidieron en que debía continuar en la congregación del acusado.
Hizo hincapié en que intentaron privar a su hijo de tener contacto con la familia y que solo podían comunicarse telefónicamente. Además, reveló que durante un viaje que realizó su hijo, encontró en su casa un diario personal que el joven olvidó, en el que escribió sobre las atrocidades ocurridas en el sur y que pensaba en terminar con su vida.
Se enteró por su esposo que el sacerdote acusado le hizo una revisación en la zona íntima por una supuesta enfermedad.
El testimonio de una exmonja
Otra testigo fue la exmonja víctima, llegada hoy a Salta, quien ingresó a la congregación en 1997. A partir del 2000, estuvo en el círculo privado del imputado. Sostuvo que fue víctima de tocamientos desde ese año por parte del acusado y que jugaba un papel de mediadora entre el sacerdote y otros miembros de la comunidad, por el fuerte carácter del acusado, quien solía humillar a las personas.
Indicó que a fines de 2004, le dijo al acusado que escuchó durante retiros espirituales sobre abusos. El sacerdote le gritó y le pidió nombres. El imputado le dijo que eran comunes los juegos sexuales y que cualquier cosa, le avisara.
En octubre de 2010 regresó a Salta y comenzó con ataques de llanto y dolores en el cuerpo. Afirmó que le llevó mucho tiempo entender lo que sucedía y pensó que si denunciaba, traicionaría al imputado.
Sostuvo que dentro de la congregación, los hacían pasar por locos cuando se hablaba de abusos y que muchos integrantes, incluida ella, fueron tratados con medicamentos psiquiátricos recetados por un médico clínico relacionado con alguien de la comunidad, quien recetó drogas tales como clonazepam.
La exmonja rompió en llanto al relatar que el acusado se burlaba de su cuerpo con comentarios groseros y que dijo muchas veces que “las mujeres no sirven”. Detalló que de 2000 a 2004 fue sometida a tocamientos por parte del acusado, con chirlos y roces en sus partes íntimas.
El testimonio de otra de las víctimas
El cuarto y último testigo de la jornada, fue el otro exnovicio víctima, también llegado hoy a Salta y quien pidió declarar sin las presencia del acusado.
Precisó que ingresó a la comunidad en 2009, a los 14 años y también afirmó que fue abusado por el sacerdote de Puerto Santa Cruz, en el sur del país y abusado en 2013 en Salta por el acusado, tras acercarse a contarle sobre los hechos del sur.
Relató que al pedirle ir al médico por supuesto varicocele, el sacerdote se negó y le explicó sobre la enfermedad. El imputado lo invitó a pasar a su habitación, donde lo sometió a tocamientos. Le dijo luego que estaba todo bien y que no contara nada de lo ocurrido.
Sostuvo que sintió vergüenza y culpa, entrando luego en depresión e intentos de suicidio. El testigo rompió en llanto y dijo que en 2016 recién pudo hablar con su pareja sobre lo ocurrido. Por último, relató que días después del abuso, escapó de la congregación, porque no lo dejaron salir.