“Tu has venido a la orilla”: denunciaron por abuso sexual de menores al cura que creó las canciones más conocidas de misa
En un reciente artículo del diario El País de España se dieron a conocer graves denuncias de cuatro exalumnos del Colegio Marista de Chamberí madrileño, quienes acusaron al sacerdote Cesáreo Gabaráin de haber abusado sexualmente de ellos. La revelación cayó como una bomba, ya que el cura es célebre en España.
Tan popular fue el cura que sus canciones de misa dieron un Disco de Oro. Escribió más de 500 temas, pero su mérito no está en la cantidad. Sus canciones eran inspiradoras, alegres y pegadizas. Eran tan fáciles de recordar que uno no tenía ni que leer el cancionero. Gracias a su aporte, nunca más faltó una guitarra y un coro de jóvenes al lado del altar.
Aquí, en la Argentina, los católicos conocemos muy bien su repertorio. Si alguna vez fuiste a misa seguro que te va a sonar “Juntos como hermanos”, “Vienen con alegría”, “La espiga” (que es un tema muy arriba que se cantaba en el momento de la Comunión) y “Tú has venido a la orilla” hitazo también conocido como “Pescador de hombres”, palabras con las que bien podríamos titular esta esta nota.
Este caso me hizo acordar a un proceso que me tocó muy de cerca. Se trata del juicio contra de Fernando Picciochi un exreligioso argentino que fue condenado por abuso sexual a 12 años de prisión. Conocí este caso de primera mano ya que yo todavía era alumno del Colegio Marianista cuando él abusó allí de varios menores de edad.
Cuando Eduardo Mendoza el principal denunciante del cura español le dijo a El País que su agresor “era como el doctor Jekyll y Mister Hyde: por un lado, un cura carismático y popular, (...) y por el otro un pederasta; algo inimaginable para todos los que lo admiraban”, siento que está hablando de Picciochi. Tan chico es el mundo y previsibles los seres humanos.
Los abusos de Cesareo tuvieron lugar en una casa de retiros que los Maristas tenían en Los Molinos, en las sierras de Madrid; mientras que los abusos del argentino se produjeron en una colonia de vacaciones que los Marianistas tienen en las sierras de Córdoba. Pero la mayor coincidencia es que el modus operandi de los abusos era casi el mismo: meterse en las piezas de los chicos cuando todos se iban a dormir.
Más coincidencias. Cuando las denuncias salieron a la luz, la respuesta de las autoridades eclesiásticas fue prácticamente la misma. Cesáreo fue reubicado en el Colegio Salesiano de San Fernando, en Madrid. Mientras que acá en Argentina, Picciochi fue enviado por sus superiores bien lejos: a Catriel, Rio Negro.
En ese punto se abren enormes las diferencias. Finalmente Fernando Picciochi fue detenido por Interpol en el año 2007 en Estados Unidos donde vivía, fugado de la Justicia, con una identidad falsa. Mientras que, por el contrario, el destino de Cesáreo Gabaráin, fue diametralmente opuesto. Tanto que quienes lo habían denunciado no podían creer lo veían.
A los dos meses de la denuncia, Cesáreo fue nombrado Prelado de Honor de Juan Pablo II, una distinción que el Papa sólo reserva a los sacerdotes más dignos y destacados. Es que el Karol Wojtila era fanático del tema “Pescador de hombres” uno de los hits de Cesáreo. Prueba de ello (pueden chequearlo en Youtube) es que el Papa polaco cantó el tema en castellano y enterito cuando visitó Guatemala en 1983.
Alguien podrá decir que el Papa no sabía de los abusos de Cesáreo Gabaráin. Pero nadie puede negar que eran muchos los que sabían lo que estaba pasando y lo ocultaron. Como cuando se hurga en Tuits viejos, hoy le encuentro un nuevo sentido a la canción Juntos como Hermanos cuando dice: “No podemos avanzar sin la ayuda del Señor”. Es decir, siempre hay un señor arriba que los ayuda a zafar y que no es precisamente Dios.
También puede adaptarse a la actualidad otro tema de Cesáreo que es casi un himno en España y se llama: “La muerte no es el final”. Porque si bien el cura español murió en 1991 a los 55 años, el caso va a ser investigado nuevamente por los Padres Maristas y por las autoridades de la Archidiócesis de Madrid. En la seguridad de que ya es tarde, quizás valga apenas como un símbolo para lo que hay que hacer en el futuro. /TN