Murió Pedro Marcilese, el criminal más poderoso y temido que tuvo Salta
El fallecimiento de Pedro Julio Marcilese, anunciado ayer, llevó a muchos salteños a rememorar la vida de este conocido empresario, cuyo éxito no radicó totalmente en una vida dedicada al trabajo, sino más bien al delito y el crimen, armas con las cuales construyó un imperio.
Con cierta protección política, “Don Pedro” paso de transportar áridos a ser el dueño de una empresa que, hasta el día de hoy, lleva su apellido y es ampliamente reconocida, pero ya no por las maniobras de fraude allí se cometían en la década de los 80´en Salta.
Con sus oficinas en un predio ubicado en la avenida Paraguay, ahora en manos de otros dueños, Marcilese dirigía operaciones de fraude que consistía en la venta de camiones prendados, los cuales luego recuperaba gracias a una horda de “matones a sueldo” que solían visitar a los compradores para arrebatarles el automotor.
La facilidad de estas maniobras, que nunca eran denunciadas por la eficacia de los maleantes, quienes causaron incluso que otros transportistas del mismo rubro se mudaran de la provincia, convirtió a “Don Pedro” en un hombre peligroso, tanto por el poder fuego que tenía a su disposición, como así también por la cobertura política de la que se jactaba.
Entre algunos de los episodios que daban cuenta de su poder, se encuentra la muerte de uno de los compradores estafados, quien, en un ataque de ira por el fraude del que fue víctima, osó irrumpir en las instalaciones de la empresa, en la zona sur de la ciudad, siendo muerto a tiros, según dicen por el propio Marcilese.
Para la justicia local, no hubo nada para recriminarle. Eso fue hasta entrada la década de los 90´, cuando un transportista, que había perdido su dinero y su camión con estas maniobras fraudulentas, radicó una denuncia penal en contra de “Don Pedro”, quien tenía abogados de renombre como asesores legales.
Uno de ellos era Miguel de Escalada, quien hacía sus primeras armas junto a otro experimentado abogado, que luego terminó como juez federal. Cuando el caso llegó a estudio de sus asesores, uno de ellos decidió apartarse y declarar en contra de “Don Pedro”, quien, enterado de la traición, planificó e instigó su asesinado.
Ese letrado fue De Escalada, quien fue hallado muerto el 13 de junio de 1993 dentro de su vehículo, en un pasaje frente a la terminal de ómnibus. La muerte del abogado no resultó como “Don Pedro” esperaba, pues el profesional era muy respetado y, para todos, no había otro responsable que Marcilese.
Desde este crimen, ciertos sectores de la sociedad comenzaron a movilizarse para que el crimen no quede impune, sin embargo, nada lograron hasta 1997, cuando el ex juez Abel Fleming, del Juzgado de Instrucción Formal de Tercera Nominación, comandó un procedimiento que sorprendería a toda Salta.
Fue un viernes 19 de abril, ya casi al caer la noche, cuando un grupo de policías asaltó una casa en el Barrio San Remo, donde residía Armando Urueña y su mujer, Mónica Nucciarelli, autores materiales del asesinato del abogado De Escalada.
Luego, en la avenida Paraguay, en las oficinas del empresario, otro grupo detuvo a “Don Pedro” y a Angel Russo, un comerciante local que fungía de “consigliere” en la organización criminal que dirigía, en ese entonces, Marcilese, quien nunca admitió ninguno de los crímenes imputados.
La operación del juzgado, sin embargo, no salió del todo bien, pues Roberto Leirmman, quien fue el cerebro en la planificación del asesinato del abogado, logró huir minutos antes de que la policía cayera en las oficinas de la empresa, en donde se encontró un pequeño casete que, a la postre, resultó clave para condenar a todos los detenidos.
El contenido de este dispositivo, la transcripción de varias escuchas telefónicas y la confesión de Urueña y su mujer, fueron las pruebas que llevaron a la ex Cámara Uno del Crimen, integrada por los jueces Carlos Nieva, Héctor Alavila y Jorge González Ferreyra, a condenar a Marcilese y el resto de los detenidos a la pena de prisión perpetua.
La sentencia se dio a conocer el 27 de noviembre de 1998, en uno de los jueces más resonantes en la historia criminal de Salta, pues más allá de conocerse detalles del asesinato del abogado De Escalada, salieron a luz los planes criminales de “Don Pedro” para extender su poder.
Entre ellos, figuraban los secuestros de los hijos de dos familias también de gran poder económico en la provincia, como los Romero y Olmedo. Pese a que todos los testimonios y pruebas presentadas estaban en su contra, “Don Pedro” jamás se bajó del caballo.
En todas las audiencias, que se extendieron por más de tres meses, Marcilese permaneció con la mirada alta y sin emitir ningún gesto que delatara algún sentimiento. Tal vez porque tenía un “As bajo la manga”, lo cual fue cierto, pues al momento de los alegatos, el fiscal de juicio, Ricardo Anuch, inexplicablemente, pidió su absolución.
Pese a ello, el tribunal lo condenó y “Don Pedro” fue a parar a la cárcel de Villa Las Rosas, donde luego recibió a varios visitantes, entre ellos un ilustre historiador local que solía llevarle algunas enciclopedias de la dominación Nazi en las guerras mundiales.