“Traigan morfi o vendrán los saqueos”: lanzaron un plan de ayuda privada para miles de familias contra el hambre
Seamos Uno se llama la iniciativa que en pocos días se convirtió en el mayor programa de ayuda privada en cooperación con la Provincia y la Ciudad de Buenos Aires. Repartirán un millón de cajas de alimentos.
Coronavirus20/04/2020Cuando un grupo de empresarios le preguntó al jesuita Rodrigo de Zarazaga qué podían hacer frente a esta pandemia, el cura, con los pies más en la tierra que en el cielo, fue contundente: “traigan morfi o vendrán los saqueos”.
Era el 24 de marzo y ninguno de los que participó en esa conversación quedó ensimismado. Pasaron a la acción.
El último viernes ya habían repartido 100.000 cajas de 15 kilos cada una, con el "morfi".
Es una canasta diseñada por nutricionistas con productos no perecederos.
Y se trata de la mayor movilización en poco tiempo de una iniciativa privada y pública para asistir a la emergencia de la emergencia.
Recolectaron fondos para completar 400.000 cajas en pocos días más. En cada caja hay 56 raciones de comida.
Al programa lo bautizaron Seamos Uno, con obvia intención de superar la grieta en medio del coronavirus.
Se sostienen en los aportes de las empresas e individuos y finalizarán cuando alcancen el millón de cajas para cuatro millones de personas.
Cada unidad les sale $ 1.000 muy por debajo de lo que les costaría pagando costos de logística y precios sin descuentos.
Arcor les dona las cajas de cartón.
Y Cedol, la cámara que nuclea a las empresas de logística contribuye con el armado y su distribución.
La estadounidense Procter aporta los jabones y el detergente que se suman al arroz, leche larga vida, picadillo, tomate en lata, fruta desecada, fideos y lentejas.
El programa dispuso de cuatro naves de recpeción y empaque en lugares clave: General Rodríguez, Esteban Echeverría, Pacheco y Parque Roca.
A su vez McKinsey, IBM y Accenture diseñaron cómo identificar a las familias y cómo llegar en plena cooperación los gobiernos de la provincia de Buenos Aires y de la Ciudad de Buenos Aires.
En Seamos uno, participan CIAS (Centro de Investigación y Acción Social de los Jesuitas), Cáritas, Banco de Alimentos, la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas, el Consejo de Pastores Evangélicos y la AMIA.
Accenture les desarrolló una app para que el donante siga el destino del dinero desde que ingresó en la cuenta hasta que llegó convertido en la caja a la mesa de la familia necesitada.
Cuentan con la auditoría de KPMG, Ernst and Young, y Deloitte para dar transparencia.
Del lado de los empresarios se pusieron a trabajar los staff de Idea, Amcham (las multis de EE.UU. que están en el país), Acde, que cobija a los empresarios cristianos y ABA, que nuclea a los bancos de capital extranjero.
Es curioso, porque los CEO que participan de Seamos Uno piden no ser mencionados en un gesto que contrasta con lo habitual cuando las empresas buscan unir sus nombres a donaciones.
Muchos asisten al proceso de armado y la distribución.
Acostumbrados a la presión en sus propias compañías, algunos confiesan que nunca les tembló tanto el cuerpo como al encontrarse con la tenacidad y la fortaleza de los que están quedando a la intemperie, los changarines, empleadas domésticas, vendedores ambulantes y cartoneros.
Aunque cuentan que hay muchos otros que ya resistieron varias crisis y esta vez se vinieron abajo.
La ayuda se dirigió especialmente a los sectores informales que no cuentan con la asistencia habitual del Estado.
“Enfrentamos un tsunami del que ignoramos el tamaño de la ola que nos va a pegar. Nos angustia la incertidumbre, tanto de los efectos del virus como de la crisis económica”, explicó Zarazaga.
Esa angustia se acrecienta en los hogares de los que no comieron hoy y no saben si van a comer mañana. Podemos solo mirar a la responsabilidad del Estado o, por el contrario, entender que el país es una construcción colectiva y asumir que todas las dirigencias tenemos que aportar. No es momento para eludir responsabilidades”, sostuvo el sacerdote./Clarín