Chile vive un momento bisagra, de comparaciones tentadoras, pero a su vez temerarias, que van de Salvador Allende a Gabriel Boric casi en un santiamén. El más joven presidente de la historia trasandina asumió la más alta investidura bajo la mirada atenta del mundo que lo rodea. Desde sus propios votantes a los factores reales de poder.
De aquellos que abrazan con expectativa la llegada de una bocanada de aire fresco sobre la tierra arrasada por el neoliberalismo que se aleja, pero que continúa al acecho. Son un mosaico de izquierdas y centro-izquierdas, mujeres empoderadas y pueblos originarios, voluntades que emergieron en poco más de una década de luchas (2011-2022). Su mayor desafío es robustecer el poder popular que lo llevó hasta donde está, donde solo por ahora hay caudal electoral. El casi 56 por ciento con el que derrotó al ultraderechista José Antonio Kast.
Vidas paralelas
Se da en Chile – y muchos analistas políticos extranjeros lo estimulan – el entusiasmo de buscar un paralelo entre este joven de 36 años y el expresidente socialista muerto en La Moneda el 11 de septiembre de 1973. A riesgo de caer en anacronismos, Allende sería en clave Boric como el espejo donde gustaría mirarse la izquierda. Roberto Bolaño hubiera descrito con maestría un diálogo imposible entre los dos. Horas después de su triunfo en segunda vuelta, el flamante presidente se topó con el busto del médico que resistió hasta sus últimas horas el golpe de Pinochet. Fue durante una invitación a la casa de gobierno que le hizo Sebastián Piñera. Después reflexionó sobre “sus sueños de un Chile mejor” que – puntualizó- “son los que vamos a seguir construyendo junto a todos ustedes”.
La metáfora de las grandes alamedas que utilizaba Allende es su desafío. La del hombre libre y una sociedad mejor. Boric no la tiene fácil ni mucho menos. Sus propias palabras lo comprometen. “Estamos decididos a jugárnosla para construir un país más justo, más digno, más seguro” dijo en campaña electoral. Habrá que ver si le da la correlación de fuerzas, con un Congreso atomizado donde no tiene mayoría y una Convención Constitucional como el reto más grande que lo espera en lo inmediato. El llamado plebiscito de salida del 12 de junio próximo definirá el futuro de la nueva carta magna. El voto será obligatorio. La única excepción desde 2012, cuando Piñera cumplía su primer mandato y lo derogó.
Símbolos y colaboradores
Boric, el exdirigente estudiantil, el ex diputado nacional, el ganador en la interna de la izquierda sobre el Partido Comunista, el político que desde ese espacio cuestionó a los gobiernos de Cuba, Venezuela y, Nicaragua, el presidente equilibrista que armó un gabinete de arco iris, cree en los simbolismos. Pero su permanencia en La Moneda le exigirá hechos concretos en un país demasiado desigual. Uno de esos gestos más fuertes es la designación de Maya Fernández Allende, la nieta del médico socialista derrocado en el ’73, en un puesto clave: el ministerio de Defensa. Socialista como su abuelo, es una bióloga y veterinaria nacida en 1971, una de las catorce mujeres que compartirán gabinete con diez hombres.
Uno de ellos es el ministro de Hacienda Mario Marcel, expresidente del Banco Central, un economista de la Universidad de Chile confiable para los mercados. Por ahora. La canciller de Boric será otra mujer, Antonia Urrejola, también cercana al PS, ex presidenta de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que comparte con el mandatario chileno su mirada crítica sobre los gobiernos de Latinoamérica que se oponen a Estados Unidos.
En las formas, está más claro hacia donde apunta el joven mandatario nacido en 1986, el año en que la Argentina ganó su último Mundial de fútbol. Alejado de ciertos protocolos, ahora más ecléctico que en su etapa de referente estudiantil – no tan lejana por su juventud-, Boric comenzará su gestión con una agenda bien terrenal, de convivencia o proximidad con su base electoral, donde se apoyará de movida para no tropezar.