Lo que hay que saber de las partes, los acusados y el Tribunal
Crimen de las turistas francesas
Hoy comienzan los alegatos. Y con ello, los planteos comenzarán a rodar hasta el viernes, cuando el Tribunal, integrado por los jueces, Angel Longarte, Carlos Pucheta y Bernardo Ruiz, hagan un cuarto intermedio hasta el lunes, cuando finalmente se encierren a deliberar por un veredicto.
Los alegatos, en algunos casos, serán decisivos. Para saber de ello no hay que hacer mucho análisis, pues es sabido que el fiscal, Félix Elías, tratara de mantener los argumentos del requerimiento que llevó a juicio a los acusados.
La defensa de Gustavo Lasi, el joven confeso de este caso, tendrán una de las tareas más difícil: hablar de los homicidios sin darle a las violaciones suficiente protagonismo, buscando con ello cargar todas las miradas en los otros dos imputados, Daniel Vilte y Santos Vera.
El abogado Marcelo Arancibia, defensor de Vilte, es uno de los que se juega el todo por el todo, pues su cliente tiene una chance similar a encontrar una aguja en el pajar en una sola mirada para sacar a su cliente ileso. Lograrlo, podría ser un excelente lauro para su carrera.
Pese a lo difícil de la tarea, en la Ciudad Judicial dan por descontada la astucia de este barbudo letrado para salirse con la suya, sobre todo si logra la ansiada “absolución lisa y llana”, pues con ella Arancibia sabe que una demanda al estado provincial será mucho más fácil de obtener.
En quien no hay muchas fichas puesta es en la defensa de Vera, a cargo de los abogados, José Vargas y Roberto Reyes, dos letrados con muy poca experiencia a la hora de alegar, condición que se agrava por el hecho de que su cliente no abrió la boca durante todo el juicio, incluso se negó a un careo con Lasi, cuando el joven confeso se sentó para reconocer culpas propias y ajenas.
La querella, en tanto, se presenta tan confusa como sus clientes franceses, quienes, como dice el escritor Mario Vargas Llosa, en su obra El Cementerio de Praga, no saben bien lo que quieren. “El francés no sabe bien lo que quiere, lo único que sabe a la perfección es que no quiere lo que tiene” (pág. 26 Título ¿Quién soy? El Cementerio de Praga).
A lo largo de este juicio, efectivamente los Bouvier han dejado en claro que no quieren lo que tienen. No quieren a un Lasi confeso ni tampoco a Vera y mucho menos a Vilte. Incluso se podría decir que tampoco quieren a sus abogados, quienes en los últimos días debieron separarse y salir al ruedo divididos, algo que éticamente es inadmisible, pues de la querella se espera un frente homogéneo y con las ideas claras.
Dividirse, con la única intención de conformar a sus clientes, pareciera más propio de sofista que de un doctrinario del Derecho Penal. Por ende, lo que los abogados Nicolás Ortíz y Federico Rodríguez Spuch, querellantes, pedirán nadie lo sabe muy bien.
¿Y, si de verdad fueron ellos?
Como los franceses, los salteños, movido tal vez por los medios que cubren el juicio, tampoco parecen tener bien en claro lo que esperan de este juicio. Como chismes que nacen en callejones, la idea de que Lasi es un perejil y que Vera y Vilte son dos inocentes palomitas se vendió al por mayor en algunos casos por algo de rating y en otros para sacar algún provecho político.
Se ha exigido de Lasi una confesión perfecta, que responda a todas las preguntas y que incluso aporte lógica a los hechos. Algo así sería ideal, pero en la realidad de la sala de audiencia, casi no sucede. O, acaso lo fue la de Armando Urueña, el asesino a sueldo que mando a Pedro Marcilese a la cárcel de por vida. No. Tampoco lo fue la de Marcelo Torrico, el asesino de los hermanitos Ocatvio y Melanie Leguina; y mucho menos tuvo ese rigor la de Marcelo Castillo, uno de los homicidas junto a Javier Alanis del padre Ernesto Martearena. Y así se podría seguir con una larga lista.
La confesión no exige perfección sino simplemente el reconocimiento, incluso total o parcial, de un hecho delictivo. O, ¿acaso alguien le creyó a Urueña cuando explicó como mató al abogado, Miguel de Escalada? Nadie.
Sin embargo, y pese a que varios peritos con pizarra y tiza intentaron en vano desentrañar cómo las balas salieron de un extremo y entraron por otro totalmente opuesto, Urueña, Mónica Nucciarelli, Marcilece y Pedro Russo, fueron condenado a prisión perpetua.
O, ¿acaso alguien le creyó a Torrico cuando dijo que estaba drogado y no sabía lo que hacía cuando mató a los hijos de Leguina? En estos casos y otros tantos, a los jueces sólo les interesó saber que los acusados reconocieron su participación o la de otros en el hecho. Y en este trascendente debate Lasi lo hizo. “Estuvimos los tres”, dijo incriminándose asimismo, a Vera y Vilte.
Y esto es así no por una cuestión antojadiza, pues sucede que el sistema penal bajo el cual son juzgados Lasi, Vera y Vilte, sólo exige que el crimen sea calificado penalmente y que se llegue a una determinación de los responsables, sin siquiera que el móvil sea una exigencia ineludible.
Y he aquí la paradoja, pues este sistema penal no es otro que el que conocemos como “Mixto”, creado por los franceses y puesto en vigencia por el mismísimo Napoleón Bonaparte, por lo que Bouvier nada tendrían de que quejarse si no fuera por las falencias que hubo en la instrucción primaria del caso, las cuales sí deben ser criticadas hasta el hartazgo.
Por otra parte, los reproches a Lasi, sin que esto se trate de una defensa del mismo, eran lógicos, como también el hecho de que este imputado no iba a abundar en detalles, sobretodo porque esas minucias lo comprometen.
Pero, una prueba de su verdad, la dieron los mismos Vera y Vilte al evadir el careo con Lasi, con lo que dejaron en claro que le tienen miedo o no pueden ni tienen argumentos para rebatir sus dichos, pues cualquiera que se presuma inocente, no dejaría pasar una oportunidad semejante.Entonces, porque no considerar la posibilidad de que efectivamente fueron ellos. Si es cierto que tres baqueanos, ebrios y armados no venden mediáticamente, sobre todo si a metros de la escena del crimen existen elementos para echar a rodar hipótesis como la de los “hijos del poder”, la cual se desvaneció como se deshoja una margarita.
La insistencia en andar por las ramas no hace más que recordar lo sucedido con el caso Torino Dantur, condenado mediáticamente como un pedófilo por algunos medios que salieron a repetir teorías que luego nunca pudieron ser probadas en la justicia, donde la verdad prevalece.Así, y por último, cabe señalar algunos conceptos del tribunal, compuesto por tres jueces de alto prestigio. Una coincidencia generalizada en el ámbito judicial de Salta. Y, aunque algunos quieran hacerlos ver como tres viejitos lelos, que tiemblan al acomodarse los lentes y que no saben qué hacer, cabe decir que pensar así no hace más que evidenciar que nada se sabe de materia judicial, pues los que ya han presenciado varios juicios, saben de la maestría de estos tres magistrados.Y como muestra basta un secreto. El tribunal no va al juicio para averiguar qué sucedió, sino para confirmarlo. Y por ello, cuando pareciera que por error le pidió a un testigo que lea tal o cual foja, lo que en realidad pretende es que con esa lectura se incorpore un detalle que considera importante.
Para algunos el momento es motivo de risa por lo que pareciera una equivocación del juez, cuando en realidad no lo es. Esto y otros tantos secretos más es lo que se conoce como técnicas de juicio, algo que por cierto, no se puede conocer con la cobertura de un solo juicio.
Fuente: www.informatesalta.com.ar