Sociedad Por: InformateSalta21/02/2022

Juicio a Zanchetta: masajes, besos en el cuello, abrazos y caricias de índole sexual

Desde hoy, el ex obispo de Orán, Gustavo Zanchetta, enfrenta un juicio por graves delitos sexuales denunciados por dos ex seminaristas, quienes relataron graves abusos sexuales sufridos a manos del sacerdote, en el año 2017.

A tres años del proceso penal iniciado el 6 de febrero de 2019, los jueces María Laura Toledo Zamora, Raúl Fernando López, y Héctor Fabián Fayos, de la Sala II del Tribunal de Juicio, darán inicio al debate que tendrá como único acusado al ex obispo de Orán.


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La fiscal Penal de Violencia de Género Soledad Filtrin Cuezzo, llevará adelante la acusación pena, en tanto que el defensor oficial es Enzo Giannotti, representará al sacerdote, quien llega acusado por el delito de abuso sexual simple continuado y agravado por ser cometido por un ministro de culto religioso reconocido.

Zanchetta, como se sabe, fue designado obispo en Diócesis de Orán el 31 de agosto de 2013, cargo que ocupó hasta el 29 de julio de 2017, cuando renunció y se fue a España, en medio de rumores de ciertas irregularidades financieras, a los que se sumaron versiones de hechos de índole sexual.

Después de un año y medio, y a partir de la denuncia de dos ex seminaristas, avanzó con una investigación penal que será expuesta hasta el viernes, en la que se escuchará a las dos víctimas y a otros ex compañeros y otros sacerdotes, los que contarán lo que saben de los hechos denunciados.


 Una supuesta víctima dijo que, a mitad de año, 2017, comenzaron a “sucederme cosas de parte del obispo, como un acoso, comportamientos raros hacia mí”.


Los casos de abuso denunciados

Uno de los denunciantes, según surge del decreto de imputación, formalizado el 16 de mayo de 2019, reveló supuestos episodios de contenido sexual sufridos a manos de Zanchetta. Dijo que, a mitad de año, 2017, comenzaron a “sucederme cosas de parte del obispo, como un acoso, comportamientos raros hacia mí”.

Explicó que se trata de “abrazos y besos en la mejilla, cada vez que me encontraba solo”. Algunos de estos episodios, por ejemplo, sucedían los viernes, cuando en las instalaciones del seminario Juan XXIII, en la calle Yrigoyen 280, los aspirantes al sacerdocio se reunían a ver películas de santos.

Sostuvo que el ex obispo se presentaba y lo abrazaba efusivamente, lo que no era percibido por los otros seminaristas porque las luces estaban apagadas. Mientras le preguntaba a dónde quería ejercer su pastoral, el ex obispo solía pasarle la mano por debajo de su camisa, a la altura del cuello, y así comenzaba “a acariciarme la espalda”.

Esta situación puso incómodo al joven, tras lo cual Zanchetta llamó a otro seminarista y le ordenó que le haga masajes. Detalló que el sacerdote elegía al muchacho que lo iba a masajear, lo que sucedía por alrededor de media hora.

En otro episodio, Zanchetta lo sorprendió en la cocina, a donde había ido por una galleta. “En ese momento me encuentro con el obispo y comienza abrazarme”, a lo cual siguió otro gesto subido de tono: “me dio un beso en el cuello, ahí fue que me fui sin decir nada”.

Pasmado por las insinuaciones de Zanchetta, el joven recordó que acudió a otros sacerdotes de la diócesis, quienes le dijeron de se quede tranquilo, ya que los “porteños son así”. Más adelante, en las fiestas patronales de Los Toldos, a donde fue junto al sacerdote, se registró otro hecho de abuso.

“Me abrazó y no recuerdo que me preguntó, a lo cual no le respondí porque estaba muy nervioso”, cuando de pronto “me abrazó y me puso el dedo mayor de su mano en mi boca”. En este caso, todo sucedió en unas cabañas que le habían sido puestas a su disposición.

El joven dijo que sintió mucho miedo y que “al día siguiente de este suceso, en horas de la mañana y mientras me encontraba dormido en mi cama, de pronto me despierto y encuentro al obispo sentado en mi cama mirándome”, por lo que de inmediato revise si estaba con ropa”.

“Cuando desperté, él (Zanchetta) puso su mano en mi pierna muy cerca de mis genitales”, circunstancias en que se produjo un “manoseo porque yo le quité el brazo”. Sobre la demora en denunciarlo, en tanto, reconoció que “le tenía mucho miedo al obispo porque sabía que si hacia un gesto de empujarlo o golpearlo había posibilidad que me corran o este en prisión...”.


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Segunda víctima  

El segundo denunciante, en tanto, se presentó el 13 de febrero de 2019, quien reveló “haber sufrido episodios de idéntica significación sexual, consistentes en tres hechos de apoyo de los genitales del denunciado en “la cola” del declarante, besos en el cuello, abrazos prolongados y conductas inapropiadas consistentes en peticiones de masajes en su cuerpo frente al público y en el ámbito privado, encontrándose en ropa interior”.

Previamente, entabló una charla amena, en la que los indagó sobre las familias de cada uno”, lo que cambió abruptamente, cuando “comenzó a preguntar demasiadas cosas sobre nosotros y preguntaba si habíamos tenido relaciones sexuales, cuantas veces, cuánto demorábamos en llegar para el orgasmo”.

Este denunciante, agregó que usualmente Zanchetta invitaba a los seminaristas a que lo acompañen en los viajes por ejemplo a Morillo, Pluma de Pato o cualquier fiesta Patronal.


El obispo hablaba “en doble sentido hacia chistes que denigraban a la mujer o monjas, o chistes sexuales por ejemplo que la mujer en la oración llegaba a tener un orgasmo espiritual”.



En esas charlas, durante el viaje, hablaba “en doble sentido hacia chistes que denigraban a la mujer o monjas, o chistes sexuales por ejemplo que la mujer en la oración llegaba a tener un orgasmo espiritual”. Señaló que el acusado siempre buscaba tocarlo “en lugares como en el pecho, en las piernas, como acariciándote casi llegando a la entrepierna”.

“Él frecuentemente me abrazaba de atrás y apoyaba su pene en mi cola, lo sentí porque él apoyó toda su pelvis en mi cola, luego que dejó de apoyarme”, relató respecto a los distintos episodios de índole sexual, a lo que mencionó que estas caricias sucedían de manera sorpresivas en cualquier lugar del seminario.

Dijo que estos hechos, también lo sufrían otros ex compañeros y que el acusado lo obligaba a que “yo le haga masajes. Yo le decía que no y él me decía que yo tenía que hacerle caso. Se hace lo que el obispo manda”. Estos sucesos, como otros más que serán ventilados en la sala de audiencia, podrían derivar en una dura condena para el sacerdote, quien ahora se encuentra retirado de la actividad religiosa.