La soberbia de la jueza Güemes, su peor pecado
Lejos de guardar la calma y capear la tempestad desde la soledad del despacho, la jueza Güemes, pretendió decir que es la mejor del mundo y que merecía aplausos por su accionar. Intentó explicar lo inexplicable y no hizo más que subir el tono del escándalo y la indignación de los salteños.
Opinión21/03/2018Sabido es que son muchos los jueces soberbios, altaneros y que se creen, como Claudia Güemes, de una casta superior. Obvio, el nivel de vida que llevan, los escandalosos sueldos que perciben, el trato reverencial que tienen, sumado a muchos otros beneficios como no pagar impuestos a las ganancias, los hace pensar que merecen estar en un pedestal.
El caso de Claudia Güemes, la jueza de Familia maltratadora, dio el puntapié inicial y se empezaron a conocer y escuchar voces de muchos empleados del poder judicial que sufren maltrato laboral de sus superiores. También casos de personas que tienen sus casos en manos de diversos jueces, que deben impartir justamente Justicia, pero en el proceso humillan, gritan, someten y avasallan a las partes involucradas.
¿Y los requisitos para ser jueces?
Pero volviendo al caso de Güemes, su aparición mediática, lejos de llevar tranquilidad y aportar alguna explicación que atempere los ánimos de toda la sociedad asqueada por su accionar, generó aún un mayor rechazo. Pero además, generó interrogantes respecto a cómo llegó a la justicia local y de qué manera algunos pasan exámenes que debieran ser rigurosos y se convierten en magistrados.
Cabe recordar, por ejemplo, que el año pasado se elevó a juicio una causa por lesiones y amenazas en contra del juez del Tribunal de Juicio, Federico Diez, quien fue acusado por su ex mujer por un hecho de violencia de género que dejó al magistrado y al Poder Judicial afectados en su credibilidad y reputación, en especial, en una provincia en donde la “violencia de género” está declarada bajo emergencia.
“Una jueza que sale de la comodidad del despacho, ese es mi perfil”, afirmó esta magistrada al presentarse a los medios. “Por más que tengo una voz estridente, no soy policía y puedo poner orden dentro de una familia en crisis”, retrucó por si quedaba alguna duda.
“Tengo una voz enérgica, muy estridente y soy hija de italianos”. “De ninguna manera son gritos”, se excusó la jueza al aire, quien agregó que de esta manera, “a veces se consigue resultados”. “Mi objetivo era que la niña fuera con la madre y es lo que se logró”, sostuvo estoicamente.
Con respecto a su actuación en el video, el que fue viralizado hasta el hartazgo en las redes sociales, Güemes dijo que “fue armado y editado a propósito para difamarme por personas irresponsables que no me tienen simpatía”. “Solo hice algo que todos los jueces debiéramos hacer”.
Soberbia, más soberbia
De esta manera, la jueza se colocó en una posición por encima de los “mortales” y, en busca de algún gesto de apoyo, arrastró a sus colegas al asegurar que su accionar fue en realidad un “ejemplo” de lo que los magistrados salteños deberían ser.
“Vi a la nena llorar, pero fue un llanto de niña normal”, agregó en busca de minimizar la indignación que generó su conducta prepotente, más cercano al trato desalmado que al accionar que se espera de la justicia, máxime después del esfuerzo que los jueces de la Corte de Justicia vienen haciendo en busca de acercar a los operadores de la justicia a la gente.
Pero para que no queden dudas, Güemes insistió en su idoneidad para este tipo de diligencias. “Mi trabajo estuvo perfecto, se trabajó una hora y media”. “No hago política, soy neutral y me resguardo para el ejercicio de mi función”. “Le pongo a mi trabajo una impronta de firmeza”. “Es mi convicción”.
De esta manera, Güemes ensayó una defensa al repudio generalizado a su accionar, cuya víctima fue nada menos que una pequeña de 5 años, quien sólo quería quedarse junto a su abuela, deseo que fue interpretado por la magistrada como un “berrinche” que estaba dispuesta a hacer cesar a cualquier precio, incluso del desgarrador llanto de una niña.