"Tanque" de guerra

Cabello largo, perfil rockero. Enganches en una baldosa, desborde, mucha gambeta. Como si fuese un wing izquierdo a la antigua.

El juego parecía normal, llevaba un ritmo constante, era previsible. Hasta que el balón llegaba a su zona de confort. Música de suspenso. Arrancaba lento, balón cerca, rival amedrentado. En un cerrar de ojos, se producía un movimiento entre arranque de un motor V8 y ruido eólico como si estuviese por despegar un Boeing. El tanque tenía ese potrero en las venas. Mezclado con potencia, velocidad, freno, desfachatez.

Había pasado por todas las etapas del club. Ascenso por ascenso. De jugar el torneo local, provincial, hasta jugar en primera. Deslumbró tanto que muchos clubes históricos posaron sus ojos en su figura. Seriamente. Independiente de Avellaneda había llegado al club con valija en mano. Siempre sonó San Lorenzo de Almagro. Por una cosa u otra, Alfredo nunca pudo dar el salto de categoría. Pero en el Gigante del Norte había comprado dos grandes terrenos, había sellado a su nombre un par de parcelas de tantos amagues, de miles de jugadas balón al pie.

Si habrá asistido en numerosos goles. Si habrá hecho descansar a todos sus compañeros con jugadas típicas de quien aprendió esto de la pelota por cosas de la naturaleza. Escasa ambición para el gol, prefería asistir, con poco uso de la izquierda, pero mirar tan solo su presencia significaba que algo grande estaba por venir. Visible a grandes distancias, deleitaba a relatores porteños al observar que semejante tanque se movía como una gacela.  

Trío dinámico con Miguel “Tigre” Amaya, Pedro “el Grande” Guiberguis, se lo recuerda como gran personaje de Salta, leyenda viviente de Gimnasia y Tiro y valioso contador de anécdotas.

Por Nicolás Cortés para InformateSalta