Los relojes de los jefes militares dentro y fuera del cuartel marcaban –con exactitud cronométrica– las 17.30 del lunes 18 de enero de 1988 cuando el ex teniente coronel Aldo Rico, alias “El Ñato”, se rindió incondicionalmente ante las tropas que rodeaban al Regimiento de infantería 4 de Monte Caseros, en la provincia de Corrientes.
Casi al mismo tiempo, otras tres unidades rebeldes del Ejército –19 de Infantería, 161 de Artillería y 35 de Infantería– también depusieron las armas. La “segunda rebelión carapintada”, como se la conoció, había tenido en vilo al país desde que Rico se había acuartelado exigiendo, entre otras cosas, la renuncia del jefe del Ejército, Dante Caridi.
Por esos días se celebraba el éxito de la temporada turística en Mar del Plata con más de un millón y medio de veraneantes, el presidente Raúl Alfonsín y el gobernador bonaerense Antonio Cafiero acordaban modificar la Constitución, se llegaba a un principio de acuerdo con los Estados Unidos por la deuda y en el torneo de fútbol de verano Boca empataba con Racing y River goleaba a Independiente.
Sin embargo, la atención de la enorme mayoría de los argentinos estaba centrada en Monte Caseros, Corrientes, donde Rico había reaparecido el sábado 16 –luego de unos días de paradero desconocido– para sublevar al Regimiento.
El líder de la rebelión carapintada ya había intentado un levantamiento en la Pascua de 1987, con la excusa de las acciones administrativas llevadas a cabo por la cúpula de las fuerzas armadas, sobre los beneficiarios de la Ley de Punto Final. Al final de ese conflicto, fue famoso el discurso del entonces presidente, Raúl Alfonsín, al declarar que "la casa estaba en orden".
El 30 de diciembre de 1987, Rico recibió arresto domiciliario. Semanas más tarde, emitió un comunicado en donde afirmaba que desconocía la autoridad del Estado Mayor General del Ejército y de los tribunales militares por no ver garantizada la justicia, y escapó. En enero de 1988, Rico, desde el Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros, emitió un comunicado como "Ejército Nacional en Operaciones".
En tanto, el teniente general José Caridi, al frente del 2° cuerpo de Ejército, le hizo frente a las tropas, que se rindieron sin presentar batalla. La sublevación se había replicado también en San Luis y Santa Cruz, sin éxito. Tras esto, Rico no mostró arrepentimiento de sus actos, y afirmó que "la duda es la jactancia de los militares". En total, más de 430 soldados y oficiales fueron llevados a juicio por los dos levantamientos.
En ese momento se vivió una tensa situación que hacía presumir un choque, que no fue rehuido por el Estado Mayor del Ejército en un comunicado divulgado al mediodía, en el que expresó que las tropas gubernamentales actuarán "con decisión y firmeza" y "sin eludir un enfrentamiento armado". Además, el alto mando consideró que Rico y sus seguidores han mostrado "desprecio por el orden constitucional" y "mesianismo".
Los informes de emisoras de radio procedentes de Monte Caseros revelaron que los soldados del regimiento sublevado exhiben sus rostros pintados de negro, en una rememoración de los carapintada de Semana Santa. Los efectivos de Rico son inferiores -cuenta con unos 200 hombres entre soldados y oficialesa las tropas que avanzan hacia ellos, pues al menos cuatro regimientos se han movilizado para reprimir a los amotinados.
A diferencia de lo ocurrido en Semana Santa, cuando un regimiento de tanques tardó dos días en recorrer una veintena de kilómetros para reprimir a los rebeldes, en esta ocasión los efectivos movilizados actuaron con celeridad desde la madrugada y los contingentes de las brigadas III y XII de Infantería, la II Blindada y la Batería de Artillería número VII llegaron en pocas horas a las cercanías de Monte Caseros, después de recorrer un par de centenares de kilómetros desde Posadas, Resistencia, Paraná y Curuzú Cuatiá.