“¡Esto es un desastre!”. Son las primeras palabras que pronuncia un miembro del Ejército argentino mientras pelea contras llamas en Corrientes.
”Paraje Galarza: CAPS, policía, bomberos y nosotros del Ejército tratando de salvar la escuelita. Ya se nos vino todo, tuvimos que evacuar. Se hace imposible, no se puede parar esto. ¡Se ve el infierno de cerca, Dios mío. Gente que pierde casas… muebles tirados!”, continúa desesperado. Es uno de los tantos que combate los incendios que ya devoraron el 9 % de la superficie provincial.
Se trata de la Escuela 596 “Marcos Galarza”, sobre la ruta 41 que bordea los Esteros del Iberá, a 316 kilómetros de la capital correntina. Antes de la pandemia asistían entre 15 y 19 alumnos.
Ramón Valenzuela (54) es el director, y también el único docente a cargo de la educación primaria de los niños de la zona. Además de docente, el miércoles ofició de bombero, fue parte del operativo para apagar las llamas.
“Esto no se puede contener. La escuela está prácticamente perdida. No damos abasto. No se vé…nos tapó el humo”, se escucha a uno de los bomberos en el combate del fuego. Sin embargo, en una tarea en conjunto, casi titánica, lograron lo impensado. “Después de 24 horas, pudimos salvar la escuela”, dice con cierto alivio Valenzuela.
En época de clases Ramón, de 54 años, que vive en la localidad de San Carlos, a 120 kilómetros de la escuela, viaja todos los lunes y permanece en las dependencias de la institución hasta el viernes. El martes, cuando vio la dramática situación que amenazaba el lugar decidió entrar en acción. ”Tenía que colaborar de algún modo. Fue una lucha denodada. El viento cambió e hizo que el fuego avanzara a más velocidad devorando todo lo que encontraba, plantaciones, casas y casi alcanza la escuela. Hoy ya es imposible que se reanude algún foco porque si miras alrededor está todo quemado, negro, el paisaje es desolador. Es muy triste, el estrago ambiental es irreparable”.
Sergio González, docente rural en los Esteros del Iberá, colega de Valenzuela, pero en la Escuela 198, también se acercó a ayudar. “Nunca pensé vivir algo semejante al lado del fuego, con la gente, la flora y fauna. Todo ardía, humo y calor sofocantes. Una cosa es verlo por televisión o los portales web, redes sociales, pero otra es respirarlo. Una más que podemos contar”, expresó conmovido.
El día anterior, Ramón preparaba el edificio para retomar la presencialidad en las clases. “El lunes se hizo el acondicionamiento, y mantenimiento de los distintos espacios: vinieron a fumigar, y cortar el césped. A las pocas horas se desató el desastre”, dice.
Los incendios afectaron plantaciones forestales, bosques nativos, pastizales y zonas de humedales en portales de ingreso a los Esteros del Iberá, reserva natural. Hasta el momento, aún permanecen activos distintos focos de gran magnitud. El Paraje Galarza fue una de las zonas más castigadas. Durante varios días más de 8 dotaciones de bomberos, aviones hidrantes, brigadistas, personal de Defensa Civil y vecinos estuvieron trabajando.
Además de Paraje Galarza, “Santo Tomé, Gobernador Virasoro, Santa Rosa y Mariano I. Loza, Santa Lucía y Bella Vista también fueorn devoradas por el fuego”, aseguró a Télam el jefe de Operaciones de Defensa Civil, Orlando Bertoni.
“Salvar una escuela es algo primordial”, explica el docente formado en una escuela rural. “Ahí nació mi vocación. En séptimo grado ya era asistente de cátedra”. Después de un periodo con ciclos interrumpidos por la pandemia, Ramón está expectante. “En esta zona la virtualidad no funcionó ya que la mayoría de las familias no cuentan con señal para hacer clases por Zoom. La educación fue irregular e interrumpida”, explica.
Durante el 2020, hizo malabares para que sus alumnos pudieran seguir estudiando. Cuando recibía los cuadernillos educativos se encargaba de acercarlos a los hogares. “Nada reemplaza las aulas. Muchos alumnos no pudieron estudiar sin el acompañamiento de un docente. Este 2022 es un ciclo de recuperación fundamental”.
Infobae.