Un argentino es dueño de la pelota “más valiosa del mundo”

Deportes 23/12/2020
pelota

Hay muchas pelotas que fueron protagonistas de hechos importantes en el fútbol, pero… ¿una que contenga la firma de cuarenta de los mejores jugadores de la historia, entre ellos Alfredo Di Stéfano, Pelé, Diego Maradona, Johan Cruyff, Franz Beckenbauer, Lionel Messi, Zinedine Zidane, Ronaldo y Juan Román Riquelme? Prácticamente imposible conseguirlo. Sin embargo, hay una en poder de un argentino, Jesús Ferro.

Ferro es un periodista freelance de 66 años que se graduó en 1977, formó parte del equipo automovilístico “Campeones”, con Carlos Legnani, tuvo como “padrinos” al relator Bernardino Veiga y a Luis Elías Sojit, quien le encargó a Juan Manuel Fangio un muy valioso álbum de fotos suyas en blanco y negro de sus primeros tiempos y así entabló una estrecha relación con el quíntuple campeón mundial, y luego vivió tres años en Brasil, otros tres en Estados Unidos hasta establecerse por más de tres décadas en España.

Ferro cuenta que la idea de hacer firmar los autógrafos de los grandes cracks en su pelota comenzó en el Mundial de Italia 1990, uno de los tantos que cubrió, así como estuvo en todo tipo de acontecimientos deportivos (Juegos Olímpicos de verano y de invierno, Champions League, Copas Intercontinentales, Copas América, Mundiales Juveniles), trabajando especialmente para Radio Intercontinental de Madrid (donde fue comentarista del relator argentino Héctor Delmar, “El Hombre del gol”, quien apodó Pelusa a Maradona y Buitre a Emilio Butragueño), y Radio Marca (para la que comentó el Mundial 2002 junto al ex jugador argentino Ramón Heredia), entre otros medios.

“La firma bautismal fue la de Maradona en Florencia, pocos minutos después de que la selección argentina eliminara a la yugoslava en los cuartos de final del Mundial 1990, aunque Tomislav Ivkovic le había atajado un penal. Diego estaba con una vincha fucsia y se había enterado de que Italia sería el rival en semifinales, y la última firma fue la de Lionel Messi en el Mundial de Brasil 2014, es decir que pasaron siete Mundiales entre la primera y la última firma, de Maradona a Messi”, relata Ferro a Infobae.

“Todo se fue implementando de manera casual. La pelota era para mi sobrino Germán y en 1990, tras la firma de Maradona, la FAO organizó un partido contra el hambre en el mundo en un estadio adyacente al Olímpico de Roma, en el que jugaron estrellas de Europa contra Sudamérica. Recuerdo haber visto a Bobby Charlton, a Michel Platini, a Paulo Roberto Falcao, a Zico, pero fue gracias al peruano Teófilo Cubillas, que me permitió pasar al vestuario, que conseguí que muchos agregaran su firma en la pelota y la idea de seguir comenzó a rondar por mi cabeza”, siguió Ferro, que con el tiempo se fue convirtiendo en un profesional de los autógrafos, organizando meticulosamente cada encuentro para no perder oportunidades de seguir sumando recuerdos de las grandes estrellas.

Así como con sentido del humor dice que quien logró escapársele con velocidad por una escalera de cemento fue el alemán Karl Heinz Rummenigge durante el Mundial 2006, cuenta que cuando Beckenbauer visitó Madrid y fue invitado a la embajada alemana, él recorrió las instalaciones para que no fallara la caza de su firma.

“Fue una operación comando. Calculé los pasos, por dónde entraba la seguridad, los coches. Fui a hacer un estudio el día anterior en la embajada alemana en Madrid. Me presenté ante los guardias y les dije ´mañana me ven por acá’ y al otro día me reconocían y fui el primero que recibió al Kaiser cuando puso un pie en las instalaciones y terminé en el jardín, tomando una cerveza con él y me firmó también la camiseta de la selección, y sobre un artículo de una publicación”, recuerda.

Para conseguir la firma de Johan Cruyff, “me filtré en un homenaje al Dream Team y entré al estadio subiendo los escalones con los jugadores y el DT. Me quedé al lado del búlgaro Hristo Stoichkov y aproveché para que me firmara la pelota. Cruyff me la firmó en el campo de juego. La ventaja que yo tenía es que los dos colaboramos en el diario Marca al mismo tiempo, porque él era columnista y yo tenía un espacio que se llamaba “Las cosas de Jesús Ferro” dentro del muy exitoso suplemento “Planeta Fútbol” en los años 90. Terminé en la tapa de todos los diarios”.

Ferro describe la pelota como “única” porque “no hay ninguna igual y, por eso, no hay manera de tasarla”, “histórica” porque “reúne toda la historia del fútbol en sus gajos”, y “una joya” porque incluso algunos de los firmantes ya fallecieron y contiene las firmas de 13 campeones del mundo y ex jugadores de 14 países distintos. “Creo que es la pelota más valiosa del mundo. Tiene miles de kilómetros rodando con su dueño, dentro de un bolsito con el logo de Italia 90 que nos repartieron en ese Mundial”, insiste Ferro, quien cuenta la particularidad de que el francés Just Fontaine (máximo goleador de la historia en un Mundial con 13 goles en Suecia 1958) aparece con dos firmas distintas “porque ya tenía una, y en otra oportunidad en la que coincidí con Eusebio y Raymond Kopa, también estaba él y volvió a estampar su autógrafo”.

Otra particularidad de esta pelota es que Ferro tiene fotos con la mayoría de los firmantes en el momento de hacerlo. Ante la pregunta si alguna vez pensó en venderla, responde que “quizá me daría curiosidad saber cuánto podrían ofrecer por ella. Un amigo matemático y economista me dijo que me quede tranquilo porque no hay balón como el mío, es único porque la cantidad de firmas que tiene lo hacen imposible de igualar si se calculara cuántas pelotas en el mundo podrían reunir esas firmas”.

Ferro es una máquina de contar anécdotas, tanto de sus experiencias recorriendo el planeta por el fútbol como de sus viajes porque se define como “viajero” e inmediatamente agrega “pero no turista”, porque, sostiene, “hay una diferencia fundamental, como decía el escritor Paul Bowles. El viajero sabe cuándo sale pero no cuándo regresa e incluso, si va a regresar o no, mientras que el turista quiere tener reconfirmada su vuelta”.

Conoce cerca de un centenar de países de los cinco continentes y hasta llegó a dar la vuelta al mundo en 80 días. “Fue desde el 4 de septiembre hasta el 22 de noviembre de 2011, saliendo del Kilómetro Cero de la Puerta del Sol en Madrid y llegué al mismo lugar 1920 horas más tarde luego de recorrer quince países. Llegué a viajar en minibús, van, camiones, trenes, faluca en el río Nilo, elefantes, burros, camellos y sólo avión entre los océanos. Iba tomando apuntes en cada lugar y al llegar al destino, me robaron el cuaderno, pero lo encontré revolviendo los canastos de basura del centro de la ciudad. Si no lo encontraba, estaba dispuesto a reiniciar otro viaje igual porque me considero un fundamentalista de los viajes. En ese llegué a ver las maravillas del mundo, un exceso de belleza, al punto de padecer el llamado ‘mal de Stendhal’, cuando uno queda alterado por todo lo hermoso que vio”.

Ferro es extrovertido y suele tener cientos de anécdotas personales para contar y miles de fotos suyas en distintas situaciones, pero además es muy parecido a Mick Jagger, y con eso, capaz de alborotar un espacio público cuando decide imitarlo, en su muy buen inglés.

Su parecido con Jagger lo llevó a participar en el muy popular programa “Crónicas Marcianas” en la noche de Telecinco de España, cuando dos millones de personas lo vieron en un show debido a que uno de los Rollings Stones, Keith Richards, había tenido que suspender su presencia por una lesión y recurrieron a él. También por su parecido a Jagger llegó a formar parte del plantel inglés de “Look a Likes” (Parecidos). “Fue un gran impacto porque el día que llegué, me abrió la puerta Elizabeth Taylor, ella me presentó a Clark Gable y a Elton John y terminé tomando el té de las 17 con la Reina Isabel, aunque todos ellos eran sus parecidos”, cuenta en tono humorístico.

A “Crónicas Marcianas” llegó a través del actor uruguayo Mariano Mariano, parte del staff del programa, gracias a su enorme lista de amigos y conocidos del fútbol, la política o el espectáculo a los que trataba por las noches, hasta horas avanzadas de la madrugada, en un restaurante uruguayo de la zona de Callao, en el centro de Madrid, que llegaban a cenar porque tenían a Ferro como referente.

Capaz de acompañar en el césped de la Bombonera (“te aseguro que el piso temblaba y fue para mí como un Mundial”, relata) al mismísimo Maradona en la noche del Centenario de Boca en abril de 2005, cuando una hora antes ni siquiera tenía acceso al estadio, también logró plantársele al entonces joven príncipe Felipe para grabarle una entrevista histórica durante los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, para lo que debió tomar impulso y saltar un foso, hasta que fue alejado por los guardaespaldas, Ferro sacó de su envoltorio una pelota número tres con los colores de Francia cuando la organización del Mundial 1998 preparó un almuerzo para los periodistas en un hotel de Roma en 1990, y de inmediato, los colegas comenzaron a correr detrás del balón en las alfombras del lobby. Ferro remató la jornada en el bus de regreso, imitando en voz alta los relatos de Bernardino Veiga, hasta llegar al grito del gol, en el que se sumaron colegas de todos los continentes.

“El balón es el juguete más internacional que existe en el mundo y además, es redondo como él. No sabe de fronteras ni de pasaportes o visados. Todos pueden jugar con él, desde Portugal a la China, de Túnez a Sudáfrica, de Canadá a la Argentina. Tiene que ser mimado con la ternura que sólo puede prodigar una madre a su hijo, o un enamorado a su chica. La relación entre ambos tiene que ser muy especial y de lo bien que se lleven dependerá el resultado final. La pelota sabe quién la trata bien y quién, no, quién es fino en su manejo, y quién es torpe, quién es un trabajador del fútbol, y quién es un crack. Siempre hay una pelota esperando entre los recuerdos más queridos de nuestro pasado juvenil y siempre podemos hacerle un gol a la pobreza o a la tristeza con una pelota en los pies. Ser ricos o felices, a veces no cuesta tanto”, escribe a mano Ferro, el dueño de la pelota más valiosa del mundo, en una hoja de anotador. /Infobae
 

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