Una madre denuncia a varios médicos por negligencia y la muerte de su beba

Una desconsolada familia de Aguaray pidió que se investiguen responsabilidades en el hospital de Tartagal. La mamá estaba en fecha de parto y empezó con pérdidas, pero la enviaron a su casa.

Salud 07/04/2014

No hay dolor más grande que la pérdida de un hijo. Tampoco existe manera de definir el nacimiento de un niño muerto, sin caer en un contrasentido. Los silencios en la casa de Villa Patricia, en Aguaray, dan fe de una y otra verdad.

Hasta el 22 de marzo esa misma casa desbordaba de alegría. Y no era para menos, ya que Ana Carolina, la menor de los siete hermanos, cursaba 40 semanas de embarazo y la llegada de Naiara estaba a un instante.

La esperaban su cuna, escarpines tejidos con paciencia y un ajuar con aromas maternos. Su abuela, doña María, la soñaba en sus brazos y la pequeña, dentro del útero de su mamá, una primeriza de 25 años que estudia Seguridad e Higiene, pateaba llena de vitalidad.

Pero algo falló y su familia, llena de dolor e indignación, confía en que sea aclarado por el Ministerio de Salud de la Provincia y la Justicia.

Rosa, la hermana mayor de Ana, radicó el 25 de marzo ante la Fiscalía Penal 3 de Tartagal una denuncia por presunta mala praxis, que involucra a más de un médico del hospital Juan Perón. El pasado viernes, ella y otras hermanas repitieron la presentación ante el ministro de Salud, Oscar Villa Nougués. Le pidieron que investigue el desempeño de los profesionales a los que responsabilizaron de negligencia, maltrato a una paciente, violación de los derechos del enfermo, abandono de persona y la inexplicable muerte de una beba que figura en el certificado de defunción con causa “desconocida”.

“Para nuestra familia fue un crimen”, afirmaron dos de las hermanas de Ana Carolina, Patricia (32) y Lourdes (35), el mismo viernes ante El Tribuno.

“La muerte de nuestra sobrina y el desconsuelo en que cayó nuestra hermana ya no pueden repararse, pero no queremos que le pase algo igual a nadie más”, puntualizó Lourdes.

“Un empleado del cementerio de Aguaray nos explicó que casos como el que estamos denunciando son muy frecuentes, y nos contó que solo en la última semana enterraron a seis bebés”, reseñó Patricia.

Los hechos

Según la documentación que las hermanas de Ana Carolina entregaron a El Tribuno, desde el 29 de agosto de 2013 hasta el 19 de marzo último la joven embarazada se hizo 16 controles con ecografías, análisis de sangre y orina, electrocardiogramas y otros estudios que su médico de cabecera, Marcelo Vidal, le pidió. “Ana cumplió al pie de la letra todas las indicaciones, tuvo una alimentación sana y solo bebía agua, porque había proyectado su futuro con su bebé y tomó el embarazo con mucha responsabilidad”, remarcó Lourdes.

“Ana es soltera y no tiene obra social, por lo que pagó cada consulta en efectivo. Desde Aguaray hasta Tartagal hay 32 kilómetros que tampoco fueron un impedimento para que Ana se asegurara de tener un embarazo muy bien controlado”, añadió Patricia, tras resaltar que la beba de su hermana tenía 40 semanas de gestación, casi 3 kilos y medio de peso, fecha de parto fijada para el 22 de marzo y todos los parámetros normales.

El miércoles 19 Ana se hizo el último control en el consultorio privado de su médico de cabecera, quien también trabaja en el hospital público de Tartagal.

Según la denuncia, en ese examen Vidal le manifestó a su paciente que todo estaba normal. El facultativo estimó como fecha de parto el 24 de marzo y le dijo que, en caso de no ocurrir así, volviera a su consultorio el 27 o 28 de marzo para sacar turno para una cesárea que se realizaría en el hospital durante la primera semana de abril.

La pesadilla de Ana comenzó el viernes 21

El 21 de marzo Ana empezó a tener pérdidas, por lo que familiares la llevaron sin perder tiempo al hospital de Tartagal. Allí por guardia la atendió la doctora Diana Fauru, quien tras hacerle tacto y ultrasonido le informó que su beba estaba bien, pero que aún no tenía suficiente dilatación para el trabajo de parto, y la despachó a su casa.

En el pasillo encontró a Vidal y le pidió que la atendiera, pero según la presentación penal, su médico de cabecera le dijo que no podía hacerlo porque no estaba de guardia.

A las 15, Ana seguía con pérdidas y empezó a tener un sangrado. Preocupados, familiares la acompañaron nuevamente hasta Tartagal y la ingresaron a la clínica San Antonio, donde les comunicaron que no tenían ginecólogo y que el médico de guardia, un clínico, no estaba.

De vuelta en el hospital Perón, fue atendida en la guardia por la misma doctora de la mañana, quien repitió el tacto, el control con ultrasonido y la mandó de nuevo a su casa. La madre de Ana insistió en pedir su internación, pero le contestaron que no era necesaria, porque la joven embarazada aún no estaba en trabajo de parto.

Con miedo a lo que pudiera sucederle a su hermana y a su sobrina en gestación, Rosa pidió el teléfono de Vidal para comunicarle el supuesto estado de urgencia de su paciente. Tras dos intentos, logró que la atendiera. “De mala manera, me respondió que no la podía atender, que llevaba dos días sin dormir y que sólo iba a atender 10 turnos en su consultorio”, precisó la mayor de las hermanas.

Las últimas horas de Naiara con vida

En la misma tarde del viernes 21 Ana sacó turno con otra doctora, de apellido Aparicio, quien tiene su consultorio en la misma dirección que Vidal.

Allí fue atendida a las 20.30 de ese día. Luego de los controles de rutina, la doctora también la mandó a su casa.

Aunque hasta la noche del viernes 21, los médicos insistían en que todo estaba bien con su embarazo, Ana no pudo conciliar el sueño hasta altas horas de la madrugada. A las 8 del 22 de marzo despertó sobresaltada: tenía el vientre duro y un mal presentimiento, porque ya no sentía a su beba moverse.
Rápido, llevaron a la joven al consultorio de Alfredo Darwich, un médico de Aguaray. Sin detectar latidos con el ultrasonido, el clínico la derivó a Tartagal para una tomografía urgente.

En minutos estuvieron en la clínica San Antonio, pero allí les manifestaron que no tenían una cama para internarla. Sin opciones, volvieron al hospital Perón y en los pasillos se cruzaron, otra vez, con el médico de cabecera.

“Vidal se negó nuevamente a atender a mi hermana y tuvimos que hablar con la doctora que estaba de guardia esa mañana. Ella también nos trató de mala manera”, expuso Rosa ante la Fiscalía Penal 3 de Tartagal.

Según la denuncia, la médica, cuyo nombre desconocen los familiares de Ana, le habría dicho a su hermana mayor, con mala predisposición, que estaba con otra paciente.

Ante la respuesta, uno de los cuñados de Ana, Jorge (34), fue a buscar al doctor Vidal y le reclamó que viera a la joven. Solo así lograron que la médica de guardia le hiciera a la joven encinta un ultrasonido. Después, solo dijo que “no encontró nada”. Descompuesta, Ana le preguntó por su bebé. Y la respuesta, según su hermana mayor, fue: “¿Qué no sabés que tu bebé está muerto?”.

Sin piedad

La mañana del sábado 22 de marzo, con Ana envuelta en desconsuelo, luego de confirmarse la muerte de su beba, la médica que estaba de guardia en el hospital Perón sugirió inducir el parto con un goteo. A los familiares les pareció “la peor cosa del mundo” y pidieron una cesárea.

El doloroso e indignate epílogo

A las 11, del 22 marzo, prepararon a la joven para la cirugía y dos enfermeras la llevaron al quirófano, pero estaba cerrado y nadie sabía de la llave. Luego de 30 minutos, bajaron a Ana al sector de maternidad y la tuvieron otras tres horas en el pasillo, con suero, sin asistencia médica ni contención alguna. Recién a las 14.30 aparecieron la llave y el anestesista. Los responsables del hospital habían llamado a la Policía para que saquen del hospital a los indignados familiares.

A Ana finalmente la operaron y quedó internada hasta el 26. No la dejaron ver a su beba. Hoy, ella, su madre y sus hermanas esperan que el Ministerio de Salud de la Provincia y la Justicia aclaren por qué la cuna de Naiara quedó vacía.

Fuente: Diario El Tribuno

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